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Doyeong, que tenía la oreja cerca de la puerta, se mordió las uñas nerviosamente hasta quitarse un trozo de carne. No había manera de que pudiera escuchar los sonidos de abajo porque se suponía que la pared estaba bastante bien aislada de todos modos pero, para ese momento, se sintió como lo único que lograba hacer.

Escuchar en secreto como si eso pudiera cambiar algo.

De hecho, ya que no había pisadas, o chirridos o al menos el tono de una voz en la distancia, comenzó a tener tanta ansiedad que pensó que le iba a dar un ataque o al menos que vomitaría sobre si mismo. Para ser sincero, su corazón empezó a latir como un loco desde el momento en que estaba revisando a los bebés y de repente sintió la energía de su prometido en la acera. Miró por la ventana, quitó la cortina, lo observó y el estómago se le cayó hasta el piso.

Aún era muy pronto, todavía no era el día en el que iba a regresar así que... ¿¡Por qué vino aquí tan de repente!? Sin un mensaje o... Carajo ¿¡Por qué!? Se llenó de curiosidad y de miedo, tomó sus cosas entre sus brazos y se subió a la ventana. Ah, ¡Pero no podía salir corriendo como antes porque ya no estaba solo! Por ahora, sólo le quedaba esperar a que sus padres convencieran a su prometido con la idea de que no estaba allí y de alguna manera, lograra que se fuera antes de que se volviera en algo muchísimo peor.

"Miuuu. Miuuu"

El único ruido que podía escuchar eran los llantos de sus niños, no desde fuera de la habitación, sino en la cama. Los bebés, tal vez al despertarse y buscar leche, se dieron cuenta de que mamá no estaba allí y comenzaron a dar suaves maullidos una y otra vez hasta que, avergonzado, Doyeong se apresuró a volver a la cama y los acarició en la cabecita para que cerraran los ojos. Y eso le hizo pensar que por muy buena que fuera la puerta insonorizada, él podría haber oído llorar a los bebés ya que su oído de felino estaba mucho más desarrollado que el suyo. Sin embargo, no había absolutamente ninguna manera de apaciguarlos rápidamente porque aunque había dado a luz hace un tiempo, era inexperto en todo sentido por lo que las cosas que hacía y lo que se suponía que tenía que resolver como su madre todavía le resultaba desconocido.

"Por favor, dejen de llorar. Shhh. Ya, ya..."

Doyeong, que los estaba lamiendo en la cabeza, sin saber exactamente qué hacer para que no lloraran, rápidamente sacó un paquete de leche materna del refrigerador y comenzó a prepararla. Ya habían pasado dos meses desde la última vez que lactó para ellos así que, en lugar de leche de sus pechos, los niños llenaban sus estómagos con leche de donantes de otros pueblos que su madre había comprado en secreto en el exterior.

Su cuerpo no era diferente al de antes de dar a luz, pero no era el mismo que cuando no tenía a los niños. No es que estuviera conspirando con sus padres para mentirle a su prometido sobre el nacimiento de sus bebés pero resultaba que Doyeong en realidad no tenía otra opción. Por lo tanto, antes de que su prometido regresara a Corea, había jurado que iba restaurar su apariencia al mismo nivel que tenía antes de embarazarse para que no sospechara nada de lo que había pasado. Claro, por fortuna su prometido no había visto su cuerpo desnudo todavía y ya que fue bastante fácil borrar las huellas del parto, empezó a creer que podría funcionar al menos por algún tiempo. No obstante, sin ninguna medida específica, el repentino regreso de su prometido y esta visita a su casa fueron tan inesperados que lo agarraron con la guardia baja.

Los pasos de Doyoung hacia el microondas para calentar la leche materna para los bebés se detuvieron de repente.

"¡Pack!"

"..."

Escuchó el sonido de algo cayendo.

Los ojos de Doyeong se abrieron de golpe y notó que había dejado de respirar. No sabía qué hacer, así que dejó el paquete de leche materna tirado por allí y miró con urgencia hacia la puerta y a los bebés que lloraban en la cama.

Un gato viviendo en la guarida de un tigre.(Traducción Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora