Capítulo treinta y cinco.

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  –Alex no... Yo le dejé –mentí mientras me abrazaba a mí misma. Tenía el corazón apretado en un puño, y lo único que quería era que me abrazara y no me hiciera discutir sobre esto... Realmente no tenía fuerzas para eso; no tenías fuerzas para nada–. No te enfades con él, por favor.

Sus ojos azules se clavaron en mí con fuerza, y aunque su expresión todavía mostraba enfado, intentó suavizarla al ver mi expresión triste. Abrió sus brazos en una invitación silenciosa y yo me enamoré todavía más cuando entendió que necesitaba consuelo, que necesitaba su amor.

Hundiendo mi rostro en su pecho, sus brazos me envolvieron y su cuerpo me entregó el calor que necesitaba. En el exterior la temperatura había disminuido a pasos agigantados, y lo que había ocurrido con Edwin me había dejado fría emocionalmente.

  –No debería haber dejado que se fuera, Alex –lloré contra su pecho; sus manos acariciaban mi espalda en un suave recorrido–. Él estaba mal por mi culpa, y yo no sabía que decirle para que mejorara... Yo no quiero hacerle daño, yo... Yo le quiero como si fuese mi hermano. No soporto verle así por mi culpa. 

Mi voz salía entrecortada por las lágrimas y el dolor que sentía en el pecho.

  –No te tortures, nena –susurró mientras me besaba la cabeza. El olor de su colonia me envolvió y me relajó, encantándome–. Él necesita estar solo ahora mismo, necesita recuperarse y olvidarse de todo lo que ha pasado. Cuando esté listo para volver, lo hará. Eres demasiado única como para dejar pasar aunque sea sólo tu amistad.

Sus palabras trajeron nuevas lágrimas a mis ojos. Le amaba todavía más por lo que estaba haciendo, por olvidar sus celos y sus miedos e intentar reconfortarme de cualquier manera. Cogiendo mi rostro entre sus manos, lo alzó y plantó un suave beso sobre mis labios. Agarrándome a sus hombros, me puse de puntillas para poder alcanzar mejor sus labios. 

Envolviéndome la cintura con un brazo, pegó nuestros cuerpos mientras nos besábamos. Su mano libre se quedó hundida en mi pelo y al final conseguí evadirme de todo lo que no fuera él y sus besos.

Segundos después, nos separamos y me quedé prendada de sus ojos mientras él pasaba sus pulgares por debajo de mis ojos e intentaba arreglar mi destruido maquillaje. Él estaba tan concentrado en su tarea que ni siquiera se daba cuenta de que estaba bebiendo de su imagen, de aquella faceta que tenía tan protectora. Sabía que por dentro estaba todavía furioso por el beso que me había dado Edwin, pero había sabido guardárselo para sí mismo al ver lo destrozada que me había dejado la conversación con Edwin.

  –Gracias, Alex –susurré cuando él terminó y me cogió de la mano. Empezando a caminar de vuelta a la fiesta, me miró con una mueca divertida.

  –No me lo agradezcas todavía, Nadia. Voy a estar besándote toda la noche hasta que te olvides de sus labios –a pesar de que lo dijo con tono ligero, me tuve que reír. Lo decía totalmente en serio, y sabía que sus labios lo conseguirían. Realmente ya lo había conseguido, pero disfrutaría de sus labios hasta que se convenciese a sí mismo.

  –Intentaré soportar la tortura sin gritar –bromeé levemente mientras subíamos las pequeñas escaleras y entrábamos por la puerta de cristal–, aunque no prometo nada. 

Sus ojos azules se oscurecieron con un placer oscuro y me mordí el labio.

  –Créeme que mi meta será que grites –susurró contra mi oído mientras observábamos a Christian acercándose a nosotros con pasos ágiles y rápidos. Por su rostro tenso, toda la diversión que logré reunir, se esfumó– Abuelo, ¿qué ocurre?

Noté a Alex tenso a mi lado, y cuando los Grey se miraron a los ojos con la misma expresión tensa en la mirada, maldije mentalmente.

–Ha ocurrido algo grave con Isabella.

  * * * * * * * * * * * * * *

No dije nada mientras veía como el rostro de mi nieto palidecía. Maldiciendo mentalmente, observé como sus ojos azules se llenaban de terror al mirar a Nadia, que tenía una expresión asustada en la mirada. Frunciendo el ceño, todavía no entendía como eran capaces de preocuparse tanto por una persona que les había hecho tanto daño... Pero me hacía sentir un enorme orgullo hacia ambos.

  –Voy a ir al hospital –avisó Alex con el ceño fruncido, en voz baja para no alertar a los demás presentes. Me contuve para no poner los ojos en blanco, como Anastasia hacía–. Abuelo puedes... 

  –No –le interrumpí sin necesidad de escuchar cómo iba a acabar la frase. Le conocía lo suficientemente bien como para saber que quería ir él solo, y eso no era algo que iba a permitir. Mirando a Nadia, le pedí que fuese a buscar a Anastasia. La joven obedeció al instante, dejándonos a mi nieto y a mí solos... aunque estuviésemos rodeados de personas ajenas a nuestra conversación–. Voy a ir contigo, Alexander –el abrió la boca para quejarse, pero le interrumpí de nuevo con un tono todavía más serio en mi voz. No iba a permitir ningún tipo de queja, no ahora–. Sin discusiones, Alexander. Ve al coche, estaré contigo en unos minutos.

Él apretó la mandíbula, pero sabiendo que no iba a ganar esta discusión, obedeció. Contuve una mueca al ver la enorme cantidad de presentes que habían. Estaba seguro de que se iban a estar preguntando durante toda la noche dónde me había metido, pero mi nieto era más importante que cualquiera de ellos.

  –Christian –su voz llegó suave hasta mí y sonreí levemente. Girándome, vi sus preciosos ojos azules brillando asustados y negué con la cabeza para intentar relajarla. Sin embargo, Anastasia siempre había sido demasiado perspicaz, y frunció el ceño– ¿Qué ha ocurrido? Acabo de ver a Alexander salir rápidamente hasta el coche... –sus grandes ojos se agrandaron cuando lo comprendió sin tener que decirle nada– Oh, Dios... ¿Isabella?

Yo asentí en silencio y ella se llevó las manos al pecho. Sin querer preocuparla más, me acerqué a ella y le di un pequeño beso en los labios. Segundos después, la tensión había desaparecido de su cuerpo.

  –Quiero ir con vosotros –susurró ella. Yo sonreí levemente y negué.

  –No puedes venir, Ana. Tienes que quedarte aquí y procurar que no se note demasiado mi ausencia... –hice una mueca molesta–. Si cancelamos la fiesta los periodistas empezarán a inventarse historias sobre el por qué, y no quiero a ninguno de ellos indagando en esto, ¿de acuerdo?

Anastasia cerró los ojos y suspiró, asintiendo levemente.

  –Vete ahora, Christian. Nadia salió detrás de Alex, así que supongo que ambos estarán ansiosos por saber qué ha ocurrido con Isabella –ella se mordió el labio, nerviosa, y mi mirada se oscureció a pesar de que no era buen momento para pensar en ello. Ana soltó su labio con una sonrisa de disculpa–. Por favor, avísame en cuanto sepas algo. 

Asentí levemente y le di otro beso antes de caminar rápidamente hasta el exterior.

 

 






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