Epílogo.

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Dos años después...

Sonreí como una tonta cuando sus brazos me envolvieron por los hombros, posando su barbilla sobre mi cabeza. Soltando los apuntes que tenía esparcidos por todo el sofá, levanté el rostro hacia arriba y  Alex sonrió cuando posó un leve beso en mis labios.

  –¿Qué tal va mi estudiante favorita? –dijo burlón, repasando con la mirada el sofá y la pequeña mesa de cristal.

Quedaba una semana para que terminase mi segundo año, para que mis estudios acabaran por fin... Sin embargo, a pesar de que llevaba meses preparándome para estos exámenes, no estaba segura de que fuese a conseguirlo. Tragué saliva y suspiré.

–No sé –le dije mientras hacía una mueca y me levantaba del sofá.  Mientras le miraba sobre mi hombro, él apoyaba sus manos sobre el respaldo y sonreía de manera confiada, como si él supiese algo que yo no sabía–. Todavía queda una semana, y estoy a punto de explotar.

Él se echó a reír y se quitó la chaqueta, dejándola sobre el sofá, y caminó hasta mí para abrazarme de nuevo. Entre su trabajo y mis estudios, era cierto que no podíamos conseguir demasiado tiempo juntos pero... el simple hecho de poder besarle al llegar a casa me hacía completamente feliz. Sonriéndole, le besé de nuevo. Sin embargo, justamente cuando el asunto comenzaba a hacerse más interesante... el teléfono comenzó a sonar. Gemí contra sus labios cuando tuvo la intención de distraerme para que la llamada terminase, pero ágilmente conseguí salir de entre sus brazos.

–Quieto, Grey –susurré divertida con los ojos entrecerrados mientras él me atravesaba con su profunda mirada. Haciendo una mueca molesta, me estuvo observando fijamente hasta que cogí el teléfono–. ¿Diga?

–¡Nadia! –gritó una aguda y querida voz. Una enorme sonrisa se extendió por mis labios– ¿Cómo llevas los estudios, cariño?

Yo me eché a reír mientras negaba con la cabeza.

  –Bueno, ahí van –le dije mientras me reía entre dientes cuando Alex puso los ojos en blanco. Según él, Sara tenía un sexto sentido para conseguir romper los momentos interesantes... Y parecía que tenía razón–. En una semana termino, y en dos tendré las notas... ¡Así que pronto podremos vernos de nuevo!

Escuché como Sara gritaba de felicidad, y yo me eché a reír. La amaba profundamente, como una amiga, como una hermana... ¡Era Sara!

–¡Perfecto! Necesitaré tu ayuda –dijo ella misteriosamente–. Tengo que renovar todo mi armario para estos nueve meses.

Me quedé muda. Inmóvil. Incrédula. Alex se tensó al ver mi expresión, pero en cuanto empecé a gritar de felicidad, él empalideció. Se escuchó la risa de Sara a través del teléfono mientras yo saltaba completamente feliz, sabiendo que mi mejor amiga iba a ser madre. ¡Madre! 

–¡Oh Dios, Sara! ¡Vas a ser mamá! –grité mientras miraba a Alex, esperando que se sorprendiera; sin embargo, lo único que hizo fue sonreír. Entrecerré los ojos cuando entendí que él ya lo sabía y no me lo había dicho.

  –Sí –me respondió Sara, con la voz algo llorosa–. Estoy emocionada por todo, y... Mark...  Ay Dios, él me ha pedido matrimonio. ¡Me voy a casar!

 Se me escaparon unas cuantas lágrimas al oír como lloraba de felicidad. 

  –Estoy tan feliz por ti –susurré mientras me restregaba los ojos con el dorso de la mano, llorando como una niña en medio del salón. Escuché como Alex se reía profundamente, divirtiéndose de mi expresión. Le ignoré–. Mark es justamente lo que necesitas, Sara... Espero que seas muy feliz.

  –Muchas gracias por todo, Nadia –me respondió ella, con el llanto desatado. Ambas necesitábamos un abrazo, pero estábamos tan alejadas la una de la otra que estaba segura de que estaba agarrando el teléfono con la misma intensidad que yo–. Tienes que estar aquí para que encuentre mi vestido, y... Sé que quizá te cueste un poco pero... ¿Podrías avisar a Edwin de que está invitado? Hace años que no le veo pero... me gustaría que asistiera.

Yo sonreí, queriéndola por la preocupación que se notaba en su voz. Era cierto que no le había hablado nada sobre Edwin, pero todavía estaba sorprendida con lo que le había ocurrido. 

–No será ningún problema, nuestra amistad sigue siendo la misma de siempre.

–Para mi desgracia –susurró Alex mientras bebía de un vaso que no sabía de dónde había sacado. Sacándole la lengua, escuché el suspiro aliviado de Sara y sonreí.

–¿Qué tal está? ¿Cómo... Cómo superó todo? –preguntó ella, incómoda–. Cuando se fue, estaba... destrozado.

Suspiré y me estremecí levemente, recordando aquella noche en la fiesta de los Grey. Todavía me dolía recordar lo que había sucedido, pero al final había tenido razón en lo que le había predicho.

  –Está muy bien. Él... él conoció a una chica muy bonita que ingresó en nuestra residencia este año –sonreí al recordar el rostro tímido de aquella pequeña chica de pelo negro y ojos tan azules como el mar, junto con esa pequeña sonrisa que le hacía parecer inocente. Era todo lo contrario a Edwin, sin embargo él parecía tan enamorado de ella, como ella de él. Y eso me hacía muy feliz–. Si decide asistir a tu boda, estoy segura de que conocerás a la chica. Es... perfecta para él. 

Escuché el alivio en la voz de Sara, y yo sonreí todavía más. Estuvimos hablando un poco más sobre aquella relación que había conseguido que Edwin me olvidara, y después tuvimos que acabar cuando le avisé que debía seguir estudiando. 

  –No estudies mucho, rubia. Vas a hacer colapsar las pocas neuronas que tienes –se burló ella cariñosamente, despidiéndose de mí–. Cuídate, estaremos esperándoos. 

Me reí levemente y negué con la cabeza, mientras que acababa la conversación después de una hora hablando por teléfono. Cuando dejé el teléfono en su sitio, me volví a hacer la coleta alta que llevaba y miré los apuntes como si fuesen mi mayor enemigo; realmente, lo eran.

– ¿Has terminado ya? –Preguntó Alex, burlón. Mirándole con el ceño fruncido, supe que esa día no iba a poder estudiar mucho–. Juro que apagaré cualquier teléfono que haya en casa cuando me acerque a ti.

Yo me eché a reír mientras caminaba hacia él, pensando que no estaría mal tomar un descanso. Fundiéndome entre sus brazos, le besé profundamente mientras él hundía sus manos en mi pelo y alzaba mi rostro para hacer más salvaje nuestro beso.

Sin saber realmente cuándo y cómo pasó, sólo fui consciente de que nos habíamos movido hasta que mi espalda chocó contra el mullido colchón de la habitación. Cerrando los ojos con fuerza, hundí mis dedos en su pelo mientras él se abría paso entre mi ropa con su boca, dejando cálidos pechos por mi vientre y mis pechos.

  –Alex –susurré con deseo, con amor. 

Él gimió roncamente cuando nos quedamos completamente desnudos, y cuando por fin se enterró en mí, los ojos se me humedecieron por el placer. Sentándose sobre el colchón y colocándome sobre su regazo, él se encargaba de estimular mi pecho mientras nos movíamos con lentitud, disfrutando del momento y de nosotros. 

Cuando el placer nos arrasó, me mordí el labio para evitar contener el enorme gemido y me abracé con fuerza a él mientras intentaba regular mi respiración.

Sus grandes manos empezaron a acariciar mi espalda desnuda mientras su ronca voz se deslizaba por mi cuerpo como agua cálida.

  –Cásate conmigo.

Parpadeé sorprendida mientras creía entender sus palabras roncas. Mirándole mientras seguíamos unidos, me quedé sin respiración cuando él repitió aquellas palabras y la decisión se afianzó en su mirada.

Tragué saliva mientras le cogía el rostro con ambas manos y le besaba dulcemente en los labios, dejando que lágrimas de felicidad saliese de mis párpados cerrados. Pegando nuestras frentes mientras me estremecía, asentí lentamente mientras susurraba:

  –Sí, Alex, sí... Te quiero.

Él soltó el aire entre dientes y sonrió como un niño, como el adolescente que había conocido, como el hombre del que me había enamorado. 

–Te quiero, rubia... Para siempre.

Y besándome de nuevo, con posesividad y amor, volvimos a entregarnos mutuamente mientras la felicidad nos envolvía a ambos, mientras sabía a ciencia cierta que nuestra historia continuaba... Y que seguiría así para siempre.

  –Para siempre –susurré, sonriente. 


Nuestra historia continúa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora