Capítulo tres.

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La mirada de mi abuela ardía como fuego verde, y su voz a pesar de su avanzada edad tenía la capacidad de hacerme bajar la mirada, como sólo Christian Grey había conseguido que hiciera alguna vez.

-Todavía no he oído una respuesta, Nadia, y la estoy esperando -continuó hablando mi abuela en su idioma materno- ¿Se puede saber qué te ocurre? Llevas unos días que pareces en otro mundo, y...

-He recibido una carta, abuela... Una beca de la universidad a la que quería ir -le expliqué con la voz ronca y los ojos llorosos.

Ella, inocente, sonrió con felicidad y al instante su expresión de enfado cambió por completo, difuminándose y adoptando una alegre. Me envolvió en un abrazo y me dio un beso en la mejilla mientras yo me hundía entre sus brazos, buscando un consuelo que ni siquiera ella sabía que me estaba dando.

- ¡Pero eso es genial, cariño! -dijo ella, limpiándome las lágrimas que creía de felicidad-. Estoy muy orgullosa de ti, quizá incluso pueda ir un día de estos a ver cómo es y...

- Abuela -supliqué con la voz que callase; cada palabra que decía me dolía todavía más. ¿Por qué me era tan difícil decírselo a ella? ¿Si me costaba horrores contárselo a mi abuela, cuánto me costaría decírselo a Alex? -. La beca que quería era de la Universidad de Humboldt...

Mi abuela palideció al instante en que entendió lo que le decía. Sus ojos verdes brillaron confusos y a la vez se inundaron de lágrimas al entenderlo por fin.

-Esa fue la Universidad en la que estudió tu madre, Nadia... -dijo con voz ahogada-, está en...

Un sollozo salió de entre mis labios antes de que acabara la frase. Esa Universidad estaba en Alemania, y yo deseaba ir allí con todas mis fuerzas. Mi abuela me envolvió en un gran abrazo lleno de consolación y entendimiento.

-No me lo perdonará -sollocé contra su cuello-, ¡Si me voy... nuestra relación se romperá!

Ella empezó a susurrarme palabras de ánimo contra mi cabeza, y comenzó a balancearse suavemente como solía hacer cuando de pequeña me despertaba en medio de la noche porque había tenido alguna pesadilla.

-Vuestra relación no puede romperse por esto, mi niña... Él entenderá y sabrá esperarte -susurró con la voz ronca-. Si confiáis en vosotros, todo será posible.

Confiaba en Alex más que en mí misma, y no tenía ninguna duda sobre ello... Pero eran dos años los que tenía que pasar alejada de él, y sabía que si me marchaba nada volvería a ser lo mismo. Además, habían muchas chicas rondándole, y no soportaría que se acercaran a él mientras yo no estuviese cerca. ¡Me estaba muriendo de celos con sólo pensarlo!

- No, abuela... Si subo en ese avión, sé que nada volverá a ser lo mismo -dije con la voz rota y los ojos llenos de lágrimas-. Tengo que elegir... Y, elija lo que elija, voy a salir escaldada igual...

-Mi pequeña niña...-susurra con pesar mi abuela, besándome la frente-. En ese caso sólo tú puedes elegir lo que quieres, si quedarte aquí y olvidarte de tu sueño... o subir a ese avión y olvidarte de tu amor.

-No puedo elegir, abuela... No... No puedo -dije con la barbilla temblorosa-. Y tampoco puedo pedirle a Alex que venga conmigo, ¿qué clase de persona sería si le pongo en esa situación? ¡Tendría que abandonar sus estudios y a su familia durante dos años por mí!

Mi abuela suspiró y negó con la cabeza.

-Eso debería decidirlo él, al igual que tú estás intentando decidir tu futuro... Háblalo con él, mi niña, y cuanto antes lo hagas mejor... En estos dos años he aprendido que lo que menos le gusta a un Grey, después de la mentira, es que le mantengas en la ignorancia.

Yo la miré asustada, pero asentí levemente. Hablaría con él, hoy mismo... Y le contaría todo lo que necesitaba decirle.

* * * * * * * * * *

Cuando escuché la puerta de entrada abrirse, sentí como mi corazón empezaba a ir más rápido de lo normal. Oí las voces de mi abuela y Alex hablando en el portal y, segundos después, como Alex subía las escaleras.

Llevaba una hora pensando en cómo iba a decírselo, pero en cuanto abrió la puerta de mi habitación y me miró con aquellos profundos ojos azules, me quedé en blanco. Siempre me sucedía lo mismo cuando él andaba cerca: olvidaba todo lo de más, y en lo único que podía pensar era en lo guapo que era y lo sexy que se movía.

Se había puesto una camiseta azul marino que hacía resaltar el color de sus ojos y el de su pelo, y que por supuesto también resaltaba la fuerza de sus músculos. Se había cortado el pelo recientemente, y ahora su rostro parecía todavía más masculino de lo que ya lo era antes. Me mordí el labio cuando vi que llevaba esos vaqueros. ¡Me volvía loca!

Subí mi mirada hacia su rostro y tragué saliva al ver que su mirada resplandecía de forma oscura. Un leve sonrojo se extendió por mis mejillas cuando él se acercó a mí y, hundiendo sus manos en mi pelo, me besó con profundidad. Gemí contra sus labios y él jadeó cuando nos quedamos sin aire; desde que había recibido la carta no nos habíamos besado así, y no podía aguantar mucho más.

-Alex tenemos que...-cogí aire y di un paso hacia atrás, alejándome de la tentación que eran sus labios-. Tenemos que hablar.

Él gimió y se llevó las manos a la nuca, mirándome con la cabeza ladeada.

-Nadia... -dijo él con una sonrisa entre pícara y avergonzada- ¿Tiene que ser ahora? Hace mucho que...

Yo fruncí el ceño cuando no terminó la frase, pero cuando movió ligeramente la cabeza y señaló hacia su pantalón, me sonrojé.

-Sí, tiene que... Ser ahora -dije con la voz entrecortada, sintiendo como me humedecía-. Tenemos que hablarlo, y cuanto antes... Mejor.

Él se lamió los labios y suspiró antes de asentir. Cuando nos sentamos sobre el colchón, la culpa me reconcomió por dentro.

-¿De qué es de lo que tenemos que hablar, Nadia? -Preguntó Alex seriamente al darse cuenta de mi cambio de humor.

¿Cómo podía decírselo? ¿Cómo contarle todo sin hacerle daño?
Miré su rostro y me mordí el labio, indecisa.

-Alex yo... Yo... Te he mentido -comencé a decir con voz temblorosa. Su rostro brilló confuso-. Sí he recibido una respuesta a las becas que solicité, pero... -Mi voz empezó a romperse y mis ojos a humedecerse-. La única que me interesa es... La de Humboldt -su rostro palideció-, Alex si acepto, tendré que marcharme.

LAMENTO QUE SEA TAN CORTO, PERO HE TENIDO QUE ESCRIBIR DESDE EL TELÉFONO Y ME DUELE LA CABEZA T.T Intentaré subir mañana el siguiente :(

Nuestra historia continúa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora