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chaper two — habilities

📍SAN FRANCISCO
Atenea Maximoff 

BUENO, PONIENDO UN POCO EN CONTEXTO TODO, estoy hace unos días en la Torre. No puedo decir que me siento exactamente bienvenida cuando vivo atrayendo las miradas desconfiadas de los demás; Rachel parece incómoda a mi alrededor, Grayson vive ocupado con misiones, Gar está metido en sus videojuegos y Jason se la pasa queriendo hacerme la vida imposible.

Nada fuera de lo normal, supongo.

Tres toques en la puerta me sobresaltaron.

—Atenea, ya está la comida —la voz de Gar sonó del otro lado, dentro de todo es con quien más me llevo.

—¡Voy! —exclamé poniéndome las pantuflas.

Si soy sincera, no me puedo quejar de la estadía. Tengo habitación y baño para mí sola, cuatro comidas al día y comodidades que hace bastante no tengo. La decisión de quedarme se tomó cuando Dick me preguntó dónde me estaba quedando y yo le dije que básicamente vivo debajo de un puente... pero se lo tomó muy literal.
Me insistió hasta el cansancio, pero igual tampoco soy de hacerme rogar demasiado, de todas formas no tengo a donde ir.

Apenas llegué a la mesa me encontré con todos sentaditos en silencio y yo odio el silencio.

—¡Buenos días, solecitos! —saludé sonriendo feliz—. ¡La tierra les dice hola!

Gar me saludó con la misma felicidad, Rachel parece más dormida que despierta, Dick simplemente asintió y Jason me ignoró. Como siempre.

—¿Qué tipo de entrenamiento tenemos hoy, esposo? —hablé hacia el mayor, que se atragantó con la tostada al escucharme. Tosió con fuerza tomando un sorbo de café para calmarse, mirándome cansado.

—Te dije que dejaras de llamarme esposo, Atenea —se tomó el puente de la nariz, frustrado—. Soy muy mayor para ti.

—No me importa lo que digas, lo haré igual —sonreí divertida, me encanta ponerlo incómodo. Me divierte molestarlo.

Me miró unos segundos, como si estuviera debatiéndose en qué momento decidió aceptarme dentro de la torre.
Finalmente se rindió, llevando la mirada a su café.

—Ellos entrenarán normal, tú —me señaló con advertencia—, entrenarás sin la pulsera.

La diversión se desvaneció de golpe.

—¿Qué? —murmuré borrando mi sonrisa—. ¿De qué hablas? Esposo, sabes que no...

—Sí, ya lo sé —asintió al entenderme, Dick es el único enterado de mi situación porque encontró el documento en mi mochila, pero no lo leyó, simplemente leyó el número de sujeto y de inmediato vino a preguntarme. No tuve más opción que contarle—. Pero debes superar ese miedo, Atenea. Sino vivirás reprimida por esa mierda, y no es la idea. No puedes desperdiciar lo que tienes por el miedo.

—¿De qué hablas? —Rachel frunció el ceño, llevando sus ojos a mí. Y por más que intentó ocultarlo, pude notar la desconfianza en sus iris.

—Nada —Dick le restó importancia haciendo un ademán—. Tenemos el entrenamiento a horario normal.

Su mirada recayó en mí, entendí a la perfección lo que quería decirme.
Solté un suspiro tembloroso en silencio, sintiendo que el estómago se me cerró de repente. Me obligué a comer lo más que pude, pero la sensación de que voy a vomitar de los nervios me presiona constantemente.

𝙋𝙀𝘾𝘼𝘿𝙊 | Jason ToddDonde viven las historias. Descúbrelo ahora