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— CHAPER SIX —
knowing the cause of everything

📍GOTHAM

ODIO QUE ME DEJEN INCONSCIENTE, ESE FUE EL primer pensamiento que se me vino a la mente cuando la luz comenzó a molestarme.
Suspiré sintiendo el conocido dolor de cabeza, me tomé mi tiempo para recuperar la conciencia y abrir los ojos con cuidado, parpadeando con molestia por la cegadora luz.
Resoplé tomándome el costado de la cabeza mirando a mi alrededor en busca de reconocer dónde mierda estoy, me tomó unos pocos segundos acordarme de los últimos acontecimientos.
Mis ojos buscaron con pereza las dos presencias ajenas en la casa, y a diferencia de cuando llegué, las luces están encendidas y el interior está bastante bien ordenado, nada que ver con la fachada exterior.
Muebles prácticamente nuevos, piso limpio, paredes pintadas de un color cálido, ambiente agradable y una televisión de un tamaño que sinceramente me sorprendió, creo que es más grande que yo.

Me senté con cuidado en el sofá, acomodándome el cabello con los dedos, odio que se me enrede tanto.

—¿Kieran? —llamé con duda, manteniéndome alerta.

—Estoy aquí.

Pegué un salto por el susto, dándome vuelta de golpe para encontrar a un par de ojos oscuros fijos en mí con la misma intensidad de hoy. Me removí incómoda, desviando la mirada de él en busca del segundo chico faltante.
Escuché pasos detrás de mí, pocos segundos después vi la figura de Kieran sentarse en el sofá individual frente a mí, mirándome de manera densa.

—Creo que no hacía falta ese golpe, con solo preguntar si quería pasar estaba bien —me quejé por lo bajo, dándole una mala mirada aún sintiendo el dolor de cabeza taladrarme el cerebro para bajar por mi cuello y asentarse en mis hombros.

—Teníamos que asegurarnos de que te quedaras —Kieran se encogió de hombros, distante—. Además, ¿dónde está lo divertido de preguntar?

—No lo sé, ¿ser civilizado? —levanté las cejas con incredulidad—. No lo sé, no importa, ¿dónde está...?

—Mira a tu lado —Kieran sonrió.

Fruncí el ceño volteando la cabeza, soltando un pequeño grito ante la tercera presencia sentada en la otra punta del sofá con su mirada clavada a en mí.
Sus lentes redondos llamaron mi atención, por no decir que todo en él lo hizo, especialmente el hecho de que no puedo empujar mi mente sobre la suya, es como si una maldita barrera se interpusiera.

—Hola, Atenea —él ladeó la cabeza con sus ojos avellanas puestos en mí—. Debo decir que es un placer conocerte.

—¿Perseus Jones? —murmuré perpleja, casi sin poder entender cómo carajo es que está parado frente a mí si se supone que está muerto.

𝙋𝙀𝘾𝘼𝘿𝙊 | Jason ToddDonde viven las historias. Descúbrelo ahora