CAPÍTULO 119: EL TESORO QUE MÁS ANHELA

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03 de febrero del 744 A.P

Más de un año ha pasado desde aquel acuerdo entre los clanes de Nasea. El reino prosperó como nunca gracias a la abundancia del tesoro. Nasea se convirtió en el primero en conseguir barcos mucho más avanzados, que permitieron el comercio entre reinos continentales más alejados, como Crira, al sur; o Unozia al sureste; uno de los reinos más alejados de todos, y que recién estaba consiguiendo su libertad, luego de haberse liberado como colonia ocupada por Crira.

Burchard había dejado al mando a los hijos de los clanes como habían acordado, y todo parecía marchar muy bien. De vez en cuando Flecher o Thor le enviaban halcones marinos para informar la situación actual del reino, mientras él viaja por el mundo recorriendo los mares en compañía de Moone.

La diosa había decidido quedarse en la tierra y vivir una vida fingiendo ser humana. Al principio, desaparecía cada luna llena de los brazos de su marinero a quien había apodado como pirata, para ir a cerciorarse de que todo marchara bien. Sin embargo, con el paso de los meses, incluso eso lo había dejado de hacer.

Moone se había acostumbrado tanto a la vida de princesa humana junto a Burchard, que lo que había comenzado como un juego de diversión para pasar el tiempo de su aburrida eternidad, ahora se ha convertido en un fuerte sentimiento de amor por el príncipe.

No obstante, la diosa no se siente del todo feliz, porque lo que más anhela Burchard, ella no se lo puede dar.

Los dioses casi no tienen reglas entre ellos. Interactuar con humanos está mal visto, pero no prohibido del todo, sin embargo, los dioses no pueden dejar descendencia divina en la tierra. Tener hijos con humanos está prohibido, y no se puede.

Ella no le ha dicho esa información a Burchard, quien se sigue preguntando el motivo por el cual ella no queda embarazada, a pesar de estar juntos casi todas las noches en el barco.

Ese día están volviendo al reino de Nasea, luego de haber recorrido todos los puertos continentales. El único que dejaron por fuera, fue Regoria. Burchard se había dedicado a la tarea de compartir parte del tesoro con el mundo, porque pensaba que era demasiada riqueza para un solo hombre, incluso para un solo reino.

Hace más de un mes que no recibe cartas de los lores de los clanes, y eso le preocupa.

Moone se acerca a él esa noche. El príncipe voltea a verla y queda maravillado con su belleza, a la que todavía no se acostumbra a pesar del tiempo que tiene ya con ella. Durante las noches, el resplandor de la luna la vuelve mil veces más bella, su piel casi parece brillar y sus ojos se vuelven más azules.

—¿Qué sucede? —pregunta.

—No lo sé, hace tiempo que no recibo cartas de Flecher.

—Ya sabían que estábamos por volver, seguro no quisieron enviar más para poder vernos personalmente cuando lleguemos.

—¿No podríamos usar una de tus perlas transportadoras? —pregunta haciendo un puchero.

Moone se ríe y sus mejillas se sonrojan.

—Sabes que ya no tengo más de esas. Las perlas no crecen en los árboles. —Se acerca más al pirata y lo rodea con sus brazos.

Burchard se ve muy diferente a como estaba hace un año. Abandonó por completo su apariencia de realeza, y ahora solo usa la ropa con la que se siente cómodo; adecuada para el mar. Se dejó crecer una gran barba que cubre la mitad de su rostro, pero, sobre todo, ahora se ve más feliz.

Lo único que todavía cala en su mente es el paradero de Xuan Xinyue.

Para el resto del reino, ella había muerto en la búsqueda del tesoro como una heroína de su pueblo. Su padre, Hai, es el único de los padres líderes que quedó a cargo, a falta de ella.

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