Capítulo 23

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Abrí los ojos cuando escuché murmullos. Empezaron como una siseo suave y ligero, pero pronto se convirtieron en palabras sólidas provenientes de voces conocidas.

Me erguí sobre el sofá y planté mi vista en el par que había al lado de la puerta. Se trataba de Edward... y Lí-Sellers. Mis ojos saltaron a la mesita de café, y gracias al cielo estaba limpia y sin rastro de drogas. Edward debió haberlas escondido antes de que el director apareciera. Pero, ¿cómo...?

Parpadeé un par de veces, registrando mis venas en busca los efectos de la marihuana. Luego recordé que no me hacía falta drogas para delirar.

—¿Cómo llegó hasta aquí? —pregunté en voz alta. Mi voz atrajo la atención del director, quien frenó en mitad de su frase. Se había cambiado de ropa; vestía de negro, pero más informal. Un polo de cuello alto, pantalones vaqueros oscuros y zapatos, cómo no, bien pulidos de Armani. Llevaba el cabello desordenado, lo que hacía parecer que lo tuviese más largo.

Lí-Sellers sonrió con dulzura. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Me encogí, fingiendo que tenía frío.

Tenía la cabeza como si me la hubiesen puesto a disecar al sol durante una larga temporada. Estaba exhausta, por dentro y por fuera. Mi cuerpo y mi mente habían atravesado por una picadora de carne y habían sido puestos a trabajar como si nada hubiese pasado. Necesitaba un respiro antes de que acabara en manos de Tanikja al lado del abuelo.

—Tu padre me comentó alguna vez que te encantaba esconderte aquí.

Puse los ojos en blanco, y me hice sonar las vértebras del cuello.

—Por supuesto —solté, sarcástica.

Edward miró a Lí-Sellers, y luego a mí. Meneó su lengua en el interior de su mejilla, pero paró en cuanto el director regresó la mirada a él. Me encantaba como mi hermano se vendía al mejor postor, como una putita barata. Parecía indignado con mi relación con el director el día que mamá apareció como un demonio de Tasmania hacía semanas, pero ahora le hacía gracia que el director me diera clases particulares.

—Iré a asegurarme de que nuestro equipaje está listo —dijo mi hermano, y me guiñó el ojo a espaldas de Lí.

Negué con la cabeza, haciendo mala cara. Lí-Sellers pareció confundido mientras mi hermano se reía en silencio a sus espaldas antes de desaparecer por la puerta.

El susodicho director tomó asiento a mi lado, escrutando mi rostro. Yo me fingí distraída, fascinada por las pinturas al óleo de las paredes que había visto una seiscientas veces en mi vida. Como él no rompía el contacto visual conmigo, decidí incomodarlo un poco.

—Me pregunto si la cocina del internado está abierta.

Resopló una risa, y depositó su mano en mi rodilla. De inmediato, concentré mi atención ahí donde me tocaba. Cogí su dedo corazón y aparté su mano de mi pierna. Esperaba que no pretendiera darme una terapia por mis arrebatos en el funeral. O quizá viniese a morrearse conmigo, culpando una vez más mi estado narcótico.

—Ya se me pasó el efecto —dije, intentando decepcionarlo.

Él asintió.

—Edward hizo un buen trabajo limpiando el área, pero aún huele —comentó.

—¿Va a castigarnos? —Recogí las piernas y me las rodeé con los brazos.

—Hay alguien que ha venido a verte —soltó, de repente.

—No quiero ver a mis abuelos, ni a los Harlek —rezongué. Ya había tenido suficiente de ellos por una buena temporada. Si se trataba de Arielle, acabaría habiendo otro deceso esa semana.

3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora