☞ ᴄʜᴀᴘᴛᴇʀ ɴɪɴᴇᴛᴇᴇɴ ☜

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— Eres tan jodidamente caliente.

YajaTzael dejó caer la mano sobre ese gordo y rojo culo, el mismo que no había parado de azotar desde antes de iniciar a follarse a Zael. Éste estaba boca abajo, abrazando la almohada mojada, ella estaba así por el sudor y por la cantidad de lágrimas que él soltaba por la sensibilidad tan grande que le daba albergue.

Pensar en que creyó que él era un hombre insaciable y ahora ya tenía claro que YajaTzael lo superaba. Ese hombre ni siquiera había dejado que descansara la primera vez que se corrió, ya iban varias veces luego de esa y el maldito parecía que seguía teniendo las mismas energías que cuando comenzaron, sin intenciones de querer dejar su pobre culo.

Era bastante brusco para ser sincero, lo había tratado como nunca nadie y es que parece que se tomó literalmente lo de que podía hasta golpearlo, pues le ha dado azotes hasta en la espalda, dejando caer esas manos que, tal vez no lo sabía, pero dolía como la gran puta.

Ya tenía marcas por doquier, marcas de dientes, de chupetes, de rasguños, de azotes, marcas en cada rincón de su cuerpo, desde el cuello hasta las pantorrillas. Más allá de eso, hace mucho que no tenía una buena follada como esa, como la que YajaTzael le estaba dando.

Sus otros amantes eran suaves cuando veía que se tensaba demasiado, entonces el placer se perdía, era lo mismo que Choi le daba, nada bueno, pero YajaTzael lo agarraba como si le valía verga que se sintiera así de tenso, más bien le daba duro, como si quisiera partirlo en dos.

La lluvia seguía cayendo, haciendo desastres allá afuera, eso era buen amortiguador para que todos esos sucios sonidos no fueran escuchados fuera de esa habitación. Fuertes gemidos de su parte, bajos y roncos de parte de YajaTzael, jadeos mezclados, sonidos que sus pieles hacían, las palabras y maldiciones que los dos soltaban.

— Qué ricos gemidos, ¿eh?

Ese hombre susurró en su oído, con esa voz ronca, en medio de agresivos jadeos. Le mordió la oreja mientras apretaba uno de sus pectorales. Le comenzó a decir tantas cosas sucias, cosas que erizaban su sudada piel, la misma que era besada por esa boca que era capaz de ser tan vulgar.

YajaTzael le regaló un azote en el muslo que sonó y ardió como el infierno, mordió su hombro y le regaló sus jadeos en la oreja, sonrisas cómplices por lo que estaban compartiendo. Los dos entrelazaron sus manos, YajaTzael las hundió entre las colchas mientras se empujaba contra él hasta arrancarle los más fuertes gemidos.

— Me haces un favor, gatito, ¿ah?

Mierda.

Él se preguntaba cómo es que YajaTzael le hacía para ser tan caliente, tan sexy e imponente. Le habló al oído con una voz tan seductora, pero a la vez tan demandante, como si ya lo tuviera entre sus manos, como si sabía que le haría todo lo que le pidiera, cosa que era así, que sería así.

En medio de múltiples gemidos, de tantos temblores, así llegó a asentir, pero luego su cuerpo se estremeció porque esa larga lengua lamió su mejilla y fue tan jodidamente ardiente que él ya estaba a nada de correrse otra vez, algo que parecía no ser la última.

— Ponte boca arriba, quiero verte.

YajaTzael salió de él sin cuidado absoluto, le regaló una fuerte nalgada para que hiciera caso a lo que le había, básicamente, ordenado. Se arrodilló, llegó a esnifar la nariz antes de agarrar la copa de vino que estaba en la cómoda y beberlo para saciar la sed mientras esperaba a que se hiciera lo que había dicho.

— ¿Qué esperas? En esa fábrica tú eres mi jefe, pero aquí el jefe soy yo, Zael — Murmuró ronco — Así que es mejor a que me hagas caso y evites ponerme de malhumor.

ᴍɪɴ's ᴘᴇʀғᴇᴄᴛ ☞ ʏᴀᴢᴀᴇʟ/ʏᴏᴏɴᴍɪɴDonde viven las historias. Descúbrelo ahora