CAPÍTULO 98: DESPEDIDA

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23 de abril de 1742

El silencio que precede a esa propuesta pone nervioso al comodoro. Jacob ha sido su fiel amigo y leal oficial desde hace mucho tiempo, sin embargo, quizá ese pedido exceda los límites de lo que un amigo o compañero pueda tolerar. La cara del muchacho pasa de la sorpresa a la felicidad en un par de segundos.

—¿De verdad? —pregunta sin poder creérselo.

—Sí —dice Andrew con seguridad.

—Le seré muy sincero, desde que se fue hace un mes, no he podido dejar de pensar en eso. Todavía no le he dicho que sí a la propuesta del comodoro Koch, porque tenía la esperanza de que usted me lo pidiera primero.

La confesión de Jacob también lo deja anonadado. Una cálida dicha le llena el corazón, saber que puede contar con él en las buenas y en las malas es fantástico. En especial ahora, porque seguramente se las verá negras un buen tiempo.

—Entonces no hay nada más que decir, zarparás conmigo mañana, luego de conseguir el arma que fabrica la bruja.

—¡Esto se merece otras cervezas! ¿no cree?

—Por supuesto que sí —coincide el comodoro—. También quiero que venga Isaac.

—¿Isaac? No creo que él quiera hacerlo.

—¿Por qué no? —pregunta con una ceja enarcada.

Jacob saca más cervezas que tenía escondidas en una caja bajo la alacena. Me quita el vaso y mientras lo rellena, me cuenta sus inquietudes por Isaac.

—Pues, la última vez no estuvo tan contento por ayudar a escapar a los piratas. Dijo que no había hecho por usted, pero que no volvería a cometer ese error.

—¡Vaya! No tenía idea de que pensara así. Sé que debí ponerlo en una posición comprometedora.

—No se preocupe —le dice intentando calmarlo—, no dirá nada, pero es mejor que no lo sepa. Es más, no debería ni siquiera saber que está aquí.

Andrew no queda para nada conforme con esa respuesta. Si Isaac está más incómodo de lo que cree con ese tema, podría ser un grave riesgo para él.

—Creo que lo mejor es que hable con él, explicarle las razones. La última vez te mandé a ti como carne de cañón.

Jacob se encoge de hombros y le da un sorbo a su bebida.

—No lo sé, pienso que no es buena idea.

El comodoro lo medita entretanto mira hacia el infinito. Lo pone nervioso el hecho de que Isaac sepa tanto de él y lo que hizo. Sus dudas podrían ser el detonante para una confesión prematura de la situación.

—Está bien. No iré a verlo. —Andrew termina de tomar el segundo vaso de cerveza y ya comienza a sentirse algo mareado.

—¿Puedo preguntar, en qué barco nos iremos?

—Ah, sí —se rasca la cabeza al recordar que no ha venido solo. Quién sabe lo que podrían estar haciendo Portgas y los otros—, es un pequeño barco pirata adaptado. Espero que resista el viaje hasta la isla azul.

—¿Iremos a la isla azul? Escuché que ese lugar es mágico.

—No sé si es cierto, pero de que veremos magia, de eso no hay duda —confirma.

El oficial parece un pequeño niño entusiasmado con las historias fantásticas que le cuenta su padre. De hecho, si Andrew algún día tiene un hijo, imagina que sería algo así como el muchacho.

Jacob Powell no es mucho menor que el comodoro, apenas le lleva seis años, teniendo él diecinueve, y Andrew veinticinco; a poco tiempo de cumplir los veintiséis.

Deseo ProfundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora