Capítulo 14

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—No tengo idea de qué se trata, pero estoy seguro de que Lizzy no está detrás de lo que sea que hayas dicho —dijo Lí cruzándose de brazos frente a mí. Mantenía una distancia prudente de mi cama. Quizá mi comentario sobre estar dentro de mi habitación le había despertado alguna alarma.

—Solo una mentirijilla para que Edward caiga en una pequeña trampa. —Cogí el bocadillo y me lo llevé a la boca.

—Mentirijilla. Pequeña trampa —dijo él, sopesando las palabras—. ¿Por qué siento la urgencia de detener lo que sea que estés tramando?

Me encogí de hombros.

—Porque no es la primera urgencia que le provoco quizás, señor director. —Mordí mi bocadillo, dejando adrede que el queso derretido se deslizara por la comisura de mi boca. Me limpié con el pulgar y luego lo enredé entre mi lengua.

—Eres bastante urgente, sí —admitió—. Pero eres la tarea de Lizzy, no la mía.

Asentí.

—Y sin embargo —Deposité el plato de regreso en la mesita— tengo la dicha de disfrutar de sus dotes culinarias desde la comodidad de mi cama. Y hablando de placeres gastronómicos, creo que usted y yo quedamos a medias en una conversación esta mañana.

Una sonrisita torcida se apoderó de sus deliciosos labios. Me acomodé sobre la cama cuando vi que se acercaba. Por fin solos. Por fin tan cerca.

Sus dedos rozaron la venda que me envolvía el tobillo, y se fueron arrastrando lentamente por el interior de mi pierna. Por todos los cielos, sí, sí, sí. Su mano se detuvo a la altura de mi rodilla, y sus ojos se clavaron en ella. ¿Me estaba pidiendo consentimiento? Me erguí e intenté encontrar su mirada. Vamos, Lí, no tienes por qué parar. Sé que lo quieres.

—No estoy ciego, Jane. Y Elizabeth tampoco. Lo veo tal y como ella lo ve —me indicó en voz baja.

—¿Y le gusta lo que ve, director Lí-Sellers? —inquirí.

Dejé que un hilo de silencio le permitiera pensar.

Entonces sí me miró.

—¡Hassan, ya estoy en casa! —anunció Elizabeth desde abajo.

Los dedos de Lí regresaron a mi tobillo.

—¡Estamos arriba! —anunció sin despegar sus ojos de los míos.

—¿Qué fue lo que pasó? —irrumpió Liz, alarmada, al ver mi esguince—. ¡Hassan, ¿cómo...?!

—Me torcí el tobillo, no es nada —le dije, sonriente. Estaba segura de que tenía las mejillas sonrosadas, y, como mi macho alfa había dicho, la tipa no estaba ciega.

—¿Y también te golpeaste la cabeza?

—No. —Fingí una risa tan falsa que cumplió su cometido de hacerla dudar—. ¿Qué tal tu día? —Apreté los labios para evitar que una carcajada verídica emanara de mi boca. Ver a Lí tan tenso, como atrapado con las manos en la masa, causaba una insistente cosquilla en mis zonas más sensibles.

—¿Te pasa algo? —Le preguntó la mujer a su hermano. Él negó con la cabeza, tragando el nudo que se le había formado en la garganta. No pude evitar relamerme las comisuras de los labios.

—Voy a preparar la cena —se apresuró a decir el director, pero su hermana le detuvo de camino a la puerta. Cogió su mano derecha y se la llevó a la nariz. Mi boca cayó el suelo. ¿Estaba verificando que no oliera a bacalao?

—Me huele a queso —le dije, y ella se quedó de piedra—. El bocadillo, digo. El que me preparó tu hermano.

—Te has pasado —masculló Lí entre dientes, y abandonó la habitación.

3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora