CAPÍTULO 77: DOLOROSA ELECCIÓN

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19 de marzo de 1742

Catherine se observa una vez más en el pomposo vestido azul claro que lleva puesto. Se ve tan diferente que no puede reconocerse. Su cabello ya no es rojizo, ahora es de un castaño oscuro; el color le endurece un poco las facciones, pero no ha dejado de verse hermosa.

Andrew le consiguió unos guantes de seda blancos para cubrir sus tatuajes, si no, podrían reconocerla de todas formas.

Se siente un poco ridícula y fuera de lugar. Si sus hombres la vieran así, se reirían de ella.

—Andrew, ¿de verdad esto es necesario?

—Quería llevarte a un lugar especial acá. No creo que tengamos otra oportunidad como esta.

—¿No me reconocerán?

La pregunta se la responde ella misma en su mente: no.

—Ni siquiera yo puedo reconocerte —bromea con una carcajada—, ¿vamos, mi lady?

Catherine se echa a reír y le toma el brazo. Todo eso se le hace muy surreal. Salen a las calles y al principio mantiene la cabeza gacha y el corazón le late a toda velocidad, temiendo que la reconozcan los oficiales.

Queen Bay está agitado por la desaparición de los piratas. Hay grupos de oficiales marchando con sus típicos uniformes, patrullando por las calles y revisando cada casa, cada taberna, hospedaje y rincón de la ciudad.

La capitana se apega más al brazo de Andrew cuando ve pasar a uno de los guardias muy cerca de ella.

—Tranquila, estás conmigo —alardea con el pecho en alto.

Se detiene a mirarlo solo a él y puede darse cuenta de la felicidad que irradia su sonrisa.

—Pareces muy feliz.

—Estoy paseando del brazo junto a la mujer que amo, y todo el mundo lo ve. ¡Claro que estoy feliz!

Una felicidad amarga la abruma a ella también. No puede negar que se siente bien de estar así con él, pero la vocecita molestosa del rincón de su mente no deja de decirle que todo eso es una mentira. Que esa no es su verdadera vida, y nunca lo será.

—Andrew...

—¡Lord Sallow! —interrumpe un caballero que pasa frente a ellos. Catherine baja la mirada con la esperanza de que no se fije en ella.

—¡Lord Hamilton! —saluda en respuesta—. Un gusto verlo. —Hace una venia.

—Tenía mucho tiempo sin verle, escuché que lo habían secuestrado unos horribles piratas. —El hombre hace un gesto de estremecimiento y sacude la cabeza.

—Ah, sí, algo así fue —dice Andrew con una risa incómoda.

—Espero que los hayan matado, esos asquerosos piratas solo saben robarse nuestros suministros —comenta.

—La corona no es tan diferente, les hacen lo mismo y ustedes como tontos se dejan —murmura Catherine.

—¿Ah? ¿Quién es esta bella doncella? —pregunta el hombre haciéndole una venia, extiende su mano para depositarle un beso en el dorso.

—Es mi prometida —asegura Andrew con una gran sonrisa.

Ella voltea a mirarlo con expresión desconcertada, «¡¿cómo que prometida?!», piensa Catherine.

—Pues es muy bella, es un placer. Felicidades por el compromiso.

—Ah... gracias —responde en un susurro.

—Un placer disfrutar de su compañía Lord Hamilton, debemos irnos.

—Lo mismo digo. —El hombre vuelve a reverenciar y se aleja, pero no tiene tiempo de cuestionarle lo que ha dicho porque el tumulto de gente podría escuchar.

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