04

889 88 12
                                    

chaper four —
¿barry allen?

📍???
Atenea Maximoff

SOLTÉ UN PEQUEÑO GRUÑIDO AL SENTIR UN DOLOR expandirse por todo mi cuerpo cuando intenté mover la mano.
Arrugué el entrecejo escuchando una canción de fondo, ¿desde cuándo Dick pone música en la Torre?
Por más que los párpados me pesaran horrores, traté de abrirlos lo más rápido que pude.

Parpadeé para acostumbrarme a las paredes blancas que me cegan la vista, observando la vía intravenosa conectada a mi brazo junto a otros cables y monitores que revelan mi estado.
¿Estoy en una camilla? ¿Qué mierda hago en una camilla?
Me apoyé sobre mis antebrazos, sentándome aún sintiéndome desorientada.
Traté de enfocar la vista en él lugar saliendo de esta extraña habitación.

El terror me invadió al leer el nombre.

STAR

Horrorizada, me quité la vía intravenosa de un tirón, ignorando el dolor y la sangre que comenzó a salir por no presionar, desconectando los cables restantes.

En pánico me ganó.

Me bajé de la camilla de golpe, no conté con que mis rodillas estuvieran tan debilitadas.

—¡Oh, dios mío!

Me sobresalté al sentir un toque en la espalda, zafándome de inmediato.

—¡No me toques! —exclamé logrando incorporarme, alejándome de la mujer castaña que había tratado de tocarme—. ¡Aléjate! —amenacé levantándo mis manos, mi tono de voz tembloroso reveló mi miedo.

Ella levantó las manos de inmediato, mirándome con los ojos bien abiertos.

—Oye, no voy a lastimarte... —habló mirándome con cautela, manteniendo un tono de voz tan suave que casi me hace bajar la guardia.

Apunté hacia ella con mi aura escarlata encendida, dando rápidamente unos pasos para salir de ahí, chocando con unas pantallas y un monitor gigante.
Volteé hacia la doctora, o eso asumo que es porque no tiene ropa de profesional ni nada.

—¿Qué mierda hago aquí? —murmuré entre dientes, tratando de esconder el temblor de mis manos.

—Apareciste aquí —explicó cautelosa, manteniendo sus manos en alto—. Saliste de un agujero... ¿rojo? Creo. Y luego te desmayaste. No voy a herirte, lo prometo.

Me quedé unos minutos en silencio, analizando cada uno de sus movimientos y expresiones.
Sin dudarlo, entré en su mente. Miré cada uno de sus recuerdos hasta asegurarme de que era de confianza.
Respiré temblorosa desvaneciendo la bruma escarlata, aún mirándola con desconfianza.

—Mi nombre es Caitlin Snow, y quiero ayudarte —se presentó con suavidad, tratando de transmitirme confianza—. Tal vez, si me dejas hacerte un par de pruebas...

—No —la corté de inmediato, horrorizada—. Nada de pruebas.

—Está bien, nada de pruebas —asintió rápidamente, retrocediendo un pequeño paso—. ¿Puedes decirme tu nombre? ¿Lo recuerdas?

—Atenea Maximoff —respondí de inmediato, relajando los hombros.

—¿Recuerdas cómo llegaste aquí, Atenea? —Caitlin me miró con la curiosidad plasmada en su expresión—. Creí que Cisco era el único que podía abrir brechas por sí mismo sin ser velocista.

𝙋𝙀𝘾𝘼𝘿𝙊 | Jason ToddDonde viven las historias. Descúbrelo ahora