Capítulo 41 [PARTE 1]

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Desperté entre susurros de gente que no existía, pero que, por suerte, cesaron en cuanto abrí los ojos. Despertar en mi cama se me hacía un poco raro. Aunque no creía que fuera la habitación lo que me hacía sentir rara, sino la montaña rusa de emociones que había tenido ayer. Tenía un regustillo arenoso en la boca, me ardían los ojos y no me sentía completamente yo. De todo lo que me había pasado ayer, ¿qué era lo peor? Shane me había amenazado, la zorrocona de Arielle se había salido con la suya, mis alucinaciones ya tenían nombre, y Lí-Sellers... Lí... No podía llamarlo Lí-Sellers nunca más. Ese maldito hipócrita, adoptando el apellido de su exnovia después de echarla de cabeza a la policía.

Pensar en él me convertía en un monstruo marino de nombre asqueroso, así que hice lo que mejor se me daba: reprimir cualquier sentimiento que tuviese hacia él y recuperar mi jodida identidad. El director solo había sido un bache en mi camino, y lo apartaría como la sucia piedra que era. De una patada.

Me lancé a la ducha y me lavé hasta el alma. El cuerpo me quedó limpio, pero con el alma poco podía hacer. Me preparé a fondo. Pelo, ropa y maquillaje. Y luego iría a comprar más, porque nada me parecía más ameno que deslizar la tarjeta del director hasta que se convirtiera en una hoja de papel mojado. Era la más barata de sus penalizaciones, porque, hijo mío, apenas estaba empezando.

Bajé a la cocina con la frente en alto, dispuesta a ignorarlo por completo. Me sentía hecha una perra en condiciones, pero no me quería arriesgar a que me temblaran las rodillas si el hombre aparecía en traje, pelo húmedo y cogía la taza como si fuese mi cuello durante un candente faje. Fue tanto una victoria como una decepción poder regresar a mi habitación sin encontrármelo.

La habitación de Edward estaba en silencio, lo que significaba que no había regresado y que se iría directamente a la universidad. No me quedó más alternativa que conseguir un taxi.

Caminando por los pasillos, noté que una esbelta figura morena se me quedaba mirando. Alcé la mano con una sonrisa al ver que era Sasha, pero mis labios se congelaron al ver su cara de pocos amigos.

—¿Desde cuándo tengo un gato? —me recriminó.

Alcé el dedo índice, recuperando la sonrisa.

—Dos cositas antes de agradecerme por mi intervención —le dije, enredando mi brazo con el suyo—. Buenos días. —La arrastré por los pasillos en dirección hacia las oficinas. Porque tenía que hablar con ella y porque merodear con la primera secretaria del director de la universidad me ganaba miraditas de todo mortal con el que nos cruzábamos. Nada me parecía más refrescante y picantito que dejar en manifiesto en tamaño de mis ovarios—. Y no, no tienes gato. Se murió, ¿recuerdas?

—¿Por qué hiciste eso? —rechistó ella en voz baja.

—Sashis, no se consigue purro docente con el culo clavado detrás del escritorio. Tienes que salir ahí y pescarlo. Cuéntamelo todo —la animé.

Supe que eran buenas noticias cuando su rostro se iluminó con la fuerza de UY Scuti.

—Hemos quedado para comer algo en nuestro descanso hoy —dijo, toda sonrisas y resplandor.

—Oh —dije en tono pícaro—. Escúchame bien, Sash. Enséñale el cuello, rózale la pierna por debajo de la mesa y menea el culo como es debido. Hazme sentir orgullosa.

Ella se rio, negando con la cabeza.

Nos detuvimos delante de la entrada a las oficinas. Ella me lanzó una mirada de confusión.

—¿No entras?

—Tengo que ir a clases —le dije, ignorando la punzada de dolor que me asaltó el pecho—. Pero espero un informe entero con los detalles sucios de esa comida —le advertí, caminando de espaldas.

3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora