05

794 81 20
                                    

"Can you see right throught me? [...] Always an angel, never a god"

chaper five —

📍CENTRAL CITY, TIERRA UNO
Atenea Maximoff

ME RASQUÉ LA NUCA CONFUNDIDA CUANDO ESCUCHÉ las palabras de Cisco.

—¿Tierra uno? —repetí incrédula—. ¿Hay más de una Tierra?

—¿No te parece raro salir de un especie de portal en un lugar completamente distinto pero a la vez el mismo, encontrando un Richard Grayson que es panadero y gay? —Cisco me miró con las cejas levantadas.

—Sí, bueno, tienes un punto —asentí con una mueca, aún procesando el hecho de que Dick es panadero—. De todos modos, ¿cuántas Tierras hay? No creo que sea tan difícil saber de cuál soy, solo deberíamos ir una por una hasta encontrarla.

—Cientas.

Me ahogué con mi propia saliva.

—¿¡Qué!? —exclamé abriendo por completo los ojos, sintiendo las palmaditas de Barry en la espalda—. ¿¡Cómo que ciertas!?

—Pequeño detalle —Cisco me miró sonriente—. Pero bueno, si quieres ir de Tierra en Tierra estoy seguro de que cobro primero la jubilación antes que encontrarla.

—¡Cisco! —Caitlin lo regañó, mirándolo con el ceño fruncido.

—¿¡Qué!? —exclamó a la defensiva—. ¡No estoy diciendo ninguna mentira!

Estaba por decir algo, pero una alarma sonó por todo el lugar junto a una alerta roja brillando en las pantallas.
Caitlin y Cisco corrieron hacia los monitores, y antes de que pudiera procesarlo, Barry salió corriendo.

—¿Qué está pasando? —me paré entre medio de ambos mirando con curiosidad los aparatos.

—Hay un meta-ataque —informó la doctora tecleando rápidamente en el monitor, mostrando los signos de Barry.

—¿Puedes monitorear a Barry desde aquí? —señalé sorprendida, mi traje no tenía nada de todo esto, principalmente porque en la Torre nadie se queda a vigilar cuando hay una misión, salvo que sea de pocas personas.

—Sí, tiene tecnología avanzada gracias a mí —Cisco sonrió orgulloso, acercándose al micrófono—. Bien, Barry, ¿qué tenemos?

—Bien, controla el aire y al parece también... ¿los virus? No lo sé, pero acabo de verlo enfermar a un niño pequeño a través de un humo extraño.

—Si dejas que te ataque y mueves tus brazos puedes contrarrestar como defensa y dirigirlo hacia él —ideó Cisco con rapidez—. O simplemente corres y le pones las esposas.

—Bien.

Me crucé de brazos viendo el punto rojo correr de un lado para el otro pero centrado en un mismo lugar. Fruncí el ceño al verlo acercarse y retroceder constantemente.

—Barry, ¿qué haces? Solo ponle las esposas —ordenó Cisco, extrañado.

—¡No puedo! Es como si adivinara de dónde vengo y cuándo —se quejó tratando de recuperar el aire—. Bueno, creo que está viniendo hacia mí- ¡Chicos, no puedo correr!

𝙋𝙀𝘾𝘼𝘿𝙊 | Jason ToddDonde viven las historias. Descúbrelo ahora