Capítulo 16

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Lewis me encontró leyendo un libro.

—¿Se puede?

—¡Primo Lewis!

Él entró en mi habitación sonriente y cómodo. Me encantaba que mi habitación se convirtiera en un centro de visitas. Había llegado a causar revuelo a aquella aburrida casa, la cual ahora giraba en torno a mí. Era gratificante ver cómo todos querían tener que ver conmigo y mi bienestar. Nunca había tenido una sensación parecida.

—¿Cómo va ese tobillo? —me preguntó, echándole un vistazo a mi pie.

—Duele menos, pero aún se ve feo.

Se puso, sin pedirme permiso, a quitarme la venda. Sopesó mi moratón y toqueteó un poco.

—Estás bien, no te inventes historias. Te mandaré reposo hoy y mañana. Luego caminar, pero no hacer parkour. ¿Lo comprendes?

—Lo comprendo —asentí, con voz monótona.

Lewis envolvió mi tobillo con la venda otra vez y se sentó a mis pies. Se venía charla, y ya sabía sobre qué.

—Así que... amenazando a Elizabeth de muerte, ¿eh? —me preguntó, con un tono tan relajado que parecía que hablábamos sobre el potasio en el plátano. Me encogí de hombros, como si no tuviera más remedio que aceptar mis instintos—. ¿Temes que esté interesada en Stone? ¿Qué coño es?

—Si Stone se la tiró, se la tira o se la quiere tirar, que lo haga. Mis prioridades son claras, sobre todo para Lizzy. No sé por qué va a llorar al regazo de su primo Lewis por una estúpida broma.

—Así que fue eso, ¿una broma? —Entrecerró los ojos, luchando por descifrarme. Que yo supiera era más Gregory House que Charles Xavier, así que me relajé y decidí jugar un rato con él. Hubiese preferido a Lí, pero si la vida quería que me metiera mano con Lewis, yo no iba ser quien la contradijera.

—¿Qué te puedo decir? Estoy sola y aburrida, y Lizzy es entretenimiento seguro. En cuanto encuentre con quien fajar pasará a segundo plano.

—¿Fajar?

Le di la respuesta con un gesto de mis manos. Un agujero con la izquierda y un dedo de la derecha atravesándolo. Él se llevó una mano a la cabeza.

—¿Te apetece ser quien la libere del tormento? —le propuse.

Lewis me miró y bufó una risa.

—Me reservo la polla para mayores de edad. No me gusta la cárcel; no se está calentito.

—Se pueden hacer muchas más cosas. Podrías, por ejemplo, desfilarme un poco. Ese pedazo de culo que llevas ahí es para lucirlo. —Alcé una ceja. Mis mejillas estaban sonrojadas, pero no de vergüenza, sino de excitación. Ya había perdido la cuenta del tiempo que llevaba en sequía. La paja que me había montado con Lí la noche anterior había sido excelente, pero siempre hay que mantener un pie en la realidad.

—Ya. Me lo verás bastante cuando te esté dando clases. Me lo reservo para entonces.

—¡Oh, primo Lew! ¡Ten algo de corazón! Al menos déjame tocarlo. Si me gusta, te dejaré que me toques el mío.

—Aquí nadie va a tocar nada —dijo Lí, atravesando la puerta sin previo aviso. Era la primera vez que no me alegraba de verlo. A no ser que quisiera ofrecerse voluntario para ocupar el lugar de su primo.

—¿Qué haces aquí, Zaco? Lo de hacerme el difícil iba bien hasta que apareciste —dijo Lewis después de un suspiro—. Siempre al umbral del placer, listo para interrumpirlo, ¿no?

—Si ya has acabado de hacer el drama que tú llamas asistencia médica, eres bienvenido a largarte de una vez —bromeó Lí, señalando hacia la puerta.

3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora