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Antes de que entraramos, observé el lugar desde afuera. Muy elegante para ser una cafetería, su arquitectura era vieja, de la época del renacimiento diría yo, no soy buena en la historia, pero me daba una vibra de esa época. Sin embargo, estaba muy bien conservada.

Entramos y el ambiente se torno tranquilo, sin ningún ruido escandaloso; solo el ruido de las voces de las personas que hablaban y de fondo música de jazz. Bastante relajante y acogedor.

Nos adentramos más y en medio había un enorme candelabro, no podía dejar de admirarlo.

— Hermosa, ¿no? —se detiene a lado de mí

— Si que lo es —le contesto sin quitar mi vista del candelabro

— Pero nada hermoso comparado a la chica que está a lado de mí —sonrio con timidez

— Vamos Sam

Me da su brazo, provocándome una sonrisa. Tomó de su brazo, siguiendo al mesero que nos hace subir unas escaleras en forma de caracol. Llegamos al último piso; nos entregaron nuestra mesa, cerca de un ventanal con una vista maravillosa.

— ¿Te gusta?

— ¿Qué cosa? —quito mi mirada del ventanal— ¿La cafetería o la vista?

El ríe de oreja a oreja. Marcando sus adorables pómulos.

— De la vista ya ví que te encantó —revisa el menú— Por eso le dije que nos dieran este lugar. Me refería a la cafetería

— Es... Bello y relajante pero, se ve algo costoso —arrugo mi naríz

— Ya te lo había dicho Sam. No tienes que preocuparte por ese detalle

— Para tí no, porque tú vas a este tipo de lugares y no te importa gastar tu dinero —comienzo a jugar con el menú— Pero para mí, esto es nuevo. Además de que siento que soy una carga

Sostiene mi mano, acariciándolo.

— Jamás digas eso —su voz se torno tranquilo y molesta— No eres una carga, eres mi pareja y quiero consentirte

— Pero es demasiado

— Mejor —confirma— Eso te mereces, hasta incluso más

Pone su otra mano en la mía y me dedica una sonrisa.

Llega el mesero a atender nuestra orden. Le pedimos lo que queríamos y después de eso, se retiró.

— ¿Te puedo hacer una pregunta? —él asiente con la cabeza— ¿Qué pasará cuando estoy termine?. Cuándo tú y yo terminemos

— ¿Qué te hace pensar eso? —frunce el ceño, atento esperando mi respuesta

— No es... Olvídalo —meneo la cabeza— Fue una pregunta estúpida, se me salió

No dice nada, solo me mira con atención, queriendo analizar lo que acabó de decir.

— ¿A qué le tienes miedo Samara?

— Detesto comparar cosas del pasado con las del presente —cruzo mis piernas y tomo aire— Tengo miedo de que lo nuestro se acabé. Las relaciones que he tenido, acaban de pronto, y digamos que me da igual, pero en el fondo deseo una relación duradera que en verdad haya esa conexión

— ¿Tú me amas? —pregunta con total seguridad

Quedándome boquiabierta por unos segundos.

— Sí —mis ojos empiezan a sentirse con ardor, quería llorar. Así como mi voz quería quebrarse— Se que jamás te lo había dicho pero, no estaba segura de que en verdad llegarás a sentir lo mismo que yo. Y todas esas veces que tú me lo decías, que tuve la oportunidad de decirtelo jamás te lo dije por miedo a que tus sentimientos no fueran reales

Harper se levanta de su lugar y se acerca a mí. Se arrodilla quedando casi a mi altura, juntas sus manos con las mías y me besa con profundidad, sin desesperación.

Él se separa nuestros labios, siento su aliento cerca de mi rostro. Rozando nuestras narices.

— No sabes cuánto anhelaba escucharte decir que me amas —toma mi rostro

Lágrimas se deslizan por mis mejillas.

— Te amo Harper

𝐋𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐒𝐈𝐎́𝐍 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora