Capítulo 9

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Todos se quedaron inmóviles, inseguros de hacer cualquier movimiento. Yo aproveché ese vacío para ver a aquel hombre de pies a cabeza. No me molestaba no volver a verle nunca, como creí que ocurriría, pero me molestaba mucho menos volver a hacerlo. Lo cual me enfadaba, puesto que ese hombre me había estado siguiendo desde mi noche de graduación, y creía saber por qué motivo.

Stone.

Había mandado al hermano de su amiguita a perseguirme por Londres. No sabía si eso me molestaba o me ponía cachonda.

Tragué saliva, cogí mi ropa y, con la frente bien alta, salí del vestidor. Nadie se movió un centímetro.

Me vestí en el pasillo a toda velocidad mientras encajaba los puzles en mi cabeza. Stone, hijo de su puta madre. Tenía planeada esta traición desde hacía mucho tiempo, desde mucho antes de la graduación.

Bajé las escaleras con las piernas temblando. Quería trazar un plan, pensar en mi próxima movida, pero la imagen de aquel hombre semidesnudo obstaculizaba cualquier pensamiento. Miré hacia arriba desde los pies de la escalera. Él estaba apoyado sobre la barandilla, mirándome. ¿Por qué no me decía nada? ¿Qué esperaba yo que me dijera? ¿O era él quien esperaba que yo dijera algo? No esperaba una disculpa, ¿verdad?

Elizabeth apareció justo detrás, con la cara ya recompuesta.

—Vamos a presentarnos todos —dijo, bajando las escaleras con una sonrisa. Más falsa que sus tetas—. Jane, este es mi hermano; Hassan. Hassan, ya has conocido a la famosa Jane Stone. —Me sujetó de los hombros.

Bufé una risa. No pude contenerme.

—Ahora lo entiendo. Es todo un chiste malo de mi padre.

—Sé lo que piensas —dijo el hombre, recuperando la postura erguida. Yo me erguí de golpe también. Estaba bajando las escaleras. Se estaba acercando. Vestido, por desgracia—. Te sorprende que me llame como tu padre. Es una historia larga.

—Que te contará con mucho gusto mientras yo preparo la cena —dijo Liz, alegremente. El hombre la miró con el ceño fruncido. Ella le sostuvo la mirada durante un instante y luego se fue.

Nunca me había sentido intimidada por un ser masculino. Ni femenino, en ese caso. Pero lo que me provocaba estar a solas, o algo así, con aquel hombre era algo que se le asemejaba bastante. No era incómodo; pero me causaba cosquillas en las muñecas.

—¿Quieres sentarte? —me ofreció, señalando hacia el salón.

Tarde unos segundos en contestarle. Porque mi cerebro funcionaba diferente cuando su voz entraba por mis oídos. Era como un video deteriorado; primero había imagen y hasta mucho después me alcanzaba el sonido.

Caminé en dirección al salón, el cual estaba iluminado por la luz que entraba desde los enormes ventanales. Me senté en el sofá grande, con la esperanza de que decidiera sentarse a mi lado. No lo hizo. Eligió un sillón frente a mí.

No podía parar de ver sus movimientos. Era un placer morboso y adictivo.

—Has de saber que es para mí un placer conocerte al fin... Oficialmente —añadió al ver que abría la boca para hablar—. Sé que nuestros primeros encuentros no han sido los más...

—Decentes —acerté.

Él sonrió.

Mierda.

—Iba a decir convencional. Pero sí, eso también.

—Fuiste tú quien me llevó a la comisaría de policía en Londres —empecé. Ya había tenido suficiente de rodeos. Quería respuestas. Y faje. Pero respuestas también.

3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora