Rumores y teorías.

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Hay algo profundamente satisfactorio en verla antes de que abra las cortinas.
Su cabello todavía revuelto, los ojos hinchados de sueño y una expresión tan dulce que me hace preguntarme si realmente necesita abrir el local. Podríamos vivir solo de mirarla bostezar.

Pero claro, Suyen no sabe estarse quieta.
Ni aunque el bebé se lo pida.

-No cargues eso -le digo, por tercera vez esta semana.
Y como siempre, me sonríe como si yo fuera el exagerado y no la mujer embarazada con más antojos y ganas de hacer todo sola en el mundo.

-Es solo una caja con pan...
-...que pesa más que tú. Dámela.

Ella rueda los ojos, me la pasa (con un "no eres mi jefe" susurrado, muy infantil), y sigue caminando como si no estuviera a medio construir otro ser humano dentro de sí.

Los gatos nos siguen.
Uno se sube al mostrador. Otro se tira al suelo como víctima de una novela trágica. El más pequeño le muerde el pantalón a Kuro mientras este intenta prender la cafetera.

-¡Ya, suélteme! ¡Este gato me odia!

-Ese gato te ama -respondo sin mirar, mientras acomodo el cartel del menú.

-¡Me atacó, Yuta-san!
-Eso hace con todos los que quiere. Pregúntale a Suyen.

Ella asiente, escondiendo una risita. Lo sé. Está disfrutando. Yo también.

Noulan entra rodando con los patines que prometió "usar solo en casa". Gira como si estuviéramos en una pista de hielo.

-¡BUENOS DÍAS! Hoy soñé que servía café con mi aura. Creo que era un presagio.

-Creo que era un aviso para que no rompas otra taza -Shousa murmura desde la esquina, donde limpia como si fuera un espíritu vengador.
La aprecio. Mucho. Y me aterra un poco.

Sakura llega puntual. Siempre.
Ella no habla mucho, pero su forma de colocar las cucharas en fila me dice que me tiene cariño.
Kennedy le da los buenos días a Suyen, luego a mí, y acto seguido toma la libreta con las reservas.
Responsabilidad: 10/10. Aprobado por mí.

Yo... sigo a Suyen como una sombra. No una molesta. Una útil.
Le paso la jarra de leche antes de que la busque.
Le alcanzo las toallas nuevas porque vi que se le estaban acabando las otras.
Le acerco un banquito cuando la noto más cansada, aunque finge que no.
Y cada vez que sonríe a un cliente, me dan ganas de declarar guerra a todo aquel que la haga fruncir el ceño.

Es un día común.
Pero con ella...
Hasta los días comunes me dejan sin aire.

Ya ha pasado una hora desde que abrimos.
El local huele a café recién hecho, vainilla tibia y gatos con complejo de realeza.

Suyen está concentrada en la barra, rodeada de tazones, espátulas y azúcar glas como si estuviera preparando un hechizo.

-¿Vas a invocar algo dulce o solo vas a robarte el glaseado de nuevo? -pregunto, apoyándome al lado de ella.

Ella ni me voltea a ver. Solo saca la lengua y se la pasa por el dedo, probando el glaseado como si no acabara de comerse una galleta hace cinco minutos.

-No estoy robando. Estoy probando calidad.
-¿Calidad o excusa?
-Excusa calidosa.

Se ríe y, por un segundo, me olvido del resto del mundo.
Hay azúcar en su mejilla. Muy sutil, casi imperceptible... pero está ahí.

Me acerco sin decir nada, limpio con el pulgar y la beso justo después.
Un toque rápido. Una costumbre. Un recordatorio.

Ella parpadea, sorprendida, como si no lo esperara.
Me gusta cuando la descoloco.
Me hace sentir que todavía puedo sorprenderla.

꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora