Capítulo doce.

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-¿Estás segura? -Me preguntó por décimo tercera vez Sara, mientras entrábamos al ascensor- todavía podemos salir corriendo -Yo la miré con una ceja alzada cuando las puertas se cerraron del todo y el ascensor empezó su lento avance-. Bueno, ya no. ¿Quieres?

Sara me ofreció un pequeño trozo de galleta que increíblemente había sobrevivido al viaje en coche, pero la rechacé. Después de haberme pasado una hora y media observando como desayunaba sin parar, el estómago se me había llenado con sólo verla.

Negué con la cabeza y miré hacia el suelo, sientiendo como me empezaban a sudar al manos al acercarme al piso de los Grey.

Cuando el ascensor se detuvo, un pequeño tintineo se escuchó antes de que las puertas del ascensor se abrieran. Miré con el corazón latiéndome a mil por hora el pequeño recibidor, y si no hubiese sido porque Sara me había cogido de la mano para salir del ascensor, estaba segura de que se abría cerrado conmigo dentro.

-Vamos Nadia -me animó Sara en un susurro mientras llamábamos-. Tranquila, sólo tienes que...

Sin embargo, sus palabras de ánimo se quedaron en el aire cuando delante de nosotras apareció Theodore. Ted. El padre de Alex.

El silencio se extendió de forma tensa, y lo único que se podía oír era el suave sonido de una conversación en el salón. Ellos tenían visita.

Mi garganta se apretó al ver a Alex en él, con sus ojos azules y el pelo cobrizo... Con esa expresión de sorpresa pero a la vez seriedad. Mis nervios aumentaron cuando ni él, ni yo dijimos nada; sólo Sara se atrevió a hablar.

-Se... Señor Grey -dijo algo nerviosa ante la expresión de seriedad de él-. Sólo veníamos para...

-Lo sé, Sara -dijo Ted de repente, con una expresión extraña en el rostro-. Sin embargo me gustaría pediros que os marchaseis, es mejor que...

- ¿Cómo? -mi voz salió más aguda de lo normal, pero no podía evitarlo. Sara apretó el agarre de mi mano y yo me aclaré la garganta-. No es lo que piensa, yo... Yo no he venido a verle a él, sino...

-Nadia -me interrumpió seriamente, pero con algo de nerviosismo en la voz. Había algo que le molestaba, y yo lo sabía porque Alex hacía exactamente lo mismo que él-. No es un buen momento, así que te pido que te marches. Estamos ocupados hoy.

Sentí como mi estómago se retorcía a causa del dolor. Theodore jamás me había hablado así, al contrario: siempre me había tratado como una hija. Mis ojos se humedecieron un poco por la confusión que sentía, y asentí débilmente, aceptando su rechazo. Era lo normal, yo ya no era nadie para él.

Sin embargo, tras un tenso silencio en el que Sara había estado taladrando con la mirada a Theodore, ella explotó.

- ¡¿Cómo sois capaces de tener la cara de echarla, después de todo lo que vuestro hijo le ha hecho?! -le espetó furiosa Sara, con el ceño fruncido y la voz alzada, haciendo que el murmuro que se oía en el salón disminuyese. Theodore apretó la mandíbula y sus ojos se enfriaron de forma furiosa.

-Fuera de aquí ahora mismo, Sara. No hablaré de mi hijo contigo -Theodore intentó que su voz no sonase furiosa, pero se notaba que lo estaba.

Yo estaba asustada y dolida, ¿por qué Ted nos trataba así?

-Realmente no entiendo por qué estáis tratándola así, Grey -gruñó Sara, cabreada-. Pero os equivocáis pensando que...

-¿Ted? ¿Qué es lo que...? -preguntó Aria, saliendo del salón. Cuando me vio, su rostro se descompuso y miró a su esposo con una expresión horrorizada-. Mierda.

Yo fruncí el ceño ante su extraño comportamiento. ¿Por qué pensaban que era tan malo que estuviese aquí? ¡Yo sólo quería despedirme!

-Aria, yo... -empecé a decir tras un leve tirón de Sara- Yo no quiero problemas, sólo he venido a despedirme de vosotros y de... -Alex. Joder, quería verle... ¡No!- Nerea.

Mi voz sonaba ronca por las lágrimas que estaba a punto de derramar. El rostro de Aria estaba pálido, como si también le doliese esto, y el de Ted lucía cansado y molesto.

De pronto, Aria dio dos zancadas y me abrazó con fuerza, pidiéndome perdón al oído. Yo no lo entendí, ni siquiera lo imaginé... Hasta que del salón salió Alexander... Seguido de una preciosa mujer pelirroja.

- ¿Qué pasa...? -la voz de Alex se rompió cuando me vio, hundida en los brazos de su madre-. Nadia.

Mi nombre salió de sus labios con desesperación. El tiempo pareció detenerse mientras le miraba a él con el rostro descompuesto. La pelirroja se agarraba a su brazo con fuerza y se pasaba la mano libre por el estómago.

No.

Mis ojos se humedecieron mientras me soltaba débilmente del abrazo de Aria. Esta tenía los ojos llorosos, tristes, y me miraba con una disculpa.

Miré a Ted, y ahora entendí su comportamiento. Él no quería que supiese quien estaba aquí. Quería ahorrarme todo esto... Y yo había sido estúpida.

El silencio que se extendió fue tenso y doloroso, y yo empezaba a sentir como se me apretaba el pecho a causa del torrente de lágrimas que deseaba soltar. Alex tenía el rostro pálido, y la hermosa pelirroja nos miraba a todos con confusión.

- Serás cabrón -escupió Sara de pronto, con incredulidad en la voz. Tragué saliva con dolor mientras ella me agarraba de la mano y tiraba de mí hacia atrás.

La pelirroja frunció el ceño y miró a mi... a Alexander con confusión.

- ¿Quiénes son ellas, Alex? -su voz sonó falsa, confusa, pero él sólo era capaz de mirarme a mí con una expresión vacía.

Yo sentí el dolor y la ira recorriéndome, haciendo que mis lágrimas cayesen de manera rápida.

-¡¿Que quién somos?! ¡Pues ella es...! -Empezó a decir Sara, furiosa, con expresión de querer lanzarse hacia el cuello de la chica.

-Una compañera -dije con la voz vacía, mirando fijamente a Alex. Observé que su mandíbula se apretó y oi como Sara jadeaba con incredulidad-. Soy una compañera de clase, y sólo he venido a despedirme de él -sonreí de manera fría, dolida-. Hasta nunca, Grey, espero que te lo pases bien... Y despídete de tu hermana de mi parte.

Y entonces, con la expresión desolada de Aria, la compresiva de Ted y la dolida de Alex en mente, salí lo más rápido de allí.

Cuando entré al ascensor con Sara a mi lado, lo último que oí antes de que las puertas se cerraran fue el grito furioso de Alex:

-¡Fuera!

Y entonces, el dolor empezó de nuevo y caí entre los brazos de Sara mientras lloraba como una niña pequeña.

Después de todo, ir a despedirme no había sido la mejor decisión del mundo.

Nuestra historia continúa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora