Capítulo cuatro.

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Un dolor sordo empezó a extenderse por mi pecho, a la vez que comprendía lo que ella decía. 

''Si acepto, tendré que marcharme...''  

Sus palabras se repetían una y otra vez en mi mente, clavándose en lo más profundo de mi corazón. ¿Marcharse? ¿Cómo iba a marcharse ahora...? ¿Por qué? Sus grandes ojos verdes estaban húmedos por las lágrimas que estaba intentando contener pero refulgían llenos de un dolor que yo conocía muy bien.

-Alex di algo, por favor -susurró ella entonces, entre lágrimas. Sus manos estaban temblorosas a la vez que se rozaba los labios con las yemas de los dedos, una manía que había llegado a amar de ella..., joder, ¿qué no había acabado amando de ella? -. Gritame, insúltame, cabréate... ¡Pero haz algo! No te quedes así, yo... Necesito que...

Mi alma se rompió un poco más cuando la vi caer derrotada sobre la cama. Se sentó a la vez que sus hombros se convulsionaban por el llanto que hacía eco en las paredes, y yo no sabía qué hacer. Me había quedado inmóvil, silencioso, intentando digerir la noticia de que la única chica a la que había amado alguna vez -y a la cual seguía amando-, se iba a ir durante dos malditos y largos años... Y eso si no conseguía un trabajo permanente allí... en Alemania.

Mi garganta se apretó a la vez que sentía ganas de llorar y de gritar. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan completamente roto... justamente desde que me encontré a Nadia sobre el suelo de su cocina, con la camisa rasgada y las lágrimas cayéndole por las mejillas; ahora, la sensación de dolor volvía a mí, pero de manera muy distinta.

Sin embargo, cuando me senté a su lado y la abracé con fuerza, supe que tenía que haber alguna manera de arreglar todo esto... De conseguir que ella siguiese a mi lado.

-Perdóname -susurró ella minutos después, cuando sus lágrimas terminaron. Seguía abrazada a mí con fuerza, pero ahora estábamos acostados sobre la cama sin deshacer-, perdóname por no habértelo dicho antes, pero yo... Yo estaba muy confusa y...

-Lo entiendo, Nadia -le susurré cuando su voz empezó de nuevo a romperse, al igual que yo. Desde que había oído sus palabras, la única pregunta rondaba por mi cabeza, y necesitaba una respuesta-. Sé que esto ha tenido que ser duro para ti, pero necesito saberlo... ¿qué vas a hacer?

Su silencio se prolongó unos minutos, y mi desazón aumentó.

-No lo sé, Alex... Necesito pensarlo, necesito que... 

-De acuerdo, Nadia -le tranquilicé a la vez que cerraba los ojos para que no viese el dolor que me producía su duda-, descansa un rato, cuando estés más tranquila lo hablaremos...

Le besé la frente a la vez que asentía débilmente. Cuando cerró los ojos  y hundió su rostro en mi cuello, suspiré. Tenía la maldita cabeza hecha un lío; por una parte tenía ganas de apartarla de mí y de gritar por todo esto, por enamorarme y ahora querer marcharse..., pero por otra parte no quería hacerle daño, quería apoyarla y decirle que todo iba a salir bien... aunque ni yo mismo lo supiese.

¿Sería capaz de aguantar dos años lejos de ella? ¿Sería capaz de aguantar que otros estuviesen cerca, y yo tan lejos? ¡Las malditas relaciones a distancia nunca salían bien, y yo no quería perderla! Sin embargo, tampoco quería hacerla sufrir... Y si ella decidía en su momento que quería marcharse, no se lo impediría, aunque se llevase una parte de mí con ella.

* * * * * * * * * 

Desperté con la respiración acelerada y una almohada debajo de mi rostro. ¿Cuándo me había quedado dormida...? De pronto, lo recordé todo y me levanté de inmediato, tensa. 

Mi cama estaba algo deshecha por culpa de la pequeña siesta que me había echado junto a Alex, sin embargo lo que realmente me preocupaba era que Alex no estaba. Mi estómago se apretó cuando una horrorosa idea se me pasó por la cabeza, pero en cuanto salí de mi habitación y bajé las escaleras para encontrarme a él y a mi abuela hablando en el salón, la idea se disipó.

Cogí una gran bocanada de aire -que realmente no servía para nada, pero que me animaba a enfrentarme de nuevo a aquellos preciosos y heridos ojos azules-, y entré en el salón.

Ambos -mi abuela y él- me miraron fijamente, silenciando su conversación. Mi respiración se atascó cuando me di cuenta de que ambas miradas conseguían ponerme nerviosa, pero sólo una de ellas conseguía que me temblara todo el cuerpo: la de Alex. Tan profunda, tan descarnada, tan suya... Me hacía sentir todo lo que él sentía, y cuando me hundí en la profundidad de su mirada lo único que conseguí sentir fue dolor, un agudo dolor que nacía desde lo más hondo del corazón, y que a pesar de la sonrisa que intentaba mostrar, no ocultaba.

-Nadia por fin despiertas -dijo la suave voz de mi abuela, nerviosa-, estaba contándole un poco sobre Humboldt a Alex... Sobre los años que pasó tu madre allí.

Me lamí los labios y parpadeé lentamente. ¿Significaba eso que ya no tenía que contarle el  por qué era tan importante para mi ir a esa universidad? 

Me senté en el borde del sofá, al lado de él. Mi mano me ardía por las ganas que tenía de agarrar la suya, pero no sabía cómo se encontraba ahora. Esto estaba siendo un maldito infierno, y no sabía si ir a Humboldt me compensaría todo lo que tendría que dejar atrás... Ni siquiera sabía si tenía la fuerza suficiente para aguantarlo sola, sería como empezar desde cero en un país nuevo.

-Creo que os voy a dejar solos -dijo de pronto mi abuela cuando notó que el silencio se prolongaba-. Habladlo y pensad bien lo que vais a hacer... -se levantó con dificultad del sillón y tras entregarme una débil sonrisa, me susurró al oído para que sólo yo pudiese oírla-: dos años se pasan muy rápido, sí... ¿pero de verdad vale la pena?

Cerré los ojos con fuerza a la vez que sus palabras me inundaban de dudas y desazón. 

-Nadia, yo... -susurró Alex en cuanto mi abuela desapareció-, entiendo el por qué quieres ir a Humboldt, y sé que no voy a impedírtelo si es lo que quieres pero... cuando llegue el momento de que te marches... -su voz se volvió todavía más ronca, y su mandíbula se apretó a la vez que maldecía-. Joder... Yo no sé si seré capaz de aguantar sin ti.

Mi corazón se tambaleó y mis ojos se llenaron de nuevo de lágrimas, ¿qué significaba exactamente eso?

-¿Qué significa eso, Alex? -susurré temblorosa.

-No voy a poder a poder estar sin ti, Nadia -repitió casi de manera furiosa-; joder, me estoy muriendo con sólo pensarlo... Y por eso creo que, si tu decisión es la de marcharte... Yo... -tragó saliva y tras varios segundos en silencio, soltó-: Creo que lo mejor será que lo dejemos.

Y con esas palabras, mi corazón se rompió. ¿Alexander acababa de cortar conmigo? 

¿Este era el FIN de nuestra historia? 


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