Capítulo 33

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Me estiré en la cama como un gato perezoso, a la espera de un bombardeo atroz en la cabeza que no llegó nunca. Estaba en mi habitación, vestida e intacta. Sin rastro de resaca. No me pasaba desde 1912.

Por supuesto, el trago de agua sucia de Kean no había bastado ni siquiera para marearme un poco. Como mucho, tenía ganas de liberar un gas.

—Buenos días —me saludó la voz de Lí-Sellers.

El culo se me frunció. Me guardaba el gas para la siguiente vida.

Él estaba sentado en la repisa de la ventana, duchado y vestido. ¿Es que ese hombre no dormía nunca? No llevaba puesto ninguno de los trajes que me empapaban la existencia. Hoy iba más casual, con un polo azul marino, pantalones caquis y sus Armani de temporada. ¿Por qué se remangaba las mangas de esa manera, dejando al descubierto las hinchadas venas de sus antebrazos? Lo hacía a posta seguro. Oh, no. Era demasiado temprano para tener visiones.

Sacudí la cabeza, intentando deshacerme de la imagen que amenazaba con tomar posición de mi consciencia. Demasiado tarde. Era más fuerte que yo. En la escena, no podía verle el rostro, sino solo sus brazos marcados, sus manos apretando los bordes de mi colchón. Un gemido.

—Oh —soltó Lí-Sellers, pero acabó siendo mi propia voz emanando de mi traidora garganta.

En la realidad, el director permanecía al lado de la ventana, analizando cada una de mis respiraciones.

—Te pasa cada vez más a menudo —murmuró con voz oscura.

—No sé de qué habla —dije a toda velocidad, saltando fuera de la cama.

—Tendremos que hablar de las cosas que ves tarde o temprano —añadió, siguiendo mis movimientos con la mirada.

Cogí uno de mis coleteros del tocador y me amarré una coleta alta. En la imagen de mi cabeza, Lí-Sellers me tumbaba de frente sobre la cama y me sujetaba de la coleta para mantenerme quieta.

—¡¿Puede largarse de una vez?! —Las palabras salieron de mi boca con toda la intención de ser una orden, pero resultó siendo una súplica. ¿Qué me pasaba? Había tenido un día entero de lucidez después del episodio de la leche, y ahora volvía a... Me giré para verlo—. Solo me pasa cuando estoy contigo —entendí.

Lí-Sellers entornó los ojos. Se apartó de la ventana y se acercó a mí a pasos lentos y tormentosos. Yo retrocedí por instinto.

—¿Qué has visto? —me preguntó en un susurro.

Yo estiré la mano hacia él, pero no estaba segura de si era para mantenerlo a distancia o para cogerlo de la camisa y atraerlo a mí.

—Ya te he dicho que no sé de qué hablas. Quiero ver a mi hermano —dije antes de que pudiera replicar—. Ayer se metió algo chungo y quiero comprobar de que no se haya ido a enterrar a sí mismo, porque si es así necesito conseguirle sangre fresca antes de que se ponga el sol.

Su respuesta fue una risita que me provocó un espasmo en zonas oscuras.

—Es muy entretenido escucharte hablar —dijo él, guardándose las manos en los bolsillos. Oh, gracias al cielo. Lí-Sellers debía ir por la vida con una sábana encima, caminar a cinco metros de distancia y mantener la boca cerrada. De otro modo, mi cordura se veía tremendamente afectada—. Pero necesito que te encargues de un par de tareas. Más bien, que te hagas cargo de las consecuencias de tu nochecita.

—Apenas bebí un sorbo de agua de retrete y no fui yo quien... —Me llevé la mano al cuello. Los ojos de Lí-Sellers se fijaron en ese punto en concreto, regresando a la seriedad absoluta—. Le digo que Edward estaba hecho un vampiro ayer. En fin, ¿Qué quiere de mí? Y no dé un paso más, joder.

3. MALA JANE (Abi Lí) [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora