Capítulo veintisiete.

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No tiene mucha sustancia u.u Intentaré hacer el próximo muuuucho más íntimo :) (no me refiero a nada pervertido, jejeje... O quizá sí) ¡Muchos besos y muuuuchas gracias :D! 

Paula.


Me llevé la copa de vino a los labios en un intento desesperado de no reírme a carcajadas. Nadia estaba sentada delante de mí, con aquellos magníficos ojos verdes abiertos de par en par y sus apetecibles labios entreabiertos. Su expresión de incredulidad la hacía tan adorable que estaba haciendo esfuerzos titánicos para no levantarme y plantar un beso en aquella tentativa boca.

– ¿Qué quieres decir con que eres parte activa de Grey Entreprises, Alex?

–Quiero decir exactamente eso –ella parpadeó rápidamente, haciendo que sus pestañas rozaran sus suaves mejillas. Mi sonrisa se agrietó un poco cuando proseguí–. Cuando te fuiste a Alemania necesitaba ocuparme de algo, necesitaba trabajar, y... Lo hice. Mi abuelo pareció entenderme, pues con sólo entrar a su despacho me puso al mando de una parte de la empresa –sonreí levemente, agradeciendo con profundidad la manera en que mi abuelo me entendía–. Me dijo que tenía que ser un trabajo constante y serio, y yo me alegré porque era exactamente lo que necesitaba. Lo que necesito.

Cuando busqué su mirada con los ojos, me sorprendí al ver su rostro plagado de una tristeza que no entendía. Sintiéndolo como una patada en el estómago, le pregunté que le ocurría. Sin embargo, jamás llegué a pensar que ella pudiese creer eso:

– Te has vuelto más serio que antes, Alex. Estás... Diferente, en cierto modo. Ya... Ya no te ríes constantemente y eso me duele, porque es mi culpa que estés así. Si yo no...

–Nadia –la interrumpí con voz seria, entendiéndola. Sin embargo y aunque me molestase admitirlo, ella tenía razón–. Es cierto que ya no soy el de antes y... –mi afirmación se clavó hondo en ella, pues su expresión se contrajo–. Y que probablemente haya cambiado por todo lo que me ha pasado, pero... En cierto modo lo prefiero así. Tenía que madurar de alguna forma, y aunque tu estúpido amigo rubio me empuja a comportarme como un adolescente, ya no lo soy. La mentira de Isabella para mí no lo era hasta hace unas horas, y saber que iba a ser padre me hizo cambiar con rapidez.

Sus ojos se llenaron de lágrimas y negó con la cabeza en silencio, como si lo que le estuviese diciendo fuese algo terrible. Su cabeza se agachó de manera repentina y yo suspiré, pensando que esto no era lo que quería hablar con ella después de tres meses alejados.

Minutos después de un doloroso silencio, no pude contenerme más y solté aquella pregunta que había estado quemándome por dentro.

–¿Qué has hecho por Alemania? –Mi voz no demostraba ningún tipo de emoción, pero eso no significaba nada. Los celos estaban profundamente clavados en mí, y sus garras se hundieron todavía más cuando vi su rostro sonrojado.

El rostro de aquel alemán que había venido con ella apareció en mi mente, y tuve que apretar los dientes. Tres meses se podían hacer muy largos.

–Estudiar, la mayor parte del tiempo  –dijo ella en un susurro que sentí como una patada en el estómago.

–¿Y el resto del tiempo? –mi pregunta salió forzada de entre mis dientes. No sabía como iba a actuar si ella me confirmaba que había estado con otros hombres.

Sus pequeños hombros se encogieron, pero una pequeña sonrisa se extendió por sus labios.

–Pasar el tiempo con Edwin. Hizo de guía turístico para mí –sus ojos brillaban de manera feliz. Me contuve para no maldecir, sintiendo como el amargo ácido de los celos corroía mi estómago–. Fue el primer amigo que hice allí.

Nuestra historia continúa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora