Capítulo 26

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Mis ojos se quedaron anclados a esa zona de su cuerpo, mirando embelesados. Una de las manos del director se acercó a mí para coger mi barbilla y alzarme el rostro, mientras la otra permanecía sujetando su cinturón. Una ráfaga de calor nació ahí, donde nuestros tactos se juntaban, y se extendió hasta el final de mi torso.

Le miré a través de mis pestañas, esperando ansiosa a su siguiente movimiento. Casi pude escuchar cómo su mente se rebatía en argumentos, si bien no todos positivos, mientras me escrutaba desde su altura. ¿Sería posible que ni él estuviese seguro de cómo debía actuar? Yo tenía varias ideas, pero me encantaba que él fuese quien se acercara a mí como un perro sediento. Lo de Brontë seguía siendo una cosquilla molesta en la parte trasera de mi cerebro, pero, por otro lado, estaban las cien mil libras que se había gastado en mis caprichos textiles, haciendo peso.

Mi dignidad y mi orgullo, sí, señor, eso pesaba mucho más que todas las tiendas de lujo juntas. Sentí asco de mí misma por haber considerado durante solo un instante que mi valor se asemejaba al pellizquito bancario que le había hecho a la forrada cuenta del director.

Aparté su mano de mi barbilla y me alcé en pie.

—¿Un té? —me ofreció él.

Mis labios se curvaron en una pequeña sonrisa.

—¿En la cocina? —Alcé una ceja.

Él se apartó de mí y estiró un brazo hacia ahí, invitándome a pasar por delante de él.

Me pavoneé como si mis órganos estuviesen rebañados en oro. Encendí la luz y me acomodé en mi sitio, justo donde habíamos tomado el té la noche anterior.

—¿Edward no ha llegado? —pregunté, manteniendo la compostura. Esos pantalones se le ajustaban en las caderas de una forma impresionante. Otra cosa no sabía, pero el culo de Lí-Sellers chillaba a todo pulmón que le gustaba hacer sentadillas muy profundas. A mí también, pero no en el gimnasio. Sobre su pelvis, quizás.

—Me llamó para avisarme que no gastaría nada hoy, que le cambiase el límite para mañana. Se quedará hasta tarde con tu madre en el hospital. —Sacó las mismas tazas oscuras de anoche y las depositó sobre la mesa. La tetera ya vibraba sobre el fuego—. ¿Cómo te fue con Lizzy? —preguntó, con un tono juguetón.

¿Quién le había...? Mia.

—La mujer es una pesadilla, pero tiene buen gusto. Aunque he de decir que no en intereses amorosos, teniendo en cuenta que su lista está plagada de compost como Martín.

—¿Y tú? —Tomó asiento frente a mí, cogiendo su taza vacía. Oh, Dios, ahí iban los dedos otra vez.

—Yo soy un sueño de persona —dije en un hilo de voz, con la mirada estancada en sus dedos. Como si escuchara mis pensamientos, apretó la cerámica con fuerza, haciendo que su piel palideciera ante la falta de circulación. Eso pasaría con mi cuello si enroscara sus dedos alrededor de mi garganta, pensé.

Lí-Sellers se aclaró la garganta, sacándome de mi burbuja.

—Me refiero a... ¿Cuáles son tus intereses amorosos? —musitó, analizando mi rostro en busca de mentiras si me decidiera a contarle una.

Conque los requisitos para una entrevista a mi entrepierna era información interesante para él. Qué sorpresa.

—A mí no me interesa el amor —admití—. Nunca lo he sentido ni me hace falta descubrirlo.

Él frunció el entrecejo, incrédulo.

—Tenía entendido que ese chico, Lean, fue tu novio en el instituto...

Ahora quien estaba muy interesada en sus reacciones era yo.

—Sí. Lean y yo estuvimos juntos, y mi padre lo aprobaba. Porque era bueno y pobre, una combinación lamentable.

3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora