-Chapter 28

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"El pensadero"

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"El pensadero"

Se abrió la puerta del despacho.

—Hola, Potter, Brown —dijo Moody—. Entren.

Los dos entraron. Lirya nunca había estado en el despacho de Dumbledore: Se trataba de una habitación circular, muy bonita, decorada con una hilera de retratos de anteriores directores de Hogwarts de ambos sexos, todos los cuales estaban profundamente dormidos. El pecho se les inflaba y desinflaba al respirar.

Cornelius Fudge se hallaba junto al escritorio de Dumbledore, con su habitual sobrero hongo de color verde lima y capa a rayas.

—¡Harry! —dijo Fudge jovialmente, adelantándose un poco—. ¿Cómo estás?

Como era de esperarse hizo caso omiso a la presencia de Lirya.

—Bien —mintió Harry.

—Precisamente estábamos hablando de la noche en que apareció el señor Crouch en los terrenos —explicó Fudge—. Fuiste tú quien se lo encontró, ¿Verdad?

Lirya dejó de prestar atención a la conversación, seguía sintiendo una gran punzada en el hombro así que se movió un poco el uniforme para poder vérselo y se sorprendió cuando vio una cicatriz que normalmente no estaba allí.

—Nosotros queríamos hablar con usted, profesor —dijo Harry y Lirya volvió a prestar atención. Harry miraba a Dumbledore, quien le dirigió una mirada rápida e inquisitiva.

—Espérenme aquí —les indicó—. Nuestro examen de los terrenos no se prolongará demasiado.

Salieron en silencio y cerraron la puerta. Al cabo de un minuto más o menos dejaron de oírse, procedente del corredor d abajo, los secos golpes de la pata de palo de Moody. 

—Harry —lo llamó Lirya, este la vio—. Hay algo nuevo en mi hombro.

En ese momento Lirya le mostro la cicatriz en su hombro derecho. Harry se sorprendió al verla, porque, aunque parecía un poco ilógico, la cicatriz se parecía a la suya.

—Se lo diremos a Dumbledore —dijo Harry, para luego dirigirse hacia el Fénix que posaba tranquilamente en una percha de oro, al lado de la puerta—:  Hola, Fawkes.

El fénix del profesor Dumbledore, era del tamaño de un cisne, con un magnífico plumaje dorado y escarlata. Saludó agitando en el air su larga cola y mirándolos con ojos entornados y tiernos.

Lirya y Harry se sentaron en una silla delante del escritorio de Dumbledore. Durante varios minutos se quedaron allí, contemplando a los antiguos directores del colegio, que resoplaban en sus retratos, mientras pensaban en lo que acababan de oír.

Lirya sentía como los dos estaban mucho más tranquilos en el despacho de Dumbledore y sabiendo que no tardaría en hablar con ellos. Lirya miró la pared que había tras el escritorio: El sombrero Seleccionador, remedado y andrajoso, descansaba sobre un estante. Junto a él había una urna de cristal que contenía una magnífica espada de plata con grandes rubíes incrustados en la empuñadura; Lirya había leído sobre ella. Aquélla era la espada de Godric Gryffindor, el fundador de la casa a la que pertenecía Harry. La estaba contemplando, recordando cómo Harry le había contado que esta misma había llegado en su ayuda en el segundo curso, cuando vio que sobre la urna de cristal temblaba un punto de luz plateada. Buscó de dónde prevenía esa luz, y vio un brillante rayito que salía de un armario negro que había a su espalda, con la puerta entreabierta. Al parecer Harry también lo había visto porque se levantó; atravesó el despacho y abrió la puerta de armario.

Lirya Black || H. PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora