La campanita sobre la puerta sonó con esa energía desordenada que solo los adolescentes pueden cargar encima. Era como si la tarde, aún tibia, se colara con ellos entre carcajadas, pasos acelerados y el olor de las hojas secas que arrastraban sus zapatos.
—¡No empujen! ¡Kennedy, te lo juro, si me haces caer otra vez…!
—Fue una vez, Sakura, suéltalo ya.
—Kuro, no te sientes allí, es donde Yuta siempre se sienta.
—¿Y qué? ¿Lo invoqué o qué?
Reí por lo bajo desde la barra mientras sacaba otra ronda de pastel de calabaza. Me encantaba cuando el ambiente se llenaba así, de ideas y juventud. Mis chicos —porque sí, aunque fueran empleados y estudiantes, ya eran “mis chicos”— traían consigo una vitalidad que me mantenía despierta incluso en días donde mi cuerpo quería rendirse antes de tiempo.
Acomodaron mesas, arrastraron sillas, empezaron a sacar sus libretas con dibujos, mapas mentales, y hasta una laptop vieja que Kuro siempre llevaba consigo. En una esquinita, Noulan decoraba su hoja de apuntes con calaveritas sonrientes y frases como “¡Bienvenidos al rincón del espanto!” en letras exageradamente góticas.
—¿Y bien? —pregunté mientras me apoyaba con una mano en la cadera— ¿Ya tienen una idea clara o van a usar mi local como zona de guerra otra vez?
—¡Es por una buena causa, Suyen! —gritó Noulan sin dejar de dibujar— Vamos a ganar el premio este año, lo juro.
Yuta apareció por la puerta del almacén con una caja de servilletas bajo el brazo y una media sonrisa en los labios. Sus ojos fueron directo a mí, como siempre. Se acercó por detrás y me pasó una mano por la cintura en un gesto tan natural que apenas lo noté. Pero claro, ellos sí.
—Ya llegaron —murmuró.
—Sí, y vienen con toda la intención de transformar esto en un castillo embrujado.
—Hm. Entonces será una tarde interesante.
Los chicos hicieron espacio cuando nos acercamos, Yuta se quedó de pie, con esa presencia tranquila y reservada que tanto intimidaba a Kuro. Lo noté al instante: el chico intentaba parecer relajado, pero cada vez que Yuta se inclinaba a mirar los planos o sugerencias, él se tensaba como si esperara que le leyeran la mente.
—Ok, entonces, escuchen —dijo Sakura, tomando la voz de mando como siempre que las cosas se ponían serias—. El tema será una “Cafetería del Terror”, con varios sectores según diferentes tipos de miedo: miedo psicológico, sobrenatural, físico…
—¿Y miedo a reprobar matemáticas cuenta? —preguntó Shousa desde su rincón sin mirar a nadie.
—Cuenta, pero no creo que se vea muy visual —respondió Kennedy, con una pequeña sonrisa.
Me reí mientras me sentaba en una banqueta junto a ellos. Yuta se quedó detrás, apoyado contra una columna con los brazos cruzados, escuchando todo con atención. No decía mucho, pero cuando lo hacía, todos se callaban.
—Podrían usar luces de tonos cálidos en la entrada, para dar una falsa sensación de seguridad —sugirió Yuta de pronto— y luego pasarlos por un pasillo más oscuro, donde los sonidos sean más fuertes y menos previsibles.
Todos se voltearon a verlo.
Noulan alzó una ceja:
—¿Cómo sabes tanto sobre generar tensión…?
—He leído muchas novelas —respondió él, sin moverse ni un centímetro de su postura.
Yo disimulé una carcajada.
—¡Me gusta! —gritó Noulan, apuntando en su libreta— Pasillo oscuro con sonido ambiental. También podemos hacer que huela raro, ¿no? Como a moho o madera vieja.
—Yo puedo encargarme del aroma —dijo Kennedy con calma—. Tengo acceso a varios aceites esenciales.
Mientras discutían sobre disfraces, sustos programados y efectos especiales, mi mente se distrajo un poco mirando a Yuta. Había algo curioso en cómo se integraba con ellos. Sin decirlo, los cuidaba. Observaba cómo se sentaban, si alguno se veía cansado, si Kuro empezaba a fruncir el ceño cuando no entendía algo. Siempre pendiente.
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꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu
Fanfiction"¿Posesivo? Solo estoy cuidando de ti para que sigas a mi lado"
