Capítulo veinte.

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¡Hola pequeñas princesas! ¿Os gusta el capítulo? ¡Espero que sí! :) Bueno, vengo a deciros que he empezado una nueva historia. 'Mejores Amigos' se llama. Espero que tengáis tiempo y podáis pasaros a echarle un vistazo, si no es molestia :) 

P.D. Sé que vais a querer matarme por el final pero... jejeje. Subiré mañana el siguiente ;) ¡Besos! Os quiero n.n


Inspiré profundamente mientras intentaba abrir los ojos. Me encontraba hundida en un enorme y maravilloso colchón de sábanas blancas. Por un momento me alertó no saber donde estaba, pero cuando pequeñas imágenes de lo  que sucedió anoche me inundaron, suspiré de alivio.

Me había ido con Alex. Recordaba haberme metido en su coche... Pero nada más. Y, pasando la mirada por la enorme y preciosa habitación, estaba segura de que este no era el hogar de los Grey.

Sentándome con una mueca de dolor en la cama, me apoyé en el cabecero de madera y repasé la habitación. Con una cama que ocupaba gran parte de la misma, un enorme cajón para guardar la ropa y dos puertas que seguramente conectaban con el baño y el vestidor... Este era sin duda un dormitorio de ensueño. Y eso sin decir que una de las paredes era sólo cristal. Asombrada e ignorando el dolor que sentía en la cabeza, salí de la cama y me acerqué a la enorme cristalera.

Mi respiración se atascó.

Podía ver toda la ciudad desde aquí. Estaba en un maldito ático de lujo y esto era fantástico. Mirando hacia abajo o al menos intentandolo, el mareo me recorrió al ver los pequeños coches circulando con control y agilidad. Las personas se veían tan minúsculas, que era el vértigo me inundó. Tuve que apoyarme para no caer hacia atrás.

–No deberías levantarte todavía.

Me quedé inmóvil cuando su profundo tono ronco me recorrió como una descarga eléctrica, con mi mano pegada al frío cristal. No me atrevía a girarme y encararle, no después de lo que ocurrió anoche. Sin embargo, aquella traicionera pared acristalada me devolvió su imagen.

Estaba apoyado en el marco de la puerta. En una mano sostenía un café –que bebía con lentitud mientras me escaneaba con la mirada–, y en la otra un pequeño vaso de agua.

Bebí de su imagen. De él. De su pelo desordenado, de la sombra de la barba que ya empezaba a florecer, de su cuerpo marcado bajo aquella camiseta. Y de aquellos malditos ojos que me perseguían en sueños, tan profundos y descarnados que no podía apartarlos de mi mente.

Me giré con la garganta ardiendo y observé demasiado tarde que yo iba en ropa interior. Sus ojos me escaneaban de manera hambrienta, y mi cuerpo se encendió bajo su mirada. Sin embargo, mi mente  consiguió que no hiciera una locura... Como abalanzarme sobre él y pedirle que todo fuese como antes.

Porque eso era algo que no podía ser. Yo no podía perdonarle lo que había hecho... Y las consecuencias que traía consigo: una mujer embarazada, y un bebé que no era culpable de nada. Y por eso, me hundí en la cama y me tapé hasta el cuello, bajo su atenta mirada.

–Alex.

Su nombre fue lo único que rompió el silencio. Seguíamos mirándonos a los ojos, y por el leve fruncimiento de su ceño sabía que había algo que le molestaba.

Le observé caminar hasta mí, con un movimiento lento que me encantaba. Agaché la mirada mientras él se sentaba en el borde de la cama, dejando su café sobre la pequeña mesilla de madera que había al lado de la misma.

Me entregó el vaso de agua y una pastilla que sacó del bolsillo de su pantalón.

–Bebetelo –su orden me puso los pelos de punta. O tal vez fue el tono serio que empleó, y que sentí como una patada–. Es para el dolor de cabeza.

Nuestra historia continúa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora