Capítulo once.

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Muchas gracias por los comentarios del capítulo anterior :) ¡En el próximo empiezan las turbulencias! Tardaré un poquito en subirlo, pues es bastante importante... Así que espero que podáis aguantar. :D ¡Muchas gracias! Besoss.

Suspiré con cansancio mientras cerraba la maleta. Había tardado casi una semana entera para poder guardar toda mi vida en ella, pero al fin lo había conseguido.

Miré la enorme maleta azul que parecía a punto de explotar y suspiré. Quedaba poco más de dieciséis horas para que tuviese que irme, y aunque mis lágrimas se habían secado, el dolor seguía ahí.

Eran las siete y media de la mañana, y todavía podía oír la suave respiración de mi mejor amiga, que estaba durmiendo en una incómoda postura sobre mi cama. Sara estaba pasando más tiempo conmigo que nunca, y había tenido que sujetarla para que no saliese a matar a Alex cuando le conté lo que había pasado con él.

Ella y Mark habían comenzado una extraña relación de amor, sexo y odio. Sara odiaba sentirse controlada porque le recordaba demasiado a Josh, y Mark se negaba a comenzar con algo parecido a una relación, ya que la suya con Marie había sido un desastre. Tanto uno como el otro buscaban únicamente sexo... Pero no querían compartirse con nadie más. ¡Y eso creaba muchos problemas que ambos, tan cabezotas como eran, no conseguían arreglar sin crear una tercera guerra mundial!

Me levanté del suelo con un suspiro. Mi habitación estaba casi desierta, y las cajas ya habían sido mandadas a Alemania... Ya no me quedaba nada aquí... O casi nada.

Observé el marco que contenía una foto de Alex y yo, y volví a suspirar. Había estado tanto tiempo observando aquella foto que estaba segura de que podía dibujarla con los ojos cerrados.

De pronto, Sara se revolvió en mi cama todavía dormida, susurrando el nombre de Mark mientras fruncía el ceño. Negué con la cabeza mientras sacaba la foto del marco y la guardaba en el bolsillo de mi maleta. Era estúpido que quisiera llevarme algo que me haría daño, pero no quería olvidarle a pesar de todo lo que nos había pasado.

Me aparté una lágrima de pena, pues sabía que todavía quedaba lo más duro: las despedidas. Conocía a mi abuela, y conocía a Sara... Y ambas, a pesar de ser de duro carácter, iban a echarse a llorar, y yo con ellas.

-¿Nadia...? -preguntó Sara con voz ronca, sentándose sobre el colchón con una expresión de puro sueño. Tenía el pelo revuelto, el ceño fruncido y cuando se puso sus gafas casi me eché a reír. Parecía una niña pequeña... A pesar de que era mayor que yo- ¿Qué hora es? ¿Por qué no estás durmiendo?

Resoplé mientras me tiraba sobre el colchón, a su lado. Tener que dormir con ella había sido un caos, y había acabado madrugando más que ningún otro día.

-Son casi las ocho, y he hecho la maleta -dije seriamente, evitando mirarla. Sara todavía estaba esperando a que le dijese que todo era una broma, y que no me iba a marchar... Sin embargo, eso no iba a ocurrir-. Ya lo tengo todo listo.

Ella se aclaró la garganta y me abrazó, usándome de almohada.

-Todavía no te has ido y ya te estoy echando de menos, maldita -dijo ella, llorosa. Yo me eché a reír, algo triste.

-Piensa que voy a poder enviarte fotos de despistados alemanes -ella se echó a reír por eso, y yo sonreí. No quería que Sara se pusiese triste por mi marcha-, y piensa que tendré internet y podremos hablar por vídeollamada cuando quieras...

-¡Pero no es lo mismo! -dijo ella de manera infantil-. Prométeme que volverás, Nadia.

Yo me quedé en silencio, sintiendo como un amargo sabor me recorría la boca. Había pensado seriamente en la opción de instalarme permanentemente en Alemania, pero saber que iba a alejarme de Sara, de mi abuela y... de él, me dolía mucho.

Era tonto que todavía mantuviese una mínima esperanza, pues quedaba menos de un día para que me marchase... Pero aún así todavía creía que podía pasar algo que arreglaría todo esto.

-Nadia, tienes que volver -dijo Sara, suplicante-. Yo no puedo estar sin mi mejor amiga... ¡Quién me sostendrá para que no me busque problemas! -yo me reí y negué con la cabeza. Era incorregible-. Hicimos una promesa, Nadia. Una dedipromesa. Es irrompible, ¿te acuerdas?

Yo me reí y asentí, recordando cómo nos convertimos en inseparables cuando apenas cumplimos los diez años.

-"Juntas para lo bueno y lo malo, como amigas, como hermanas, para siempre." -recité, con ella de fondo. Esa había sido nuestra promesa desde el colegio... Y nunca la habíamos roto. Y yo, por mucho que me doliese, no iba a hacerlo ahora-. Prometo que volveré a casa, contigo y con mi abuela.

Ella sonrió satisfecha y me dio un beso en la mejilla antes de levantarse de un salto de la cama. Yo resoplé divertida y me levanté también.

- ¿Qué piensas hacer con... Ya sabes? ¿Vas a despedirte?

Yo me quedé muda, nerviosa. No sabía lo que iba a hacer, pero no quería marcharme sin despedirme de aquella familia, a pesar de que me iba a destrozar verle de nuevo.

-Han hecho mucho por mí y por mi abuela, Sara -dije seria mientras ella se cambiaba de ropa y se peinaba-.  No quiero irme sin despedirme al menos de Nerea, o de Aria.

Sara me miró dubitativa e hizo una mueca, asintiendo.

-Te acompañaré, entonces... -dijo ella terminándose de arreglar-. ¿Vas a despedirte ya de tu abuela?

Negué con la cabeza y cogí mi teléfono, mordiéndome el labio. Odiaba las despedidas.

-Ella va a ser la última -le dije nerviosa-. No se me da muy bien eso de despedirme de ella, y se que voy a pasar mucho tiempo llorando con ella.

Ella sonrió algo triste y asintió, terminada.

-Entonces... ¿Estás segura de que quieres ir a verles? Yo creo que entenderán que...

Yo negué con la cabeza e hice una mueca. No. Esto debía hacerlo, se lo debía a aquella familia. A Aria. A Ted. A todos. Y no pensaba echarme para atrás.

-Pues allá vamos, entonces -me dijo, cogiéndome del brazo y arrastrándome escaleras abajo-. Pero primero... ¡Quiero desayunar!

Yo bufé y me contuve para no poner los ojos en blanco, sin decir nada. No entendía cómo, pero Sara conseguía comer lo mismo que un cerdo... Y tenía un cuerpo perfecto.

-Ah... No vamos a salir de la cocina en horas -me quejé en un susurro, hablando para mí misma.

Sara bufó con una sonrisa falsa en los labios y negó con la cabeza.

-Voy a entrar en una casa llena de Greys... ¡Necesito energía!

Yo, muy a mi pesar, me eché a reír. Hoy iba a ser un dia muy largo... Y doloroso.

Sobre todo, doloroso.

Nuestra historia continúa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora