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TIEMPO EN FAMILIA

MATTHEO RIDDLE

Estaba acomodando mis cosas en el cuarto que compartía con mi hermano. Lamentablemente era una cama grande así que me tocaba que dormir con él. Nunca había compartido cama o cuarto con él, será demasiado incómodo.

Estábamos en silencio, cada quien en lo suyo. Él leyendo un libro y yo acomodando mis cosas, cada quien metido en su mundo.

— Mattheo —El silencio lo rompe haciendo que mis ojos lo miren— ¿Hace cuanto no comemos maduro? —.

Mi cuerpo se tensa de una manera veloz haciendo que mi respiración se detenga un momento. Miro al suelo intentando evitar esa sensación pero era inevitable.

— Tom... —.

— Se que tú también lo sentiste —Me dice mirándome con esos ojos fríos y muertos.— No soy ciego como para no notarlo —.

La última vez que comimos maduro fue cuando nuestra madre estaba con vida. Ella nos cocinaba mientras padre se recuperaba de una pelea que había perdido, le encantaba hacernos maduro y le encantaba más que nosotros disfrutáramos su comida.

— Se que no podemos sentir eso —hace una pausa— Pero será nuestro secreto —.

Me sorprendía como Tom iba a desobedecer a mi padre, nunca lo hace, es el hijo favorito.

— No te creo un carajo —suelto con una risita, creo que esto es un juego de Padre, porque a mí no me agarra de rata.

— Tu mismo viste mis ojos cuando la señora Grindelwald me hizo la pregunta —Tenía razón, era imposible no notarlo— repito, es un secreto que queda entre tú y yo porque sabes que es por el bien de los dos —termina de hablar y vuelve a su libro haciendo que el silencio vuelva a la habitación.

Tom tenía razón, padre no se podía dar cuenta lo que sentimos o pasó, nos hará daño o peor, nos puede matar.

Tocan la puerta tres veces haciendo que yo mire hacia la antes mencionada, me acerco y la abro dejándome ver a mi amigo Thom.

— Oigan, quería saber si quieren ir con nosotros al gran salón para que no estén encerrados en el cuarto todo el tiempo —.

— ¿Quienes están allá? —preguntó.

— Todos, mis padres y mis hermanos
—Eso significaba que Ángeles estaba allá también.

No me dirigía la palabra ni en su propia casa, hoy me miraba con asco y eso en el fondo me hacía molestar, no me gustaba que lo hiciera.

O tal vez te duele.

No, no podía ser eso, es imposible.

— ¿Qué dices Tom? —preguntó mirando a mi hermano el cual deja su lectura y se levanta con su libro en la mano.

— Vamos, estar encerrado me agobia un poco —.

Lo mire con extrañeza, a él le gustaba leer solo y encerrado. Me sorprende su decisión pero decidí no darle importancia, debería pero mi cabeza estaba pensando en otra cosa.

O en otra persona...

Al seguir a mi amigo al gran salón, empecé a notar en los pasillos muchas fotos familiares. Eso hizo que algo dentro de mí se destruyera totalmente haciendo que mis ojos se aguaran cada vez que pasaba por cada foto. Mi atención llegó a una, al de una niña pequeña con un disfraz de bailarina de ballet. Se le veía una sonrisa de oreja a oreja y sus ojos cafés claros brillaban como si estuviera viendo muchas estrellas.
Sonreí al saber que era Ángeles la de la foto, sus ojos eran exactamente los mismos.

ADDICTED BROWN EYES M.R.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora