Capítulo 2

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Edward soltó un suspiro interminable. Que se tardara toda la noche, tenía tiempo. Debajo de mí, la gente parecía muñecos. En mi mente, vi sus rostros de plástico derritiéndose. Sonreí y me giré hacia Edward. Alcé una ceja, a la espera. Su respuesta fue ponerme los ojos en blanco.

—Voy a buscar la gasolina —dijo, haciendo un énfasis en la última palabra. Él sí que me había entendido. Estaba segura de que el cerebro neandertal de Arielle seguí atascado en el Martini que aún no se había bebido.

—Vamos a beber algo mientras tanto —me incitó ella cuando Ed ya se había marchado. Nunca me equivoco.

Nos sentamos en la barra para terminar nuestros tragos.

Adoraba las noches como aquélla; podía saborear tanto la tranquilidad de un instante como la repentina explosión de alguna de mis ideas. No solía hacer aquel tipo de hazañas en los negocios familiares, pero tenía que innovar. Mi tío Jesse (en realidad no era mi tío biológico, pero mi madre me había enseñado a tratarle así en recompensa por salvarme la vida al nacer) perdonaba todas y cada una de mis travesuras, aunque me llamara «pequeña escoria de Londres» y me abofeteara a menudo (mis padres jamás le reclamaban por ello).

—¿Tienes algo que nos pueda interesar, Ronan? —le pregunté al barman, inclinándome sobre la barra.

Arielle, para sorpresa de nadie, me sujetó del brazo en un intento de regresarme a mi asiento. La miré con los ojos en llamas. Su mirada se dirigió a mi escote con persistencia. Sonreí al caer en cuenta; estaba mostrando demasiado. Me acomodé el sujetador y mis pechos brotaron del vestido como dos bolas de boliche. Había heredado las tetas de Claire Caldwell, de ahí mi segundo nombre. Arielle resopló.

—Estamos de celebración, Ari -le recordé en tono cínico—. Vamos a beber y vamos a portarnos mal. ¡Por amor de Dios, Arielle Harlek! —La sacudí, y ella no pudo evitar reírse. Menos mal, no quería tener que guardarla en el almacén durante el resto de la noche—. Va, Ronan. Tequila para las dos.

Ronan era un chico de tez morena y labios prominentes: mi sueño sexual hecho carne. Pero era gay, lo cual no podía ponerme más cachonda. Con solo imaginármelo gritando como una zorra en celo bajo el potente abdomen de un macho de cien kilos mis bragas se empapaban de una lluvia torrencial.

El chico se rio, sacándome de mi ensimismamiento. Arielle se tapaba la cara, envuelta en carcajadas espasmódicas.

—No puedo creer que hayas dicho eso —decía ella, con la voz ahogada en sus manos.

Abrí la boca. ¿Lo había dicho en voz alta?

Ronan destapó la botella y sirvió los dos tequilas.

—Te dejaré la botella por aquí —dijo—, porque me interesa escuchar más de lo que piensas. —Y se fue a atender a otro cliente de la barra.

—No tiene ni idea del repertorio de fantasías que he coleccionado gracias a él —musité, con el labio inferior atrapado entre mis dientes. Me sacudí para poder centrarme en cualquier otra cosa.

—¡Salud! —Arielle alzó el shot y lo unió al mío antes de zampárselo a la garganta. De inmediato se llevó un gajo de limón a la boca, y compartió otro conmigo—. ¿Cómo ves el panorama?

—Común —le respondí, siendo sincera. Era el problema de aquella zona tan exclusiva; apenas pasaba algo interesante, pero me recordaba cuál era mi posición en la vida. No llevaba cartera nunca, y si la llevaba no tenía un duro en ella. Eran contadas las veces que había tocado un billete; todas mis compras y las de Edward estaban monitoreadas. La tarjeta que Stone nos había dado para gastos personales tenía restricciones en bares, hoteles y discotecas. También recibía una copia de todas mis facturas, así que se enteraba hasta de si usaba toallas sanitarias con alas o sin. Pero ahí estaba la magia de Jesse: mientras estuviera con Arielle, no necesitaba ni una libra para sumergir mi hígado en whisky—. ¿Dónde estará el inútil de Edward con mi gasolina?

3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora