CAPÍTULO 25: CONJUNCIÓN INESPERADA

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SEGUNDA PARTE


21 de octubre de 1741

Catherine y su tripulación llevan un mes y medio atracando barcos enviados por la marina del rey con cargamentos importantes. Los oficiales de Regoria están hartos de tantos asaltos, pero no pueden hacer nada contra la ferocidad de la capitana y sus hombres. Como le dijo su padre, ha formado un nombre con todo lo que implica, y ahora, siempre que la armada del rey veía acercarse a un barco con velas negras y la bandera en el estandarte ondeando con las calaveras y huesos cruzados, algunos preferían lanzarse al mar y desertar que perecer en el destino cruel que ella les daría.

En todo ese tiempo, ella y Arden habían limado asperezas con respecto a lo que él pensaba que estaba haciendo en busca del comodoro, sin embargo, Catherine no había podido olvidar su búsqueda del comodoro, a quien no había vuelto a ver en todo ese tiempo.

Sus hombres estaban muy complacidos con los botines que habían robado. Cada semana cuando atracaban en puerto, gastaban sus riquezas robadas en tragos y mujeres. Eso le era irrelevante a la capitana, lo único que le importaba era mantenerlos contentos, y en secreto, seguir provocando a Andrew hasta que se dignara a darle la cara.

Ese día llevaban en altamar cuatro días persiguiendo a una flota pequeña que, según la fuente de un marino en el escollo; lleva nada más y nada menos que las joyas reales de la corona del rey.

Supuestamente las habían mandado a fabricar especialmente por el reino continental de Crira. Los mejores en cuanto a fabricación de joyas se refiere, y ahora, las traían de vuelta, custodiadas por tres barcos más, y una tripulación que sumaba casi quinientos hombres.

—Estás completamente loca, atacar esos navíos se puede considerar suicidio —le refuta Arden esa mañana.

—¿Acaso no recuerdas lo que dijo el pirata del escollo? En la isla de Gavedra están comerciando una nueva clase de cañones, más ligeros, pero con mayor alcance. Necesitamos esas armas si queremos seguir siendo los más rápidos del mar.

—Sí, lo sé, pero no a costa de arriesgarlo todo, es muy peligroso.

—Los atacaremos de frente con los cañones. No quedarán ni para recoger con cucharita. —Se carcajea de la risa, pero al pirata no le parece divertido.

Arden no le contesta nada más y se guarda sus preocupaciones para sí mismo. Catherine está decidida y sabe que cuando se le mete una idea entre ceja y ceja, es imposible hacerla cambiar de opinión.

—¡Mantengan el rumbo! Ya casi los alcanzamos —les dice a sus marineros. Ese día se siente especialmente optimista, algo le dice que van a darse con un gran festín de oro y piedras preciosas. Con eso, es seguro que podrá reemplazar todos los cañones de su barco por unos nuevos y mejores.

Pasadas un par de horas, finalmente Selwyn da el aviso de que hay barcos a la vista, pero algo no anda bien con la cantidad de navíos que se supone que iban a encontrar.

—Solo hay dos mi capitana —reporta el marino.

—¿Dos?

—¿Será que nos informaron mal? —cuestiona Heinrik. Los oficiales importantes de la nave se encuentran en el camarote de la capitana deliberando cuál es la mejor estrategia que seguir.

—Es eso, o es una trampa como la otra vez. Ya hemos atracado demasiados barcos del rey, no me extrañaría que hicieran algo al respecto —opina Arden con los brazos cruzados sobre su pecho.

—Lo someteremos a votación entonces —sugiere Catherine, a sabiendas de que su tripulación querrá conseguir ese botín sin importar el costo.

Los oficiales salen a cubierta y reúnen a la tripulación. Catherine le da paso a Heinrik para que hable por ella.

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