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La sólida puerta de hierro fijada a la pared alta se abrió fácilmente gracias a las órdenes de su antigua suegra. Luego, sin despedirse de los guardias, bajó desde la colina donde estaba ubicada la mansión y siguió derecho hasta llegar al sitio donde recordaba haber visto un camino la última vez. A veces iba por lugares diferentes a los establecidos o daba vueltas extrañas y muy largas porque pensaba que el tigre podría cambiar de opinión de un momento para otro e intentar capturarlo por la fuerza como lo había hecho estando en celo. Pero, cuando le empezaron a doler las espinillas por su caminata, abandonó el bosque y se reincorporó al sendero que era mucho más fácil y plano que ir saltando hierbas todo el bendito tiempo hasta un punto en que ya ni siquiera sentía los pies o soportaba los zapatos.

Y entonces, cuanto más ligero se volvía el olor a tierra y cuanto más seguro estaba de que no lo venían persiguiendo, de repente se volvió hacia la mansión que había abandonado y observó la puesta de sol que coloreaba de rojo la lejana cresta de la montaña y también, la estructura que estaba justo debajo, escondida entre los árboles y las cercas de tal manera que le hacía ver increíblemente imponente. La guarida del tigre. Doyeong miró en esa dirección por un tiempo bastante largo, casi como si intentara ver a través de las ventanas, y se secó las lágrimas que de repente habían empezado a caer tan constantes como para no lograr secarlas ni con las mangas de su abrigo.

"Ugh... Ah, ah."

¡Era una completa estupidez lo que le estaba pasando ahora!

Finalmente había obtenido la libertad que tanto había deseado por lo que, lógicamente debería sentirse feliz por escaparse, estar agradecido y completamente liberado por el hecho de no soportar ni a Seohan ni a su familia de nuevo por lo que le quedaba de vida pero, en realidad, resultó que no era para nada como se lo imaginó la primera vez e incluso le hizo sentir un poco de arrepentimiento por el hecho de correr sin tener un plan o un lugar en el que refugiarse para proteger a sus niños.

Entonces se limpió la cara de nuevo y recogió una canasta que parecía ser el doble de pesada que cuando la levantó por primera vez estando en la recámara. De hecho, ahora que lo había pensado bien, pasó bastante tiempo desde que los niños se fueron a dormir por lo que eso significaba que en algunos minutos se despertarían y pedirían leche mientras lloraban y gritaban con toda su fuerza. Moviéndose de un lado a otro hasta que iban a intentar saltar fuera. Además, tenía que encontrar un lugar donde pudieran dormir antes de que el sol se pusiera por completo y cayó en cuenta de que estaba perdiendo el tiempo como un imbécil cuando tenía que preocuparse solo por los niños. Es decir, siempre hacía frío en las montañas por la noche y era un gran problema si la temperatura corporal de los bebés comenzaba a bajar tanto como para no poder calentarlos ni siquiera utilizando las mantas que había traído entre su equipaje.

Apresuró sus pasos de nuevo. Estaba oscureciendo y era evidente que el viento se había hecho muchísimo más fuerte que antes por lo que Doyeong sacó su teléfono celular y por supuesto, su primer instinto fue buscar el número de su madre para pedir que viniera por él y lo llevara hasta la casa.

"..."

Sin embargo, la mano del gato, que intentaba presionar el botón de llamada, no se movió ni un centímetro después de eso y en su lugar, se apartó hasta que la pantalla volvió a pintarse completamente de negro. Después de todo ¿Qué debería decirle? ¿Por dónde debería empezar a explicar la razón por la que había roto con el compromiso? ¿Debía decir la parte en qué el padre de los niños era Seohan o el hecho de que todos en esa casa eran unos completos criminales? Pero cuando recordó a la mujer guardando casualmente la gran suma de dinero que el tigre le había dado, y a su padre actuando como si no tuvieran preocupaciones sobre la jubilación después de que se comprometiera, no pude presionar el botón para pedir ayuda ni tampoco, confiar en ellos como lo hubiera deseado al tratarse de su familia.

"A ver..."

Doyeong entonces sacó su billetera. Era un trozo de tela desgastada que nunca había utilizado desde que salió de casa y que obviamente no tenía ni efectivo o tarjetas de crédito. De hecho, solo contenía un par de monedas que eran el dinero sobrante del último café que compró en Seúl por lo que no alcanzaba ni siquiera para pedir un taxi que lo llevara al centro.

Y cuando vino el momento de cerrar su billetera para lanzarla entre los arbustos, ¡Entonces finalmente pudo escuchar el sonido de un auto cerca de la carretera por la que había pasado hace apenas un par de segundos! Giró su cabeza en dirección al sonido que venía de la derecha pero los faros del vehículo golpearon dolorosamente los ojos de Doyeong hasta hacer que no pudiera reconocer el color, el modelo o a la persona que venía manejando. Aunque a juzgar por la dirección que venía siguiendo, era un coche que estaba saliendo directo de la mansión por lo que, asustado, se retiró al arcén para evitarlo y se preparó para huir hacia las montañas en caso de que tuviera que hacerlo para proteger a sus bebés de lo que posiblemente era una amenaza enviada por el tigre.

Pero en ese momento el automóvil se acercó hasta donde estaba parado y bajó la ventanilla casi en su totalidad para permitirle escuchar una voz que le llamaba desde dentro:

"¡Corre o los niños van a enfermarse!"

De una manera que le resultó bastante conocida. 

Tan pronto como giró la cabeza de nuevo, el señor Joo salió del auto y extendió las manos.

"Vamos, Doyeong. No hay tiempo. Te llevaré a mi ciudad natal por ahora ¿Está bien?"

Pero tenía una expresión de completa lástima en su rostro.

Un gato viviendo en la guarida de un tigre.(Traducción Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora