Capítulo 32

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El director mandó a Sasha a buscarme. Podía ser para meterme mano o pegarme una reprimenda; me encantaba la aleatoriedad del asunto. En cuanto entré y encontré que teníamos compañía, supe que no tenía posibilidades de un encuentro sexual.

Lí-Sellers estaba de pie al lado de su escritorio. Sentados delante estaban tres figuras: Edward, Jadesy y... Berlin. El único sitio que quedaba libre era el asiento del director, así que no tuve más alternativa que sentarme ahí. Berlin amplió los enormes ojos verdes, y escrutó a su primo a la espera de alguna reacción. Sus ojos volvieron a mí, y me aseguré de mostrarle lo a gusto que me sentía sentada sobre el calor de Lí-Sellers. La tensión del ambiente era palpable, y olía tan bien que mis fosas nasales se deleitaban de la incomodidad de los demás.

—Edward, Berlin, por favor, esperen fuera —dijo él, y se apartó del escritorio. Cerró la puerta detrás de la figura de mi hermano. Regresó y se acercó a mí; yo alcé la mirada sin levantar la cabeza.

Me relamí los labios y despegué del asiento. Me pavoneé hasta la silla donde había estado mi hermano, no sin restregar mi cuerpo contra el de Lí-Sellers de camino. El director tomó asiento.

—No necesitas interponerte en esto. Sé que abogarás por ella —masculló Jadesy con la voz endurecida. ¿Tuteaba al director?

Observé con detenimiento la manera en que le miraba. No parecían los ojos de una enamorada; ni siquiera parecía que el director le cayera muy bien.

Lí-Sellers se llevó dos dedos al tabique nasal.

—Sabes que Berlin no iba a dejarlo estar si no le daba atención. Yo tampoco me quiero ver implicado en esto —dijo, haciendo una señal con el dedo, abarcando a Jadesy y a mí.

—Quizás si no le hubieses puesto una puta corona de diamantes en la cabeza ahora no se sentiría como una reina.

Hablaban en voz baja, entre ellos, dejándome a un lado.

—Perdón, ¿están hablando de mí? —intervine—. ¿Y qué demonios tiene que Berlin con esto? No fue su tráquea la que asalté.

—Sabes que no te necesito para resolver mis dramas. Pero, si esta zorra vuelve a meterse conmigo, tomaré mis propias medidas. Y no me importa la historia que mi madre tenga con la suya. La mataré. —Jadesy se puso en pie y abandonó la oficina sin pedir permiso a nadie.

Antes de que pudiera acribillar a Lí-Sellers a preguntas sobre su relación con la falsa pelirroja, Berlin y mi hermano regresaron. La combinación de esos dos era tan extraña que me resultaba cómica.

—Sabía que tarde o temprano te enterarías, y elegí hacerlo tarde —dijo el director con resignación—. Jane y Edward viven conmigo desde hace un tiempo...

—¡¿Qué?! Pero... se suponía que Liz...

—Tomé la tutoría después de que pasara lo de Hassan. Todos nos estamos reponiendo aún de su muerte. Tenía la esperanza de que tuviesen algo de química al conocerse, pero era pedir peras al olmo. Lo único que les pediré es que se eviten lo máximo posible. No me den más dolores de cabeza de los que ya tengo.

—Pero, ¿y sus abuelos? ¿O los tíos esos que viven en Londres? ¿Por qué se quedan contigo?

Me llevé una mano al pecho, indignada. ¿Quién se creía para opinar de mi vida familiar?

—Berlin —dijo el director, fastidiado—, eso no es asunto tuyo. Mamá adora a su madre, y por consiguiente a ellos. No busques problemas.

—¿Yo? Fue ella quien apareció lanzando condones por los pasillos.

Oh, oh. Estaba a punto de perder los estribos. Olía a niña malcriada, carente de autocontrol e inteligencia. Empezaba a sentir arcadas solo de escucharla.

3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora