"Señor Yuta".

68 8 3
                                        

El tintineo de la última campanilla marcó el final del día. El suave aroma a café aún flotaba en el aire, mezclado con la tenue fragancia de vainilla que solíamos usar para aromatizar el salón justo antes del cierre. Yuta ya estaba aquí, como siempre, una hora antes del cierre. Su puntualidad era una especie de ritual: llegaba, se lavaba las manos, saludaba a todos con una ligera reverencia y comenzaba a organizarse detrás del mostrador como si fuera uno más del equipo.

Yo estaba revisando la agenda de pedidos para la semana siguiente cuando lo vi sacar su cartera.

Ese pequeño gesto, en apariencia insignificante, fue el principio del caos.

—¡¿QUÉ ES ESO?! —exclamó Kuro, tan fuerte que me hizo soltar el bolígrafo.

Yuta, desconcertado, levantó la mirada mientras extraía varios billetes perfectamente doblados y un par de tarjetas de crédito. No cualquier tipo de tarjetas. Aquellas cosas parecían sacadas de una película futurista: bordes dorados, logos que yo ni siquiera reconocía, y una que brillaba con un degradado iridiscente que no dejaba ver ni el nombre impreso.

—¿Por qué eso brilla como si tuviera piedras preciosas? —preguntó Noulan, caminando de puntitas como un niño chismoso que intenta mirar por encima del hombro de un adulto.

—¿Qué banco emite eso? ¿Es un banco? ¿Eso es una tarjeta de crédito o una llave para entrar al cielo? —añadió Kennedy, levantando una ceja.

—…eso ni siquiera suena cuando la mueve. Es como... silenciosa. Eso no es normal —murmuró Shousa, ladeando la cabeza.

Sakura, por otro lado, simplemente se quedó paralizada, mirando la billetera como si fuera un artefacto sagrado. Yuta, con una leve gota de sudor bajándole por la sien, intentó guardar rápidamente las tarjetas de vuelta en su cartera, pero fue demasiado tarde.

Kuro ya estaba apuntando con el dedo, con la expresión de quien acaba de descubrir un secreto nacional.

—¡Ajaaaaaá! ¡Lo sabía! ¡Usted no es un simple maestro! ¡Señor Yuta, díganos la verdad! ¡¿Es millonario, verdad?! ¡¿Tiene una empresa secreta?! ¡¿Es parte de la mafia?! ¡¿Un príncipe exiliado de algún país europeo?!

—Kuro… —suspiró Sakura, aunque tenía una sonrisa cómplice en los labios.

—¡Díganos algo! ¡Lo vimos llegar en ese coche negro con vidrios polarizados! ¡Eso no es un auto de alguien que da clases en secundaria! —siguió Noulan, ya completamente desatada.

Yuta se quedó de pie, aún con la billetera en mano, mirando a todos con una mezcla de resignación y vergüenza. Se giró hacia mí, como si buscara ayuda. Le sonreí y encogí los hombros. Esta vez no podía salvarlo. Había sido descubierto.

—Es solo... una tarjeta —murmuró él, pero nadie lo escuchó.

—¡Claro que no, Señor Yuta! —insistió Kuro, usando un tono completamente teatral—. ¡Eso es una Black Card! ¡Vi un video en internet! ¡Esas ni siquiera las puedes solicitar, te las dan! ¡Las eligen! ¡¿Lo eligieron, Señor Yuta?!

Me llevé la mano a la boca para ocultar la risa. El respeto que todos le tenían hacía que cada palabra que decían fuera precedida por un solemne “Señor Yuta”, lo que solo hacía todo más gracioso.

—¿Nos puede llevar de vacaciones? —preguntó Noulan, directamente, sin ningún tipo de filtro.

—¿Puede adoptar a mi familia? —añadió Kuro, ganándose una mirada incrédula de Shousa.

—¿Qué hace realmente, Señor Yuta? —intervino Kennedy, más tranquilo, pero con el mismo brillo curioso en los ojos.

Yuta desvió la mirada, como si pudiera escapar de todos los ojos sobre él.

—Trabajo en el área de... seguridad —dijo, como siempre.

—¡¿Qué tipo de seguridad paga con una tarjeta que parece diseñada por Tony Stark?! —gritó Kuro.

Yuta soltó una risa, baja y suave, pero real. Se pasó la mano por el cabello, un poco desordenado, y negó lentamente.

—Suyen les dijo que era maestro —dijo, mirándome con una ceja levantada.

—Técnicamente, lo eres —respondí, encogiéndome de hombros.

Entonces los empleados se giraron hacia mí con la misma intensidad de interrogatorio.

—¿Cómo lo conoció, Suyen? ¿Lo sabía desde el inicio? —preguntó Sakura, con sus ojos brillando de emoción contenida.

—¿Él la salvó de una mafia también? ¿Fue una misión secreta? —insistió Kuro.

—¿Tuvo que hacerse pasar por un cliente y luego se enamoraron? —añadió Noulan.

Sentí mis mejillas arder, pero antes de que pudiera responder, Yuta se aclaró la garganta.

—Basta —dijo suavemente, pero con ese tono que usaba cuando la autoridad le brotaba sin esfuerzo.

Todos se quedaron en silencio por un segundo.

—Es suficiente por hoy —añadió—. Y agradezco el respeto… pero no se pasen con las teorías, que luego a alguien se le va a ocurrir escribir un libro con esto.

—¿Y si ya lo estamos escribiendo? —preguntó Noulan con una sonrisa pícara.

—Noulan —dijo Yuta, suspirando, y aunque intentaba verse serio, le temblaban los labios por no reír.

Lo miré de reojo. Había una ternura escondida en su mirada mientras veía a cada uno de los chicos.

A Kuro, tan imprudente como siempre, pero con un corazón tan grande como su voz. A Sakura, que manejaba todo con calma y eficiencia, más madura que muchos adultos. A Kennedy, que cuidaba de mí como si fuera su hermana. A Noulan, cuya energía parecía no acabarse nunca y que me recordaba a veces a lo que Yuta quería para nuestro hijo: una vida sin miedo. A Shousa, silenciosa, observadora, que al principio había intimidado a Yuta, pero que él ahora veía como una calma necesaria entre tanto alboroto.

Sí, los quería. Tal vez nunca lo diría en voz alta, pero los cuidaba con una atención casi fraternal. Y aunque no lo dijeran tampoco, todos lo querían a él. Incluso con sus silencios, su seriedad, sus misterios. Era parte de la familia.

—Gracias por su trabajo —dijo finalmente Yuta, y repartió el pago con una reverencia.

Todos, incluso Shousa, sonrieron. Y aunque seguían murmurando entre ellos mientras se guardaban el dinero, ya no hubo más preguntas.

Por ahora.

Aunque por la forma en que Kuro le guiñó el ojo a Sakura antes de salir, sabía que esto no había terminado.

Ni de cerca.

꧁༒¿𝘗𝘳𝘦𝘰𝘤𝘶𝘱𝘢𝘤𝘪ó𝘯?༒꧂ Yuta Okkotsu Donde viven las historias. Descúbrelo ahora