CAPÍTULO 132: UNA REINA ANTE UN REY

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31 de mayo de 1742

Hacia el interior de Regoria, de camino a Vascaji, las cosas estaban mucho más calmadas. Por suerte el Tsunami no había afectado más allá de las costas del reino, a pesar de eso, el desastre que había provocado, sin duda ha afectado a todo el continente.

Sin su principal puerto en funcionamiento, Regoria está oficialmente incomunicado con el resto del mundo. Lo único que le queda es la comunicación vía aérea mediante los halcones.

Catherine y sus hombres aprovechan esto para entrar a la ciudad del Rey sin que nadie los sospeche. En la madrugada de aquella misma noche en la que decidieron emprender esa locura robaron una carroza y se fueron ahí escondidos mientras Jacob y Andrew los llevaban.

Llegan bien temprano, la mañana del treinta y uno de mayo, eludiendo a los guardias que patrullan las calles. El lugar está hecho un caos debido a toda la gente que vivía en las costas y huyó despavorida del terremoto y del Tsunami.

Vascaji también se vio afectada por el temblor, pero al estar tan alejada del epicentro, no sufrió tantos daños.

Detienen la carrosa en medio del camino, poco antes de entrar al gran mercado de la ciudad. Andrew se asegura de que quede oculta a la vista, en caso de que un curioso quiera meterse en lo que no le importa.

—¿Cómo entraremos al palacio? —pregunta Cooke.

Isaac y Koch siguen con ellos, amordazados y bien amarrados de manos y piernas para evitar que se escapen.

—Hay demasiados guardias afuera de las puertas, incluso con mi ayuda, no me dejarán meter esta carroza sin revisar quién va dentro —explica Andrew.

—No, no tendremos que pasar ocultos. Ellos nos abrirán las puertas grandes —vaticina Catherine con la mirada puesta en algún punto lejano.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué locura se te ocurre ahora? —Andrew la mira con apremio. Ya no puede detener las ideas locas que se le ocurran, pues sabe que las hará sin importar cuanto proteste.

—¿Sabes dónde está la habitación personal del rey? —indaga.

—No.

—Si tuviera esa información sería mucho más fácil.

Rodney mira con atención a sus dos rehenes. La reacción de Isaac ante la pregunta de la mujer le hace pensar que sabe algo.

—Creo que Isaac quiere decir algo —avisa.

Catherine le quita la mordaza y lo primero que hace es tomar una bocanada de aire fresco. El odio con el que la mira sería capaz de acabar con ella; si fuese un arma mortal.

—¿Tú sabes dónde está la habitación del rey?

—Aunque lo supiera... —La capitana saca una daga de su tahalí y se la pone en el cuello.

—"No me lo dirías" —dice imitando una mofa de su voz—, ahórranos las molestias y simplemente dilo.

Isaac se rehúsa a hablar, así que ella presiona la hoja del arma un poco más. Hay un duelo de miradas entre los dos, hasta que el filo comienza a cortar lentamente su piel.

—¡Ah! Está bien —cede—, está en el ala este.

—¿Cómo sé que no me estás mintiendo? —cuestiona.

—Tendrás que confiar en mi palabra —dice encogiéndose de hombros con una risita. Catherine gira los ojos y vuelve a ponerle la mordaza.

—Salgamos —le ordena a Cooke, Jacob y Andrew.

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