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chaper one —
¿jason?

📍SAN FRANCISCO
Atenea Maximoff


ME SAQUÉ LOS GUANTES SOLTANDO UN SUSPIRO cansado, el traje escarlata que se ciñe a mi figura comienza a sentirse molesto.
Acabamos de llegar de una misión y por más que me emocione salir a la acción, debo admitir que no lo estoy disfrutando tanto como se debe. Puede ser por el simple hecho de que me incomoda llamarme a mí misma héroe después de las mierdas que hice.
Contando que al pasar del tiempo no tuve una noche de descanso, es una pesadilla tras otra, contando también las vigilancias nocturnas.

—Hey —levanté la mirada al escuchar un murmullo a mi lado—. Estás lastimada.

Dick tomó mi brazo con suavidad, analizado la herida. Hice una mueca al notarlo, no me acordaba que la tenía, supongo que con la adrenalina y todo eso se me olvidó.

—Ven, vamos a curarlo —colocó su mano en mi espalda, guiándome hasta la sala. Hice una mueca al sentir un ardor adormecerme el brazo, a veces es más psicológico que físico—. ¿Cómo te la hiciste, de todas formas?

—Detuve un disparo que iba hacia Rachel pero olvidé el segundo —expliqué recordando la escena, la bala no había hecho más que rozarme, pero aún así me abrió la piel.

—Esto va a doler —advirtió luego de limpiar la herida, se viene el peor momento; cerrarla.

No emití sonido ni mueca cuando lo hizo, estoy acostumbrada al dolor luego de tantos años.
Le di una pequeña sonrisa y agradecimiento cuando terminó, lista para irme directo a mi habitación y quitarme el traje.

—Atenea —volteé hacia Dick, él continuó—. ¿Estás bien? Sabes que si es por Jason puedes hablar con-

—No quiero oír nada sobre él —lo corté brusca, arrepintiéndome casi al instante de cómo le hable—. Lo siento.

Me enteré por Dick que Jason había vuelto a Gotham con Batman para seguir siendo Robin. Ni una llamada me contestó, ¡ni una sola! Yo aquí preocupándome por el como una estúpida y el señorito resulta que andaba divirtiéndose por las calles de ese lugar de mierda.
Así que por mí, se puede ir bien a la reverenda mierda.

Idiota.

—Lo sé —asintió lentamente, mirándome con esos ojos calculadores a los que ya me acostumbré—, pero de todas formas te sigue afectando.

—Sí, y es mi culpa —murmuré inexpresiva, dando media vuelta para seguir mi camino ignorando los llamados del mayor.

Es mi culpa por permitirme sentir algo por alguien que evidentemente ni siquiera camina lo que yo correría por él. A ver, no voy a ser hipócrita y no voy a decir que lo amo, porque no lo hago. Fueron pocos los meses que estuve presente en su vida, no lo suficiente para amarlo, pero sí para sentir algo.
Y ese sentimiento de mierda me hace recordarlo siempre que puedo, recordar cómo me dejó aquí, cómo le importé una mierda como para que estuviera con Rose... aunque también es mi culpa, porque yo asumí que teníamos exclusividad. Idiotez de mi parte por no hablarlo.
Y el colmo de todo; ignorarme. Se da el tupé de ignorarme cuando le había dado un maldito collar con un hechizo que casi destroza toda la torre para protegerlo.

Miré mi reflejo en el espejo del baño, notando recién que la ira me provocó ciertas lágrimas silenciosas.
Me sequé bruscamente, esto es lo que pasa cuando dejo entrar personas a mi vida sin esperar nada a cambio. Y, repito, es mi culpa.
Dejé el traje a un costado y me incliné para lavarme la cara, las ojeras adornan tanto mi rostro que me hacen querer arrancarlas.

𝙋𝙀𝘾𝘼𝘿𝙊 | Jason ToddDonde viven las historias. Descúbrelo ahora