Epílogo

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epilogue

📍SAN FRANCISCO
Atenea Maximoff

APRETÉ LOS LABIOS INTENTANDO CALMAR LA respiración y puse mi mejor sonrisa. Acomodé mi cabello escuchando unos pequeños golpes en la puerta.
Di el permiso enseguida, viendo una cabellera azabache adentrarse a mi habitación.

—Hey —Donna me dio una pequeña sonrisa—, ya está la comida, Dick quería que te avisara.

—Ya voy —asentí devolviéndole el gesto.

Esperé a que se fuera para borrar la sonrisa falsa de mi rostro. Me refregué los ojos obligándome a aparentar estar bien, no voy a ser la que arruine la cena de los demás por problemas míos.
Tomé unas respiraciones profundas antes de salir de mi habitación en dirección a la mesa principal.

—¡Miren quién llegó! —exclamó Hank alegremente, señalándome con el tenedor—. ¡La brujita loca!

—Hank, no la llames así —lo reprendió Dawn, mirándolo con el ceño fruncido.

—Siéntate, ya estamos todos —Dick me sonrió, señalando la única silla restante en la mesa.

Le sonreí aceptando. Miré el plato frente a mis ojos, pero tengo el estómago cerrado. Me tragué todo lo que sentía y me obligué a comer, porque no sé puede tirar la comida.

—Ahora que estamos todos... —la voz de Donna sobrepasando la de los demás me distrajo—, quiero hacer un pequeño brindis por Atenea Maximoff, la heroína que me salvó la vida.

—¡Y la mía! —agregó Dawn mirándome con dulzura.

Heroína.

Esa sola palabra me causó repulsión.

—Quiero agradecerte aquí frente a todos lo que hiciste, fue algo realmente valiente considerando el estado en el que estabas —el tono de voz de Donna se suavizó, mirándome con una serenidad que nunca había sido dirigida para mí antes—. En vez de dejar que todo pasara, decidiste salvar mi vida y la de unas cuantas personas más. Una actitud admirable, sin duda alguna.

¿Y cuántas personas maté para que pasara eso?

—¡Por Atenea! —exclamó Hank levantando su copa.

—¡Por Atenea! —festejaron al unísono, levantando las copas en mi dirección.

Tiré mis comisuras hacia arriba formando la mejor sonrisa que pude. Todos festejan y comen tan felices, un sentimiento que no puedo tener por mi mente torturándome una y otra vez con los recuerdos de los gritos, asesinatos y sangre.
Es como si estuviera tan empeñado en recordarme lo que hice a cada maldito minuto.

Sumando el hecho de que tener a Rose sentada frente a mí no mejora nada.

Se siente todo tan ajeno a mí.

Me agobié.

—Dick, necesito ir al baño —susurré hacia él antes de levantarme de la silla lo más silencioso posible, evitando llamar la atención.

Él asintió antes de sumergirse en una conversación ajena.
Di media vuelta y comencé a caminar hacia cualquier otro lado que no sea donde estaba antes.
Terminé sentada en otro piso delante de un ventanal, admirando la ciudad desde este ángulo.
Levanté las piernas abrazándolas contra mi pecho, soltando un suspiro aliviado al estar sola.

𝙋𝙀𝘾𝘼𝘿𝙊 | Jason ToddDonde viven las historias. Descúbrelo ahora