Parte 159

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Débilmente, comenzó a despertarse.

Tan pronto como se dio cuenta de que se había quedado dormido otra vez, saltó en su lugar y comenzó a ver para todos lados. 

Luego, intentó ponerse de pie por pura inercia, pero resultó imposible porque alguien le sujetaba del brazo.

Parpadeó para enfocar la mirada, luego giró la cabeza hacia los lados y notó un lindo cabellito rubio, completamente despeinado, esparcido por aquí y por allá en todo el ancho de la cama. 

¡Al parecer, el pajarito se había quedado a dormir con sus brazos envueltos alrededor de su pecho! Y después de tres intentos desesperados por despertar completamente, al final pudo ver que incluso el dobladillo de su camisa estaba hasta arriba para dejar al descubierto un pecho blanco que no dejaba de subir y de bajar con cada respiración y la verdad, si no hubiera escuchado sus ronquidos, bien podría haber pensado que se trataba de un maniquí.

Ayer, poco antes de dormirse, el marqués escuchó a Rafiel decirle que le gustaba y que se había decidido a no huir. 

Ahora, un poco más calmado, saber que básicamente ya era completamente de su le hacía sentir en un sueño. 

Es decir, era muy bonito incluso cuando estaba inconsciente, así que tenía ganas de tocarlo, de besarlo, de morderlo y de guardarlo en su bolsillo para protegerlo de todos los problemas del mundo. 

Claro que no podía hacerlo.

En cambio, en conmemoración de la primera mañana en que compartían una cama de esa manera tan dulce, trató de despertarlo con un besito en la boca igual a como lo hacían los novios reales.

Sin embargo, en el momento en que bajó lentamente la cabeza para no despertarlo, sus párpados, que no parecieron moverse en todo este tiempo, se abrieron con un parpadeo que reveló un par de ojitos bien redondos

Y la imagen de si mismo, a punto de besarlo, se reveló en el claro espejo azul cielo de sus iris igual a si fuese la ilustración de un lobo astuto burlándose de caperucita roja. 

Y eso, por si solo no se vio nada romántico.

"¿Qué...? ¿Qué estás haciendo, marqués?"

"..."

Se sintió culpable a pesar de que ya le había pedido casarse con él. Un poco nervioso, rápidamente enderezó su postura y le sonrió:

"Nada..."

(Mierda... ¿Por qué tuve que fallar en algo que sucede todo el tiempo en una novela romántica común?)

Mientras Wolflake pensaba en eso, Rafiel estiró los brazos sobre la cama. Algo como lo que haría un gato

Sus nalgas, sin nada puesto, se elevaron en el aire y se balancearon de un lado para otro igual a si lo estuviesen tentando a darle una mordida y aún así, no era propio de un caballero mirar abiertamente algo como eso sin ser invitado por lo que trató de apartar la mirada tanto como le fuera posible.

Pero el esfuerzo terminó siendo lo único que logró.

Era una muñequita de porcelana con una boca pequeña hecha de flor, que bostezaba y se frotaba los ojos de tanto en tanto. 

En realidad ¿Era una persona viva o un ángel que había salido de una pintura para atormentarle la cabeza? Además, la habitación, que solía estar vacía y lúgubre, pareció llenarse con su presencia de tal forma que se sentía más cómodo y en calma que nunca antes ¡Y hasta le había servido para dormir a sus horas! Deseando que el niño que naciera también fuera un omega, llevó una mano a ese vientre que aún no era visible a los ojos de las personas y lo acarició una única vez. 

La idea era que si nacía un omega que se viera exactamente como ese hombre, los vestiría iguales y luego traería al mejor retratista del país para pintar un cuadro que dejaría en medio de la sala.

(Si eso pasa, le pondré un vestido... Rafiel es un hombre, lo sé, pero esa ropa le sentará increíble... ¿Debo decirle que se deje crecer el cabello? ¿O le pongo una peluca? También sería bueno comprar un set de tacitas de té de juguete para tener un retrato de los dos jugando a la comidita ¡Ay! ¡Mi corazón!).

Estaba pensando mucho en cosas estúpidas, así que recuperó sus sentidos hasta que sintió algo pesado encima suyo.

En algún momento, Rafiel decidió que estaba bien sentarse sobre sus muslos. Al parecer, porque tenía la asombrosa capacidad de sorprender a la gente moviéndose sin hacer un solo ruido.

¿Debería ponerle una campana alrededor del cuello?

"¿Mmm?"

Entonces Rafiel, que tenía todo el cabello cayendo por sus mejillas, tiró de su flequillo detrás de sus orejas y finalmente levantó la cabeza en su dirección para mostrarle la cara. Al mismo tiempo, cerró los ojos y frunció los labios hasta ponerlos de "piquito"

Obviamente supo la intención de inmediato, pero le gustaba tanto lo que estaba haciendo que no se movió.

Rafiel, que parecía inquieto, abrió levemente uno de sus ojos cerrados para ver lo que pasaba con Wolflake. 

Y cuando sus miradas se encontraron de nuevo, rápidamente los volvió a cerrar, frunció los labios otro poquito y acercó la barbilla para que le diera un beso. 

Los dos puños en sus rodillas temblaban como los de un bebé asustado así que, anticipando los esfuerzos que haría en el futuro, Wolflake bajó la cabeza, se rió, y finalmente lo complació.

"Buenos días."

Dijo.

Después de eso fue el desayuno. Y aunque había comido mucho hace apenas un par de horas, Rafiel se llevó a la boca tanta comida como para avergonzar a un Alfa adulto del doble de su tamaño. 

Frente a él había tres platos de carne y dos tazones de sopa, junto con cuatro pequeños platos de postre y una tacita de un helado muy grande. 

Limpiándose la boca con una servilleta, abrió mucho los ojos como si hubiera recobrado el sentido al ver a Wolflake con una cara que gritaba "¿Cuál es el problema de este hombre?" Y finalmente se disculpó.

"Ah ¿Comí mucho? Lo siento... Es que..."

"No, no... No te preocupes... Puedes comer lo que quieras cuando quieras ¿No es verdad?"

"¿Entonces puedo pedir carne?"

"Puedes..."

Wolflake habló con el mayordomo detrás de él. El hombre inmediatamente bajó la cabeza y dijo: "Sí, maestro." Y lanzó una mirada extraña al lacayo que venía justo a su lado. 

Un sujeto bastante joven que corrió rápidamente a la cocina como si se estuviera arrepentimiento de haber elegido este empleo como primera opción.

Luego, los dos se prepararon para salir. 

No importaba lo que hubiera pasado entre ellos, o el plan que formaran sus familias, lo más correcto para estos casos era recibir un permiso formal para poder comenzar a formar una nueva vida juntos y darles el aviso de que iban a irse de la ciudad tan pronto como fuera posible. 

Y eso significaba, hacer un trato con el vizconde de Westport cara a cara.

Rafiel, vestido con la misma ropa que había estado usando cuando llegó, se paró tímidamente junto a Wolflake y trató de respirar de una manera bastante profunda. 

Luego, cuando su acompañante puso la mano suavemente sobre su cintura y lo llevó hasta la entrada, Rafiel se encogió ligeramente de hombros, y dijo que estaba listo.

AROK Y JARDIN DE LAS ROSAS (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora