Capítulo 25 · Confesiones

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Llegó la hora de salir a comer a casa de mis padres. Nos fuimos en metro, no era la mejor ruta porque llegaríamos más tarde, pero ellos querían ir en metro. En el camino, Henry no me dijo nada ni yo a él. Hicimos como si el beso no hubiera pasado. Eso me molestaba un poco, pero no quiero insistir en algo que quizás él no quiere. Mejor dejarlo pasar, me repito a mí misma. Pero lo disfruté muchísimo y las mariposas no se van de mi panza.

Ahora que lo pienso, creo que fue una mala idea haberlo invitado a casa. Estar solos fue mucha tentación. ¿Qué hubiese pasado si Mónica y Humberto no llegaban en ese momento? Estoy segura de que mucho más que un beso, porque ya yo estaba rendida. Me había derretido en microsegundos con el solo hecho de haberme mirado como lo hizo. Pero mejor no pienso en ello porque me hago películas en mi cabeza que luego no me dejan dormir.

Al llegar a casa de mis padres, mi madre abre la puerta y se asombra mucho con la visita. Sabía, cuando le comenté que le tenía una sorpresa, pero no se imaginaba que era Henry a quién me refería. Nos abraza a todos y nos hace pasar. Henry le entrega a mi madre una botella de vino que compró en el camino. No quería aparecer sin nada en las manos, así que paramos en un supermercado antes de llegar. Sigue siendo igual de detallista. Mi padre también los recibe con apretón de mano y un abrazo. No pensé que se alegrara tanto de ver a Henry, parece que al final si le agarró cariño, pero lo disimuló muy bien en su momento.

Luego de conversar todos en el salón un rato y que mi mamá les hiciera el tour por la casa a los chicos, nos sentamos a comer. Como era de esperar los hombres comienzan a hablar de bienes raíces, la bolsa, de inversiones... Y las chicas de belleza, moda y farándula. Todo muy estereotipado. Cuando terminamos la deliciosa comida, mi mamá les ofrece café y me levanto con ella para ayudarla a prepararlo todo.

- Luna, Henry está muy guapo ¿no? - me dice mi madre con una sonrisa picarona al llegar a la cocina.

- Opino lo mismo... - dice Mónica entrando detrás de nosotras.

- Pues yo lo veo igual que siempre - digo con intenciones de sonar desinteresada, pero ni yo me lo creo.

- Ay, pero mirar no es pecado hija... Está muy bueno. Tiene un aire como más madurito con esa barba, como más interesante.

- ¡Sra. Helena! ¡Me sorprende! Que picarona se me ha vuelto por los Madriles. - nos reímos las tres a carcajadas.

- Hija es que uno no puede negar la belleza cuando la ve. Y ojo que Humberto también tiene lo suyo.

- Mamá, me estás preocupando. ¿Estás bien?

- Déjala quieta Luna, que ella tiene derecho a mirar y piropear lo que quiera. Además, que tiene razón en lo que dice, son dos muñecos.

- Es que no digo que no pueda mirar, pero eso no lo decía cuando él y yo...- no continúo la frase porque me interrumpe mi madre.

- Hija, que sepas que en ese momento también me parecía lindo, pero primero, era un niño y segundo, no te lo podía decir porque si no perdía autoridad ante ti. Ya bastante que se pasaron ustedes dos de la raya siendo así de estricta contigo.

- ¿Y ahora sí te parece bien?

- ¡Claro! Ahora ni es un niño y ya puedes hacer lo que quieras... Pero después me vienes a contar todos los detalles... - y me guiña un ojo la muy sinvergüenza.

Salimos finalmente al comedor con los cafés y algunos dulces que tenía mi mamá en su despensa.

- A ver hombres, basta de hablar de trabajo - los regaña mi madre como si siguieran siendo unos niños.

Luna Enamorada [+18] - Completada ✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora