Al siguiente lunes, la policía ya había dejado de investigarnos tan ferozmente. De todas formas, la universidad se había convertido en un mercado de rumores. Sabían que alguien había denunciado aquella fiesta a la policía y que otro había limpiado el desastre. Nadie tenía una versión verídica de cómo pasaron las cosas.
Los tres infelices a los que le había salvado el pellejo hacía unos días juraban por su madre de que yo era la soberana de la universidad y que tenía al director aullándome a demanda. Los más fieles a la bastarda mantenían su postura de que yo había sido quien se había chivado a la policía mientras que Jadesy se había hecho cargo de sobornarlos. Alguna que otra teoría insinuaba que no era más que marketing de Bastardas S.A. para vender su mercancía. Pero todos coincidían en una sola cosa: la fidelidad hacia mí acababa en cuanto el nombre de esa zorra se mencionaba. El respeto, o miedo, que tenían por ella era superior al que yo me hubiese ganado.
De haber desmentido los rumores, puede que destronara a esa puerca y todo me nombraran su gobernante suprema. Pero no podía arriesgarme hasta que no tuviese claro qué pintaba Jadesy en la vida del director. Y, sobre todo, cuánta influencia tenía en él. Por lo pronto, tendría que investigar por lo bajo, usando a mis secuaces para meter sus narices en los asuntos que me interesaban. Todos tenían una tarea particular. Leon era mi relaciones públicas, dándome ese apoyo de sicario emocional que necesitaba. Mi segundo al mando, pues no podía atender cada tema personalmente. Kean, investigando los trapos sucios de los Caldwell. Adam, añadiendo masa muscular al grupo. Y Edward, siendo Edward. Leonor me venía de perlas para provocarle ataques de celos a Arielle. Sus miradas de dolor cada vez que encontraba a mi hermano metiéndole la lengua en el esófago a Leonor era vitamina B12 para mi sistema inmunitario.
Hubiese creído que la joya de los Harlek se hubiese aliado con su prima para planear mi muerte, pero Arielle optó por fastidiarme de una forma incluso más baja.
—Profesor Hornen —dije, cuando todos hubieron abandonado el salón y el rubio cuarentón se quedó a solas con sus papeles. Me pavoneé hasta él, alimentándome de su mirada poco sorprendida. No sería la primera alumna que le imploraba dos gotas de su tiempo—. Gracias otra vez por aceptar mi ensayo tardío. Pero me gustaría hacerle unas preguntas. Sé que tiene otra clase dentro de veinte minutos, así que solo le quitaré cinco.
Él alzó la barbilla. Sus ojos azules se enfocaron en los míos. Me preguntaba qué tanto sabían los profesores sobre los rumores que circulaban por la universidad. El más escandaloso era que Lí-Sellers vivía con una alumna y que, aunque nadie tuviera pruebas, probablemente le comía el purro mientras él corregía exámenes. A lo Bill Clinton.
—Por defecto, creo que los alumnos se inventan excusas para no entregar los ensayos a tiempo. Pero teniendo en cuenta que eres tan hábil expresándote, no creo que se te haya dificultado escribir cinco mil palabras. De todas formas, ¿cómo iba a negarme? Me lo pidió el director mismo. —Dijo la última frase en un tono oscuro, con tanto descaro que era obvio que quería dejarme saber que estaba al tanto de los rumores.
Mis labios se estiraron en una sonrisa. Apoyé las manos sobre su escritorio. Él se echó para atrás lentamente, sin despegar sus ojos de los míos.
—Cuidado, profesor. Si alguien le escuchara, podría malinterpretarlo —susurré, deslizando la mirada hasta sus labios. Si le comía la boca ahí mismo, ¿me acusaría? Un profesor más que me echaría al bolsillo, como tarjetitas coleccionables.
—Soy un hombre precavido —repuso él, con toda la tranquilidad del mundo.
—Estoy segura de que así es —dije, saboreando cada palabra. Él no cedió; sus ojos permanecieron en los míos, sin desviarse ni un instante hacia el sur—. En fin. ¿Conoce a Sasha, la secretaria personal del director?
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3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]
Fiksi Remaja[VERSIÓN EDITADA Y EXTENDIDA DE MALA JANE, DE HARRY STYLES, (POR AUTORA ORIGINAL) DE 2012-2013] Si Jane y Edward quieren gozar de la jugosa fortuna de sus padres tienen que seguir la única condición que éstos les han impuesto: abstenerse de reclamar...