Capítulo treinta y cuatro.

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Observé desde lejos como Alex bebía de su copa mientras fruncía el ceño, y cuando su mirada desvió hacia mí tuve que apartar la mirada para no caer y acercarme a él.

Había pasado una hora desde que había tenido una discusión privada con él sobre la forma en la que había tratado a Edwin, pero aunque habíamos aclarado todo, todavía seguíamos algo distanciados... Y a pesar de que entendía que estuviese celoso, no iba a permitir que tratase así a Edwin... Alex debía tener claro que yo sólo le quería a él.

Por eso, cuando sentí una cálida mano posándose en mi espalda, miré a Edwin con una expresión seria a pesar de que intentaba sonreírle. Sus ojos estaban clavados en los míos con fuerza, como si estuviese intentando adivinar lo que estaba pasando por mi cabeza.

-¿Salimos al jardín un momento, Nadia? -me preguntó segundos después de un tenso silencio-. Quiero... pedirte algo.

Su voz sonaba nerviosa y algo ronca. Fruncí el ceño extrañada, pero asentí levemente y él tragó saliva antes de pedirme con un leve movimiento de su mano que caminase delante de él. Antes de acatar su petición, le lancé una rápida mirada a Alex y pude ver que nos estaba mirando con fijeza, con tensión. Parecía una cuerda a punto de romperse, y sus ojos parecían estar gritándome que no lo hiciera. Sin embargo, él tenía que aprender a confiar en mí... De una manera u otra.

Caminamos lentamente por el levemente iluminado jardín, paseando juntos y en silencio. Habían pasado muchas cosas desde la última vez que habíamos caminado así, juntos únicamente él y yo, pero ahora sentía una punzada de incomodidad en el estómago al saber que las furtadas miradas que había captado de él en Alemania habían sido por algo más que nuestra temprana amistad.

Cuando llegamos a un lugar apartado, lancé una rápida mirada a la casa y sonreí cuando no vi a nadie siguiéndonos por el enorme jardín... Alex estaba aprendiendo, al fin.

-Nadia... Yo...

Su tono nervioso llamó mi atención con rapidez y desvié mi mirada hacia él; se había colocado de espaldas a la enorme casa, y cuando me fijé en él perdí cualquier tipo de visión. Sus ojos azules estaban fijos en sus pies, su pelo rubio había sido cortado recientemente y el traje elegante que llevaba hacía resaltar el ancho de sus hombros. Estaba guapo. Muy guapo... Y lamenté no poder enamorarme de él, a pesar de que estaba segura de que no me traería tantos problemas como el hombre que poseía mi corazón; suspiré.

-Habla, Edwin -dije sintiendo algo de nervios en mi estómago al ver el leve rubor en sus mejillas producido por las copas que llevaba. ¿Estaba borracho?- ¿Has bebido mucho?

Él sonrió como si fuese una disculpa y asintió, levantando su mirada hacia la mía.

-Sí. Tenía que sacar el valor para esto, y... Bueno, quizá me he pasado un poco -su voz sonaba ronca y pastosa, como si quisiera beber agua. Cuando agitó levemente la cabeza para despejarse y se tambaleó, me apresuré a agarrarle de los brazos para estabilizarse. Quedamos juntos, y maldije interiormente. Si Alex nos veía, no tardaría en aparecer.

-Edwin creo que lo mejor será que hablemos mañana cuando...

Él negó con la cabeza y frunció el ceño. Mientras se inclinaba hacia mí; intenté alejarme de él pero no fui lo suficientemente rápida: sus labios se toparon con los míos, y a pesar de que el beso fue suave y duró unos segundos, no pude reaccionar lo rápido que quise. Sorprendida, me aparté de él y me sonrojé, entre furiosa y arrepentida.

-¡Edwin! -grité furiosa, dando varios pasos hacia atrás. Él se tambaleó y parpadeó varias veces, dolido- ¿Por qué lo has hecho? ¡Sabes que quiero a Alex, maldita sea!

Al instante que dije esas bruscas palabras, me arrepentí. A pesar de ser la verdad, vi como el dolor se mezclaba en sus ojos con la vergüenza. Mi estómago se apretó cuando él negó con la cabeza.

-Lo siento, Nadia, en serio... Sólo quería saber lo que se sentía al besar a la persona que quieres -mi corazón se rompió y las lágrimas inundaron mis ojos-. Sé que no tengo ninguna posibilidad, tú quieres a Grey, ¿no?

Asentí con las lágrimas corriendo por mis mejillas y abrazándome a mí misma. Ni siquiera había notado el aire frío del ambiente hasta ahora; todavía sentía sus labios cálidos contra los míos... Pero nada más. Sólo contacto físico... Y si le decía eso, le destrozaría.

-Te quiero muchísimo Edwin, eres como un hermano para mí... Pero no puedo sentir nada más hacia ti -él cerró los ojos, abatido, y asintió-. Espero que encuentres a alguien que cuide de ti, de la que te enamores y que te corresponda como mereces, Ed. Eres una persona maravillosa, la encontrarás y te hará muy feliz.

Él sonrió tristemente y se acarició la nuca mientras me miraba con la cabeza gacha.

-Yo también lo espero. Me siento extraño estando así -se rió sin humor, cansado, y negó con la cabeza-. Creo que las vacaciones han acabado para mí, rubia. Lo mejor será que vuelva a casa y... Bueno, me olvide de todo esto, ¿eh?

Mi garganta se apretó y me contuve para pedirle que no se fuera, que le necesitaba aquí como un apoyo fundamental. Sin embargo, no podía ser tan cruel. Asentí levemente, sorbiendo mis lágrimas, y cuando sus ojos se humedecieron caminé hacia él y le abracé.

-Lo siento. Lo siento mucho.

Mi susurro sonó ahogado por las lágrimas, y cuando él besó mi frente, mi llanto aumentó. Me dolía causarle dolor, él no se lo merecía.

-Estaré bien, rubia... Sólo necesito tiempo -nos separamos del abrazo y él de pasó el antebrazo por la cara mientras se quejaba-. Pasar tiempo contigo me vuelve sentimental, joder.

Solté una pequeña carcajada entre las lágrimas por su broma. La seriedad volvió segundos después junto con un largo y tenso silencio.

-Iré a recoger mis cosas a tu casa, rubia... Mañana podremos despedirnos.

Asentí levemente sin poder hablar y me limpié las lágrimas lo mejor que pude mientras le veía marchar en dirección contraria a la enorme casa.

Pasaron minutos desde que él se fue, pero cuando me giré mi corazón de saltó varias pulsaciones al verle parado a varios metros de donde habiamos estado.

-Alex, ¿cuánto tiempo llevas ahí?

Sus ojos azules llamearon. Mi estómago se apretó y pensé lo peor cuando su voz sonó furiosa.

-El suficiente -gruñó mirando hacia donde había desaparecido Edwin-. Realmente me estoy conteniendo para no golpear su maldita cara.

Nuestra historia continúa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora