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Harper:

Después de un largo viaje, por fin habíamos llegado a la ciudad. Mis ansias por ya llegar estaban en su punto; ya quería que Samara viera la gran sorpresa que le organice. No dejaba de pensar en eso, no me imagino la cara que pondrá al verlo.

Pero todavía no tenía que emocionarme, aún faltaba para que llegáramos, el camino es largo. Los grandes edificios cambian a enormes árboles que entre ellos formaban como un túnel, algo realmente hermoso y más porque se encontraba el atardecer, el cielo iluminado de colores cálidos. El rostro de Samara se iluminó, no solo por la luz que brillaba en ella; si no también, por como veía el paisaje. Radiante y magnífica como lo es ella.

Y como es de su costumbre, saco su celular para tomar fotos.

Es aquí donde tengo que parar.

— ¿Qué sucede? — me pregunta. Del bolsillo de mi saco, saco una pañoleta azul. Similar al color de su vestido

Que coincidencia.

— Date vuelta —le ordeno

— ¿Puedo preguntar por qué o para qué? —cuestiona, causandome risa

— Tranquila no voy a hacerte nada. A menos que tú me lo pidas —sin reclamarme, hace caso a mi orden

Se gira, dándome la espalda. Cubriéndole los ojos con la pañoleta.

— La voy a ajustar. Me avisas si te lastimo —le hago un nudo a la pañoleta, tratando de que no le quede tan apretado— ¿Así está bien?

— Sí

Maldición. Verte así Samara, hace que quería tomarte en este momento.

La giro para que quede viéndome de frente, aunque no me vea porque tienen los ojos tapados. Me acerco a ella, acarició sus brazos con mis manos, haciendo movimientos de arriba hacia abajo, repetidas veces. Tomo su mentón, su respiración se agita que  su pecho se alza, me acerco a su cuello para olerla. A través del vestido noto como sus pezones se endurecen, así que tomo sus pechos y los masajeo, pellizcando sus pezones provocando un ahogado gemido que sale de su boca.

Querida Samara. Se que lo quieres, ambos lo queremos, pero tendrás que esperar.

— Dejaremos esto para después —le digo dándole un beso en su cuello — Déjame ayudarte

Le ayudo a acomodarse y le pongo el cinturón.

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Samara:

Ya me estaba quedando dormida cuando sentí que el auto se detuvo. Pude escuchar murmullos, risas de afuera, la curiosidad me invadía, que tenía ganas de arrancarme la pañoleta.

— Hemos llegado. ¿Estas lista?

— Ehm. ¿Sí? —bufé. Sale del auto, procede a abrirme la puerta y ayudarme a bajar

— Cuidado

— Si caigo será por tu culpa —le advierto provocando una risa en él— Así que avísame dónde pisar

— En ese caso —siento como soy alzada—Mejor te llevo cargando a la entrada

— ¡Oh. Espera! —rodeo su cuello con mis brazos— Tengo vestido, que a pesar de ser largo. Está abierto del costado del lado derecho

— ¿Este lado? —muerde mi entre pierna derecha. Provocándome un gemido

— Harper —susurro

— Ahora verán que eres mía. Sostente bien

Me sentía como en aquellas películas románticas. Dónde el chico o el hombre cargaba a su acompañante, un gestó romántico y digamos que divertido. Pero exactamente me recordó a la serie de Bridgerton; en la primera temporada. Simon lleva cargando a Daphne hacia el que sería ahora su nueva casa o palacio. Solo que la diferencia es que ella no estaba vendada de los ojos.

A pesar de no poder ver, sentía vergüenza; no me imagino la cantidad de personas que nos estaban observando en éste momento.

— Oh, señor Harper. Buenas noches —lo saluda con entusiasmo— Y buenas noches señorita —lo saludo también

— Buenas noches, Michael. Hice una reservación

— Claro que sí, señor Harper. ¿Gusta que los lleve?

— Si no es mucha molestia

Harper caminaba, aún seguía cargada entre sus brazos.

— Espero que sea de su agrado

— Muchas gracias, Michael

— Que lo disfruten —Harper le agradece y él se retira

— Voy a bajarte —con cuidado me baja— ¿Lista?

— ¿Ya es el lugar o ahora tenemos que caminar para llegar? —le cuestionó burlona

— No porque esa parte ya la hice por tí, al momento de cargarte—bufa— Ahora si. Ya puedes quitartelo

𝐋𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora