Capítulo treinta y uno.

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-¿Quiere que vaya a una fiesta de tu querido novio? -dijo Edwin con irritación.

Yo tragué saliva y asentí ligeramente, recordando que Alex tampoco había tomado nada bien que le pidiese que Edwin me acompañara horas atrás. Según sus palabras: "No quería a un alemán molesto rondándome"... Pero de ningún modo iba a dejarle en casa.

La familia Grey había preparado una fiesta navideña, -una gran e importante fiesta navideña-, y habían invitado a sus más allegados, incluyendo a mi abuela, a Sara y a mí. Y por lo tanto, no iba a dejar a Edwin solo... por muy terco que se pusiera.

-Será dentro de dos días, así que tienes tiempo para conseguir un traje... Además, todo el mundo va a ir -dije mientras me sentaba a la mesa-, va a ser genial, y te prometo que si ocurre algo incómodo, nos iremos de allí al instante.

Él refunfuñó y se cruzó de brazos, dando una expresión de niño enfurruñado. Sonreí.

-Habrán chicas guapas, Edwin... Sólo tendrás que sonreír para tenerlas a tus pies -le intenté tentar, pero sus palabras mataron toda la diversión que había en mí.

-Yo sólo quiero a una, pero parece estar eclipsada por su rico y arrogante novio -dijo él con un tono amargo. Mi estómago se apretó y él, segundos después de un incómodo silencio, asintió-. Iré a la maldita fiesta, Nadia.

Yo me quedé en silencio, sintiendo un sabor amargo en la boca del estómago. Mirando a aquel rubio que se había convertido en un hermano mayor para mí, maldije cuando él mismo me afirmó lo que los demás me decían: que yo le gustaba.

Sin embargo, el espacio que tenía él en mi corazón era muy distinto, y odiaba no poder darle lo que él quería... Porque ya se lo había dado a otro.

-Lo siento, Edwin -dije en voz alta antes de que él saliera de la cocina. Mi abuela estaba de compras con Nerea, su relación no se había roto a pesar de lo que ocurrió con Alex... Y en este momento agradecía el momento de intimidad-. Lamento no poder corresponderte, yo... Alex siempre fue el hombre que amé, y sé que siempre será así.

Él sonrió con tristeza, partiéndome el corazón. Edwin no merecía esto, no lo hacía... Pero tampoco podía darle esperanzas. Mis sentimientos eran claros, y a pesar de que quería muchísimo a aquel hombre, no lo hacía como él lo hacía.

-Lo sé, Nadia. Incluso desde antes de enamorarme de ti, lo sabía -se rió de manera amarga y negó con la cabeza-. Hace unos años, mi tía me advirtió que un día conocería a una chica que me haría pagar por mis andadas de mujeriego -sus ojos claros me atravesaron e hizo una mueca-. Al final, la maldita tenía razón.

Quise llorar al verle tan serio, pero me quedé inmóvil mientras él salía de la cocina. A pesar de las ganas que sentía de seguirle, sabía que mi presencia no le haría ningún bien... Y eso fue lo único que lo impidió.

Limpiándome una pequeña y rebelde lágrima, mi teléfono empezó a sonar en mi bolsillo y lo saqué con rapidez.
Al ver quien era, contesté al instante.

-Alex -mi voz sonaba algo ronca. Me la aclaré y lo intenté de nuevo-: ¿Qué ocurre?

Sólo hacía un par de horas que me había dejado en mi casa, pero ya le echaba de menos. Sin embargo, sentí la culpa recorriéndome por lo que acababa de ocurrir, a pesar de que yo no podía -ni quería- cambiar mis sentimientos. Alex sería tormentoso y celoso, pero le quería por ello.

-¿Estás llorando? Noto tu voz rara -la preocupación sonó en su voz, y tuve que sonreír levemente-. ¿Quieres que vaya para allá?

-No, Alex -me reí un poco y negué con la cabeza-. Respóndeme, tonto. ¿Qué pasa?

-Mujer terca, responde primero.

-Yo pregunté antes -contraataqué con una sonrisa mientras miraba al techo. Había echado de menos esto.

Le escuché bufar indignado, y casi pude imaginarme su rostro: los ojos brillantes, el ceño fruncido... La mueca de sus labios. Me mordí el labio para no reírme.

-Bien -sus palabras susurrantes, tensas, me dijeron que estaba furioso por algo-. Acabo de visitar a Isabella y... No está bien, Nadia. Lleva casi cuatro meses de gestación pero... Los médicos no están seguros de que el bebé pueda sobrevivir, Isabella está demasiado mal.

Mi corazón se apretó con fuerza y me llevé la mano libre a la frente, sintiendo un profundo dolor en el pecho. Alex debía estar destrozado por esto, maldita sea. Ese bebé merecía vivir; Isabella merecía vivir.

Pero ese maldito tumor iba a arrancar dos malditas vidas, y estaba segura de que Alex se estaba martirizando por ello.

-Haré lo que sea para que viva. Se lo prometí a ella -a Isabella, pensé. Yo me mantuve en silencio, pensando en todo lo que podía salir mal... En el dolor que iba a causarle. Maldije entre dientes.

-Te apoyaré, lo sabes -se lo aseguré con la voz, y él suspiró entre dientes-. Te quiero, Alex. Estás haciendo lo que debes.

-Y yo a ti, rubia. Más de lo que nunca podré demostrarte -me emocioné un poco por sus palabras crudas. De pronto, él aspiró entre dientes mientras se oía una llamada de fondo y dijo-: Mierda, es mi abuela. Tengo que contarles todo esto a mi familia... A mis padres. Joder, ni siquiera saben nada sobre la mentira de Isabella.

-Primero explícales las razones, o Christian tendrá encarcelada a Isabella antes de que termines -Alex soltó una pequeña carcajada y yo sonreí-. Christian es duro cuando se trata de ti, Alex. Lo sabes.

-Lo sé, y por eso me río. Creo que primero se lo contaré a mi abuela, para ver si ella consigue controlarle un poco -yo sonreí todavía más al recordar a Ana. Llevaba mucho tiempo sin verla, tenía ganas de hacerlo... Y esperaba que en la fiesta apareciese.

Estaba a punto de comentarle sobre la aceptación de la invitación de Edwin cuando escuché como la puerta principal se abría y la dulce voz de Nerea llegó a mis oídos. Sonreí.

-Tu princesa ha llegado junto a mi abuela, y creo que también está tu madre -le avisé a modo de despedida. Escuché una rápida queja saliendo de sus labios, pero la ignoré-. Estoy segura de que mi abuela no le ha contado nada a tu madre, así que ve pensando cómo le dirás la verdad... -Le escuché resoplar mientras yo me reía. Cuando las vi entrando en la cocina, cogí aire y añadí con rapidez-. Ah, ya están aquí, tengo que dejarte Brad.

- ¿Brad? Creo que me siento ofendido -se burló Alex con una pequeña carcajada, sabiendo que estaba disimulando para que su madre no supiese que todo se había arreglado-. Cuando vuelva a tenerte en el alcance de mis manos, hablaremos de ese tal Brad.

-Adiós Brad -le dije con una sonrisa que él no podía ver-. Estaré deseándolo.

-Pequeña provocadora -dijo con diversión y cierto tono ronco-. Te quiero, nena. Esta noche te llamaré.

Sonreí como una tonta bajo la atenta mirada de dos mujeres y una pequeña niña. No sabía cuál de las tres me hizo sonrojar más mientras me despedía de Alex -Brad-, hasta que colgué.

-¿Quién es Brad? -Preguntó de pronto Nerea, rompiendo el silencio. Su rostro aniñado estaba marcado por la expresión Grey. Quería respuestas... Y yo tenía que morderme la lengua para no contestarlas.

Sin embargo, mirando a Aria, sabía que las respuestas debía dárselas Alex... Porque él merecía una disculpa, y yo no iba a arrebatársela.

Nuestra historia continúa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora