Capítulo 35

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El Grand Daddy's era un sitio colorido, rebosante de universitarios hambrientos. Vislumbré a Leon y a Kean en la entrada, compartiendo un porro. Leon soltó un pesado suspiro al verme. No sabía si eran las hormonas o el hambre, pero tenía una pinta apetecible. Al parecer, se había pegado una ducha recientemente, pues ya no llevaba los pelos de maníaco que en clases. Los ojos le habían mejorado mucho, pero seguían siendo algo extraños. Kean no había mejorado en absoluto, si acaso, parecía un vagabundo que se le había acercado a Leon para pedirle una limosna.

—Llegas tarde —me recordó Leon, dando por terminada la sesión de marihuana. Kean pareció apesadumbrado.

—Algo se me cruzó entre las piernas —le dije, acercándome a ellos—. Y más vale que sea un problema de los gordos, porque he dejado un asunto a medias por su culpa. —Le eché una mirada a Kean. Él se acomodó las gafas—. Te ves horrible.

—Entremos. Los demás están impacientes —dijo Leon, echándole una mirada de lástima a su amigo.

—¿Los demás? —inquirí.

Leon no compartió nada más conmigo. Simplemente se giró y lideró la marcha hasta el interior. No nos detuvimos en ninguna de las mesas. Continuamos caminando hasta cruzar la puerta de la héctica cocina. Todos continuaron con sus tareas, ignorando por completo nuestra presencia.

Acabamos en una oficina trasera, donde esperé encontrarme una partida de póker clandestina. Pero en su lugar encontré al menos una decena de universitarios enfrascados en una acalorada discusión que mermó hasta el silencio en cuanto mi figura atravesó la puerta.

Adam estaba sentado detrás de un escritorio viejo, con los pies en alto. Alzó el vaso de whisky que tenía en la mano en cuanto me vio.

—¡Eh, llegó Stone! —anunció, como si fuese necesario gritarlo a los cuatro vientos. Aún tenía una pinta terrible, pero al parecer, su organismo estaba listo para más desmadre.

—¿Qué mierdas es esto? —demandé saber al notar que todos los presentes vestían los ojos del demonio—. No me interesa unirme a ningún culto a no ser que me conviertan en su deidad.

—Pues no vas muy desencaminada —dijo Leon, cogiéndome de la mano. Me guio hasta el escritorio, le hizo una señal a Adam y este abandonó su asiento para dejar que el culo de Leon se adueñara de él. Tiró de mí y me senté sobre sus piernas.

—Solo acepto tributos en efectivo —bufé, acomodándome sobre el regazo abultado de al parecer mi nuevo alfa.

Dos latidos después, todos empezaron a hablar a trompicones, demandándome cosas y haciéndome preguntas que no acababa de entender. Las palabras que se repetían eran «Harlek», «Nirvana», «Director» y la peor de todas las frases: «Tienes que hacer algo».

—¡Suficiente! —gritó Leon, trayendo silencio—. Agobiándola no van a conseguir que les salve el culo.

—Llámame ignorante, pero ¿salvar yo? —quise saber—. Para empezar, ¿quién coño es esta gente?

Fue Kean el que tuvo la piedad de explicarme la situación. Menos mal, porque empezaba a creer que, en lugar de convertirme en deidad, me convertirían en el sacrificio. Para ese trabajo era necesario una virgen, ¿no? Conmigo perdían el tiempo. Sabía lo que pasaría después, ya había visto la película.

—La universidad está dividida. Hace un par de horas hubo una «audiencia» entre todos los que consumimos Nirvana ayer —dijo, fingiendo comillas con los dedos—. Los únicos que no fueron invitados fueron Edward, Leon y Leonor.

Me giré para ver a Leon. Él asintió, serio.

—La convocó Jadesy Tumber —me explicó—. Sabía que nosotros tres tomaríamos tu lado, pero intentó convencer a Kean y a Adam.

3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora