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Zaira.

Ultima instancia de este largo camino. Espero que sin retorno. Escucharé aquella sentencia que he esperado por tantos años, y la que hubiera esperado que recibieran otros. Presenciaré el final del camino, mis ojos y mis oídos verán y oirán lo que tanto han esperado. Una condena.

Siete años y cuatro meses pasaron desde que abrí las puertas al horror. Aquel medio día de domingo, con las facturas para merendar luego de comer los ravioles con salsa boloñesa de mi madre. Con la ultima pieza del auto a escala que mi padre armaba junto a mi todos domingos, desde que editorial Salvat lanzó el Ford Tanus 1:18, colgando de mi mano derecha.

Siete años y cuatro meses desde que abrí aquella puerta y encontré a mi padre sobre el suelo completamente cubierto de sangre. A mi madre con un tiro en su cabeza. La casa revuelta y destrozada.

El juez llama a Domingo Moretti, a Ricardo y Fernando Lombardi para recibir el dictamen de su sentencia. Los tres oyen, como todos, los años que permanecerán encerrados. No volverán a ver la libertad. Morirán dentro de cuatro paredes, solos y abandonados, sin derecho a reclamar la reducción de condena. Por alevosía, por premeditación, por dolo eventual y culpa. Por homicidio calificado.

Ni los aplausos, ni las felicitaciones me devolverán a mis padres. No le devolverán la vida a Victoria Fiorucci. No le devolverán a Priscila López sus largos años de exilio, ni el temor, ni el dolor del desarraigo. No le devolverán a mi tía Rosa a su hermano y a su cuñada. A mi abuelo Ciro, a su hijo.

Sujeta de las manos que me dicen: No estás sola cariño, aquí estoy. Son las mismas manos que me sujetan cuando me sentí desfallecer al escucharlos decir sus ultimas palabras frente a todos. Las mismas que ahora me sujetan sin importarle aquel gran y estruendoso sonido salir de algún arma de fuego.

* * *

Un mes a tras.

Elegimos la casa indicada para los tres. Después de buscar tanto, logramos encontrar la casa perfecta. Eliel tendría un hermoso parque donde jugar.

Los globos colgando por toda la sala, y los adornos cerca de la mesa central donde se ubicará en el centro la torta de cumpleaños. Ángel Eliel Dumont Lombardi tendrá su primer cumple a lo grande.

- Amor no te parece qué es mucho?.- Pregunta Alondra rodeando mi cintura desde mi espalda.- No quiero imaginarme cuando cumple los 18 años.

- Voy a tener que esforzarme todos los años para superar el anterior.- Contesté clavando la ultima paleta de dulce a un adorno.- No creo que sea demasiado. Es lo justo...Es su primer añito amor.

Nuestros familiares y amigos comenzaron a llegar para festejar el primer años del nacimiento de nuestro niño. Cada uno de ellos fueron participes de su crecimiento. Entre ellos se encontraban mis suegros. Hace unos mese atrás acepté reunirme con ellos. Obviamente bajo mi techo, bajo mis reglas. Lo que pensé que terminaría en una interminable guerra de poderes, terminó siendo un encuentro de disculpas y de conciliaciones. Roberta, mi suegra comprendió que no le quitaría jamás el derecho de ver a su nieto crecer, y de formar parte de la vida de su hija. Luca resultó ser mediador y mi cómplice. Aun recuerdo la cara de enojo de mi esposa al llegar a casa y encontrarnos a su padre y a mi viendo la final de la Champions League. Yo soy hincha del Atlético de Madrid y mi suegro del Manchester City. La hemos liado parda. Festejamos más de la cuenta.

Encendimos la única velita que contenía la enorme torta de cumpleaños que encargué un una panadería. Los invitados comenzaron a cantar la típica canción de festejo, pero los ojos de Alondra y los míos se conectaron automáticamente. Desde muy temprano nos hemos sentido muy sensibles. Recordamos el nacimiento de Eliel y todos aquellos sentimientos sanados en el proceso. Sus miedos y los míos. Un año después vemos a nuestro hijo cumplir su primer año de vida sonriente, queriendo meter sus pequeñas manos en la colorida torta.

Huye...De Mi. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora