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Samara:

Habíamos llegado a la casa de Jenna. El profesor Harper, nos hizo el favor de traernos. Se había quedado dormida Jenna, Beck me hizo el favor de bajarla del auto y llevarla a su casa, la cargo como a una princesa; mientras Anthony y el señor Harper nos quisieron esperar en el auto.

Intenté abrir la puerta con la llave de respuesto que me entregó Jenna, sin embargo, alguien abrió la puerta. Era su hermana mayor, Issis. Se me había olvidado que ella ya había regresado de sus vacaciones.

Le conté lo que sucedió, me sentía tan apenada y mal, pero ella me consoló, no estaba molesta. De hecho, se sintió aliviada el saber que se encontraba "bien" de alguna forma, y que nos preocupamos por ella y la cuidamos. Issis quiso que me quedará, pero no le acepté la invitación. Así que nos despedimos de ella, no sin antes decirle que al rato vendría a ver a Jenna, eran las altas horas de madrugada.

— ¿Todo bien? —me pregunta Anthony

— Claro. Se sintió aliviada de que Jenna ya está en su casa, a pesar de su estado —suelto una pequeña risa

Interviene Beck

— Ya me tengo que ir chicos. Fue agradable conocerlos de una manera peculiar —reímos ante su comentario

— ¿No quieres que te lleve a tu casa? —pregunta el profesor Harper

— No, muchas gracias señor. De hecho vivo cerca de aquí, así que sin problema me voy caminando

— No es molestia. Andá, yo los llevaré

Yo miré a los chicos como ellos a mí. Con solo mirarnos, sabíamos que el profesor Harper nos hizo un gran favor el traernos a la casa de Jenna; además de defenderme de aquel tipejo. Y estando agotados y fastidiados, decidimos aceptar que nos dejará en nuestras casas.

Primero dejó a Beck, y después a Anthony. Anthony insistió en que me dejarán antes que a él, pero le dije que no, ya que nos encontrábamos más cerca de su casa que de la mía. Al final quedamos el profesor Harper y yo, podía sentir como mis ojos me empezaban a pesar, bostezaba a cada minuto.

— ¿Por qué colgaste?

— ¿Qué? —escuche la pregunta, pero no sabía a qué se refería

— La llamada. Me llamaste y luego me colgaste —note como frunció su seño

¿A caso se molestó?

— Disculpa no... Yo no... Cuando me comentó que iría para allá, no quise que fuera

— ¿A caso no me quería allá?

— No y sí. Es complicado de responder. Usted es un profesor y la mayoría de la escuela estaban en la fiesta, y si lo veían tal vez se habría hecho un alboroto

— ¿Igual que el de hace rato con aquel tipo? —arquea la ceja

— Si —agacho un poco la cabeza— Pero de algún modo... Me alegra que haya aparecido y le agradezco por haberme defendido

— No iba a dejar que ese tipo te pusiera una mano encima, Samara

— Si me hubiera puesto una mano encima lo habría golpeado sin problema—sonrío como si de una broma se tratara. Cosa que al profesor no le causa gracia

— Es en serio, Samara —frunce el ceño— No digo que no te sepas defender, me dí cuenta la primera vez que nos conocimos que te sabes defender a la perfección, pero él casi te pone la mano encima

— Lo sé, pero lo tenía contra el suelo —me defiendo— Tenía que hacer algo

— Si, pero mira como te dejó —me giro avergonzada— Será mejor que vayamos a mi departamento

— ¿Qué?. No, ya casi llegamos a mi casa

— Si "casi" se refiere a unos 45 min. Mejor no. La veo muy cansada; además tengo que curarte, ponerte algo frío en el pómulo y limpiarte la sangre

— No soy una niña. Puedo hacerlo sola

Llegamos, me dispongo a bajar, pero el  profesor Harper rápidamente baja del auto, me abre la puerta y me extiende su mano para recibirlo.

Lo acepto.

— No era necesario. Yo podía bajarme

— Soy todo un caballero —una sonrisa se asoma por la comisura de sus labios

El edificio era algo alto y bonito. De enormes ventanales con balcones. Entramos, sigo al señor Harper y subimos al elevador; se detiene, estábamos en uno de los últimos pisos; recorrimos un pasillo hasta que él se detuvo en una de las puertas. Llegamos a su departamento.

— Es muy lindo su departamento

— Gracias. Siéntase cómoda señorita Samara —le sonrió

— ¿Puedo pasar a su baño?

— Por supuesto. En el pasillo primera puerta

— Gracias. Permiso

Entro, me miró al espejo y estaba hecho un asco, parecería como si yo fui la que se puso ebria. Tenía colorada e inflamado el pómulo izquierdo, el labio partido con algo de sangre y un raspón en la pierna. Justo cuando hoy decidí ponerme vestido, carajo.

Ese maldito de Jacob. A pesar de no tener ganas de ir a la fiesta, quería tener una buena y agradable noche, pero tuvo que aparecer ese cabron hijo de puta. Espero y se lo hayan cobrado en la fiesta, porque si me dió una buena golpiza; bueno, también a mí, se me ocurre la gran idea de ponerme detrás de él.

Después de revisarme, abro la puerta y justamente me encuentro al profesor Harper.

𝐋𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora