66. Confesión.

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( Eres un demente. )

Narra Narradora

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Narra Narradora

La pareja dejó a Ellie hasta la entrada de su casa, la menor al verlos pensó que la delatarían con su hermana. Después de todo, había mentido pero entendían que también quería hacer sus cosas independiente pero todo con preocupación.

—Muchas gracias... —La castaña volteó a verla, sorprendida.

—De nada. —Sonrio solo para voltear a ver hacia la parte de arriba, específicamente en el apartamento de Joe.

Se le había hecho raro que Delilah hubiera agradecido, no es que sea muy afectuosa que digamos, así que supuso que algo bueno había pasado. Leonard también dejó a Sydney hasta su casa, en la entrada de su casa se quedaron ahí, en silencio.

—Me la pasé muy bien esta noche. —Por fin habló Sydney, tratando de sacar conversación.

—Gracias a ti por acompañarme, no hubiera podido hacerlo solo. —Junto una de sus manos con la de la ojiazul, viendo sus anillos.

—Cuando dijiste que te habías peleado con tu hermano, ahora entiendo por qué. —Ríe—. Después de todo, dejaron sus diferencias y ahora podrán seguir adelante...

Silencio.

Se vieron a los ojos, se decían mil palabras sin decir ni una sola.

—A la mierda. —Leonard llevó sus manos al rostro de Sydney, acaparándola por la puerta besándose.

Sydney se sorprendió pero rápidamente le siguió la corriente, el beso era ansioso, desesperado. No querían separarse el uno del otro. La ojiazul como pudo buscó a ciegas sus llaves, tratando de abrir la puerta hasta que pudo y entraron a su casa. Dejaron en el suelo lo que llevaban consigo, sus suéter, bolsas, la casa era testigo de lo que estaban por hacer.

Sus manos recorrían cada parte del cuerpo de la castaña, dejando besos por todas partes que se le permitiera.

—No espere esto... —Susurró tímido este—. No espere que así terminaría mi noche.

—Solo cállate. —Ríe entre el beso al sentir como este la cargaba mientras subía las gradas.

Choco sin querer con la esquina, riendo en el acto. Parecían adolescentes sin control. No era planeado, ni siquiera lo habían pensado. Claro que se querían y deseaban, pero cuando lo saben, lo saben. Sus mentes estaban conectadas, pequeños besos en los hombros, las prendas en el suelo. Cabellos despeinados, ropa tiradas por toda la habitación.

Leonard tenía lo suyo, besos en el cuello de la ojiazul que dejarían sutiles chupetones, manos recorriendo sus curvas, cadera estirada y las únicas prendas que los separaba de esa delgada línea era su ropa interior. Sydney ahora queriendo tomar el control, logró quedar encima de Leonard, estaba sentado y ella solo sonrió mordiendo su labio.

𝐃𝐑𝐎𝐖𝐍 | Joe Goldberg Donde viven las historias. Descúbrelo ahora