☞ ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ᴛᴡᴇɴᴛʏ ғᴏᴜʀ ☜

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Por todos los gatitos de cada mundo de cada galaxia de cada universo.

— Lo hiciste bien, lo hiciste muy bien, Zaelly.

Zael se sonrió en el espejo, se hizo mimitos en las mejillas mientras mostraba sus bonitos dientecitos y sus lindas encías. Soltó una risita del orgullo que sentía por sí mismo luego de haber controlado muy bien la junta, dejó a todos con la boca abierta por lo capaz que era de crear dos propuestas en una hora.

Por fin había terminado la bendita junta y a pesar de los nervios a fallar, logró hacer todo mejor de lo que creyó, pudo demostrar que el apellido Min lo tenía más que merecido y que, no por ser un CEO joven era inexperto. Se ganó unos buenos aplausos y muchas felicitaciones por sus excelentes propuestas.

Esperaba que su familia estuviera orgullosa de él.

Sonriendo agarró algunas toallitas para secarse todo rastro de sudor que los mismos nervios provocaron. Se sentía tan orgulloso de sí mismo por demostrar que era el único que merecía hacerse cargo de la fábrica, de un patrón familiar que había venido de descendencia.

— Felicidades por tu triunfo, pequeño Zaelly.

— Has demostrado que ya no eres ese chiquillo inexperto.

— Felicitaciones.

Maldición.

Lo único que le había faltado era que ese trío se apareciera en el baño. Quiso irse de ahí, pero uno de ellos cerró la puerta con pestillo, los otros dos solo lo miraron con una sonrisa entre burlesca y lasciva, eso lo llegó a asustar un poco, demasiado para ser sincero.

Eran las típicas sonrisas que mostraban personas que tenían planeado hacer el mal, alguna inhumanidad. Lo sabía porque no era la primera vez que alguien le daba esa sonrisa, que alguien lo veía con esos ojos enfermos.

Primero fueron ese grupo de cuatro chicos en la universidad, luego ese tipo asqueroso en ese club nocturno que lo drogó, después el viejo maldito que lo amenazó con matar a su sobrino si no se dejaba y por último la mujer que quiso hacerlo heterosexual a la fuerza, que lo dejó inconsciente e hizo cosas que, como los otros, no pidió permiso.

— Yo necesito salir. Con permiso.

— Tú no vas a ir a ningún lado.

Uno de ellos, el mayor, el que le sonreía a su papá y luego hablaba mal a sus espaldas, ese maldito lo empujó con fuerza para que no saliera, fue entonces cuando acabó chocando contra el lavabo. Llegó a quejarse por eso, porque el hueso de las caderas recibió todo el golpe.

Empezó a asustarse, el pánico se hizo presente en él, la ansiedad y el miedo. Quiso nuevamente salir o escapar, pero uno lo agarró por la espalda y le cubrió la boca para que no gritara por ayuda. El otro se le acercó con una sonrisa, le aflojó el corset y se lo quitó.

Entonces ahí sí empezó a llorar con tanto miedo, recordando esos toques sucios que ya le habían dado varias veces. Entró en ataque de ansiedad, comenzó a buscar cómo soltarse, a gritar y no ser escuchado por su boca cubierta.

El que le quitó el corset lo miró, se rió de sus lágrimas y después solo le desabrochó la camisa, tocó y manoseó su abdomen, su pecho, su cintura. Lo observó con tanto morbo y él sintió tanto asco cuando el que lo tenía preso le besó el cuello.

— No te preocupes, pequeño Zaelly, esto te va a gustar mucho.

Cerró los ojos, los apretó con miedo. Su corazón quería salirse de su pecho, las lágrimas estaban mojando sus mejillas. Sintió los besos, los toques, escuchó las palabras sucias, las ofensas. Lloró fuerte, sintiéndose asqueado de su cuerpo, de él mismo por llamar tanto la atención.

ᴍɪɴ's ᴘᴇʀғᴇᴄᴛ ☞ ʏᴀᴢᴀᴇʟ/ʏᴏᴏɴᴍɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora