12 de diciembre del 742 A.P.
El primer recuerdo de la bruja los transporta a aquel día de diciembre a unas cuantas horas antes de zarpar, y antes de la caída del reinado de Alistair Ville IV...
Para Xinyue, haber visto al amor de su vida casarse con otra se siente como una astilla clavada en el corazón. A cada latido que da, duele y corta un poco más, pero sin terminar de acabar con la miseria de su pena. Ella habría jurado que Burchard la amaba, o al menos que sentía algo por ella, pero es claro que sus sentimientos son solo unidireccionales.
Desde aquel día del matrimonio lo evita por todos los medios. No quiere verlo porque hacerlo significaría avivar la llama del dolor en su interior, mucho menos quiere toparse con la nueva princesa del reino.
Eden se veía demasiado perfecta para su gusto. Tan hermosa por fuera como por dentro, o eso aparenta, al menos.
Sin embargo, ese día Xinyue decide que es momento de verlo por un motivo de fuerza mayor. Los clanes han organizado un golpe de estado al reino, y aunque vaya en contra de todo y de todos, incluyendo a su padre, siente que es su deber informarle la situación. Por eso, se mete de incognito al palacio esa mañana, a pesar del riesgo que conlleva tal acción, no solo con los guardias del reino, sino también con su propio clan.
El jardín es el mejor lugar para infiltrarse en el castillo. Hace años que tiene una zona que los guardias desconocen, por la que se puede pasar sin mucho problema.
Xinyue se arrastra por el pequeño hueco y logra entrar, aunque ensucia su vestido en el proceso. Le sacude la tierra, no quiere verse impresentable para el príncipe; todavía conserva una esperanza mínima de que él se olvide de esa pretenciosa princesa y se fije en ella.
Un par de guardias pasan por ahí y le toca volver a arrojarse en la tierra. Los hombres marchan con sus espadas al hombro y el semblante serio. Se queda muy quieta hasta que escucha sus pasos alejarse en la grava.
Cuando se asoma y ve que está sola otra vez, vuelve a salir corriendo en dirección al ala oeste para ir a la habitación de Burchard, sin embargo, otra vez se detiene en seco cuando escucha la voz dulce de la princesa Eden.
Algo le parece raro de esa conversación, y aunque ella no es de las que husmean, por algún motivo, decide quedarse a escuchar lo que están diciendo. No se atreve a mirar por temor a ser descubierta. Se apega a la pared y con sumo cuidado, asoma ligeramente un lado de la cabeza para ver con quién discute la princesa.
—¡Moone! Tienes que parar esto —le dice la otra mujer. Una de piel ébano y unos ojos que parecen plateados, pero no es eso lo que la sorprende al punto de casi gritar, sino verla flotando en medio de la nada.
Vuelve a ponerse detrás de la pared con los ojos muy abiertos y la respiración al borde de un ataque de pánico. Se pregunta si está loca o alucinando.
—Ya basta Nyone, déjame divertirme un poco más, estoy a punto de conseguir lo que quiero.
—¿De qué estás hablando Moone? Los humanos no son tus juguetes personales.
—Encontré la ubicación de la isla errante, la de Zeslos, puedo conseguirlo mañana mismo —dice entusiasmada.
A Xinyue le cuesta un poco comprender el hilo de esa conversación. Esos nombres solo los ha escuchado en los dioses. Moone, la diosa de la luna; Nyone, la de la fertilidad; Zeslos, el dios de los mares. Se pregunta en su mente una y otra vez, por qué se hablan con nombres de dioses.
«¿Será una especie de código?» Se pregunta.
—¿Estás loca? Si Zeslos se entera de que quieres su tesoro, se desquitará, y ya que no puede matarte, se va a cobrar a los humanos que estás usando como si fueran marionetas.
ESTÁS LEYENDO
Deseo Profundo
FantasiaCatherine Riley es la mujer pirata más fiera de los mares del norte. Le ha costado ganarse el título de reina del mar, pero lo ha logrado con creces, y es que para ella el problema nunca ha sido ser la más temeraria entre piratas. Pero en cuestiones...