Capítulo 29

372 24 18
                                    

Al final de todo, era una fiesta.

Los ayudantes apartaron las mesas y dieron lugar a una pequeña pista. El baile lo abrieron Lí-Sellers y Liz. Me quedé embobada viéndolos desde mi asiento, en la oscuridad. Lí-Sellers sujetaba a su hermana con una mano en la cintura, y con la otra entrelazaban dedos. Se meneaban de forma juguetona, hasta que el director empezó a hacer que Lizzy girara sobre sus talones y aterrizara en sus brazos. La mujer estalló en carcajadas cuando Lí-Sellers la colgó en sus brazos y la recuperó poco después. Bajo la tenuidad de las luces, Lí-Sellers parecía un ser cristalino y surreal. No podía despegar los ojos de su sonrisa, cargada de profundos hoyuelos, y de su mirada juguetona. Mi mente empezó a divagar... Y ya no era con Lizzy con quien bailaba, sino con un vestido rojo y una cara de ojos verdes.

Parpadeé, saliendo de mi ensoñación, cuando, a través de la distancia, vislumbré a cuatro pares de ojos clavados sobre mí.

El tío Jesse se mordía el labio inferior, conteniendo la risa. Arielle, a su lado izquierdo, fruncía el ceño, un tanto horrorizada. Mientras tanto, mi hermano me miraba como si me hubiese pillado haciendo una travesura. Negó con la cabeza, divertido. Y detrás de su padre, Jadesy Harlek apretaba la mandíbula y me atacaba con su mirada de desquiciada.

Ignoré la mirada de los otros tres, porque si me ponía a pensar en ello no me atrevería a hacer lo que tramaba. Si la bastarda de Jesse ya se estaba ahogando en ácido sulfúrico de verme comiéndome con los ojos al director, le daría un ataque cardíaco fulminante al presenciar lo que estaba a punto de suceder. Podía ser un éxito rotundo o la humillación más devastadora de mi vida.

Pero todos sabemos que mi vida no era una serie de movidas sensatas y comedidas de mi parte. Me gustaba más apostarla a los dados.

Tras unos tres minutos de canción, se acercaba el final, y sabía lo que iba a pasar, así que me preparé. Vi a Martin levantándose, entonces supe que esa era mi señal.

Una mano me detuvo.

—Suél-tame —mascullé entre dientes.

—No me hagas pasar esta vergüenza. Todos ven por mi corbata que eres mi pareja.

—Lean, te juro por las entrañas vegetales de mi madre que, si no me sueltas en este mismo instante, me aseguraré personalmente de que nunca entres en la Universidad de Mánchester —le amenacé. Cogí su muñeca y la apreté con fuerza.

Lean me miró, incrédulo. Pero esos ojos marrones, hipócritas e interesados, no me valían para nada. En ese momento me di cuenta de que mi mayor error había sido volver a dejarle entrar en mi vida. Al director no le importaba que me enredara con él; había sido él quien le había dejado entrar, se había quitado la corbata para entregarme a Lean, por su propia voluntad. Y Edward ya sabía lo que habíamos hecho aquella noche en el taxi; Lean no me traía ningún beneficio, y lo iba a extraer de mi vida como el cáncer maligno que era.

Mi pecho hervía en rabia. De repente, todo se oscureció, todos desaparecieron. Solo lograba ver a Lean, hundido en la penumbra de mi odio. Sentí el más profundo de los repudios hacia él.

—Jane, no —urgió una voz detrás de mí. Era Edward, sujetando mi mano, que ya iba de camino a estrellarse con la cara de Lean—. Aquí no, por favor.

Miré a mi alrededor, donde la gente ya había aparecido. En la pista bailaban Martin y Liz, Churchill y su descendiente, Jesse con su bastarda. Y Lí-Sellers... Él ya no estaba a la vista.

Me puse de pie, olvidándome de Edward. Lean se alzó sobre mí.

—Te vas a largar ahora mismo —le dije—. No vas a beneficiarte de mis contactos, y ya no estás invitado. Lárgate.

3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora